El coche autónomo es una realidad que está por llegar. Bien es cierto que todavía es una tecnología en continuo estudio y prueba, sobre todo, porque su implementación a la circulación real con todo tipo de vehículos entraña grandes dificultades. No obstante, son muchas los fabricantes en constante trabajo para que esta automatización llegue al sector del automóvil.
Algunos ejemplos, tanto en Europa como en España, son los de Stellantis, junto con el Centro Tecnológico de Automoción de Galicia, que ya utilizan un C4 SpaceTourer en la ciudad de Vigo capaz de aparcar solo en un parking y detenerse cuando un semáforo está en rojo o un peatón cruza por un paso de cebra. Ó el primer autobús si conductor de Europa se prueba en Madrid en colaboración con la Universidad Autónoma de la capital, capaz de transportar hasta 12 pasajeros y recorrer 3,8 kilómetros acotados realizando paradas prefijadas.
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Un paso por delante van fabricantes como Mercedes-Benz, que ha conseguido cumplir los requisitos legales de la norma UN-R157 para los sistemas de conducción autónoma de nivel 3 e incluir este avanzado nivel de automatización en el Clase S y el EQS. ¿Y qué supone este nivel 3? Que el conductor deje el control total al coche en determinados momentos como autopistas, por ejemplo, pero aún atento a la carretera por si debe retomar el control.
Esta tecnología incluso más allá. La factoría de Seat en Martorell utiliza vehículos conectados con total autonomía para transportar los repuestos. Porque hablamos todo el rato de eficiencia y seguridad, pero, ¿y si se pensara más en la satisfacción del conductor? En ello trabaja el Instituto de Biomecánica (IBV) de Valencia con el proyecto SUaaVE (‘Supporting acceptance of automated Vehicle’), para que los coches autónomos sepan si sentimos miedo, enfado, satisfacción, alegría, aburrimiento e incluso si estamos estresados. De esta forma se humanizarán las acciones del coche autónomo y se mejorará la experiencia de uso de esta tecnología y, sobre todo, la calidad del viaje.

«Una forma de mejorar la experiencia del usuario es el desarrollo de vehículos empáticos que comprendan cómo se siente el pasajero, con altos niveles de automatización y capaces de responder a esos sentimientos teniendo en cuenta el entorno y el contexto. Este proyecto permitirá adaptar, por ejemplo, el modo de conducción de los vehículos autónomos para adaptarse a las necesidades del usuario, lo que aumenta la confianza en estos coches y, por tanto, su aceptación y éxito en el mercado», señala José Solaz, director de innovación en Automoción y Movilidad del IBV.
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Así, y para el desarrollo de esta nueva tecnología, se han realizado pruebas en el HAV, un simulador de conducción dinámico y altamente inmersivo del IBV, en donde se pudo vivir, como si fuese realidad, el viajar en modo autónomo en diferentes escenarios para provocar las emisiones anteriormente mencionadas y analizarlas.
Los simuladores de conducción permiten a los investigadores podrán «simular situaciones de conducción del mundo real que serían demasiado arriesgadas o complicadas para recrearlas de forma fiable en la carretera o en una pista de pruebas y sobre todo muy difícil de asumir a nivel de costes. Hemos podido monitorizar aspectos de comportamiento como la expresión facial y cambios fisiológicos como la frecuencia respiratoria, la frecuencia cardíaca y la sudoración», añade Solaz.
