A veces pienso que el coche eléctrico es un coche creado única y exclusivamente por ingenieros locos que se piensan que el resto de los mortales pensamos igual que ellos. Ahora os explicaré por qué. Supongo que pensabais que os iba a hablar de la falta de puntos de carga, pero eso es algo que todos sabemos y que os puedo resumir en unas pocas frases:
- Sólo el 22% de los coches que circulan por este país tiene una plaza de garaje.
- El resto duerme en la calle y habría que cargarlos en la calle.
- Ya os habréis dado cuenta que el hecho de tener un hueco para aparcar no significa que tenga un enchufe.
- No llegamos a 20.000 puntos de carga.
- Hay 33 millones de vehículos circulando en nuestro país.
- Las trabas burocráticas ralentizan todavía más la apertura de nuevos puntos de carga.
- No hay más preguntas, señoría. Llamadme loco, pero yo aquí veo un “pequeño problemilla”.
Más allá de eso, que ya de por sí tiene lo suyo, llegamos al punto del aumento de las autonomías y de las recargas rápidas. Sí, las baterías van mejorando y las autonomías van creciendo, pero en el caso del eléctrico, el problema no es tanto cuántos kilómetros puedes hacer como cuánto vas a tardar en recargar.
Es cierto que, cuando pruebas un eléctrico, te das cuenta que en realidad el truco está en ir recargando casi cada vez que puedas, moviéndote a ser posible siempre por encima del 40-50-60% de la capacidad de la batería. Hay muchos conductores de eléctricos que pueden hacerlo así, y obviamente para ellos el coche eléctrico puede ser una solución definitiva.
¿Y en los viajes largos? Bueno, con planificación todo es posible, y mientras nos movamos por la red principal de carreteras y grandes ciudades, es posible viajar en eléctrico. El problema está cuando entras en zonas de España perdidas de la mano de Dios, donde encontrar un punto de carga en ocasiones no es nada sencillo. Así te puede pasar como me ha pasado a mí, que me ha tocado ver un SUV eléctrico de 180.000 euros enchufado en un pajar… hasta que los ‘plomos’ de la casa dijeron basta.
Ahora bien. ¿A quién se le ha ocurrido la brillante idea de que haya tropecientas aplicaciones para los diferentes puntos de carga de cada firma? Yo tengo un coche de GNC. Y, para recargarlo, no tengo que darme de alta en ningún sitio. Introduzco mi tarjeta de crédito, digo que voy a repostar 12 euros de GNC (ya sé que nunca llega a eso) y reposto. Como suele quedarse en torno a 11,70 euros, automáticamente me reembolsan los céntimos que no haya repostado. ¿Qué fácil, verdad? Pues bien: ¿por qué demonios no se puede hacer eso mismo con un punto de carga eléctrica? Aún no he dado con nadie que me lo explique.
Es por esto que creo que el eléctrico está diseñado por ingenieros y para ingenieros. No es que tenga nada en contra de ellos, pero es que pasa lo mismo con el máster que tienes que hacer para saber las nociones que hay que tener para saber lo que estás cargando. Si a veces nos equivocamos y le echamos gasolina a un diésel al repostar, ¿es necesario tener que complicar tanto el tema de las recargas al ciudadano de a pie?
Me ha pasado en más de una ocasión. Cena familiar o con amigos. “Oye y esto de los eléctricos, ¿cómo se recargan?” Se lo explicas de forma sencilla. En la segunda frase, ya se han agobiado. Desde luego, algo que debería ser tan sencillo, no puede ser tan complicado, y más aún cuando las aplicaciones fallan cada dos por tres. No puede ser que tengas las dichosas aplicaciones fallen tanto. “El coche no reconoce el cargador”, “el cargador no reconoce el coche”, “fallo de comunicación”, “conecta primero el coche”, “conecta primero el cargador”… y, así, hasta el infinito y más allá.
Si siempre cargas en el mismo sitio, como tu casa o tu puesto de trabajo, o en dos sitios como mucho, la vida puede ser maravillosa. Pero si, como yo, vas de flor en flor, sabrás que no es raro que muchas veces tardes más de 10 minutos sólo en que el coche empiece a cargar.
Es, por tanto, vital y obligatorio que las formas en que se recarga se simplifique. Quizá se necesite un código de colores para diferenciar los diferentes tipos de carga y que la gente no tenga que hacer cábalas, pero un cambio de tecnología así necesita unas soluciones rápidas y prácticas.
Por tanto, mucho trabajo les queda por delante a las administraciones, las marcas, las eléctricas… y lo principal es que hablen y lleguen a acuerdos válidos y ventajosos para el usuario, y no sólo para ellos, que es lo que parece en la actualidad.