Hay que reconocer que, como acción promocional, la idea que tuvo Mercedes-Benz en 1984 merece ser incluida dentro de cualquier manual de márketing que se precie. En estas imágenes puedes ver un puñado de Mercedes 190E, aparentemente normales, dando unas vueltas en un circuito como si de un track day para aficionados se tratara. Pero, en realidad, va mucho más allá…
Desde que el piloto austriaco Niki Lauda sufriese un gravísimo accidente en el GP de Nürburgring de 1976 en el que casi pierde la vida, se comenzó a fraguar un proyecto para reemplazar el antiguo circuito de Nürburgring –de 20,8 km, deficiente seguridad y con un asfalto en pésimo estado– por un nuevo trazado más corto, seguro y con mejores accesos. Pero la nueva pista, de 5,1 km de longitud, no sería una realidad hasta finales de 1983.
Paralelamente, Mercedes presentó, en el Salón del Frankfurt de ese mismo año, el 190E 2.3-16, que serviría para homologar una variante de competición. Aquel vehículo pesaba 1.230 kg, contaba con un coeficiente aerodinámico de 0,32 –muy bueno por aquel entonces– y equipaba un propulsor M102 2.3 de cuatro cilindros que, gracias a la colaboración de Cosworth, recibió una culata de 16 válvulas con la que elevaba su potencia a 185 CV y su par a 236 Nm. Por otra parte, se diferenciaba del resto de la gama 190E por las aletas ensanchadas, los paragolpes deportivos, el alerón, las llantas de 15″, los asientos Recaro… y sólo se fabricó en un oscuro color azul marino –casi negro– o bronce. Tuvo, además, parte de la ´culpa´ de que BMW decidiese crear el hoy icónico M3.
Para dar a conocer al público este modelo y demostrar sus cualidades dinámicas, Mercedes elaboró un listado de 20 pilotos y ex-pilotos de Fórmula 1 y los convocó en el nuevo circuito de Nürburgring para disputar la carrera inaugural a bordo de otros tantos flamantes 190E 2.3-16; a éstos únicamente les añadió unos baquets, arneses, una jaula de seguridad, un cortacorrientes y unos adhesivos exteriores con el apellido del piloto y el dorsal que se le había asignado.
Aquellas personalidades se dividían en tres grupos: el primero de ellos, el de ´pilotos leyenda´, estaba únicamente formado por Stirling Moss. El segundo se componía de antiguos campeones del mundo, como Sir Jack Brabham –1959, 1960 y 1966–, Phil Hill –1961–, John Surtees –1964–, Denny Hulme –1967–, Niki Lauda –1975 y 1977–, James Hunt –1976–, Jody Scheckter –1979–, Alan Jones –1980– y Keke Rosberg –1982–. Por último, el tercer bando lo integraban una selección de consagrados ex-pilotos, pilotos y promesas del futuro, como Carlos Reutemann, Udo Schutz, Jacques Laffite, Hans Herrmann, Elio de Angelis, John Watson, Klaus Ludwig, Manfred Schurti, Alain Prost y Ayrton Senna. Curiosamente, Nelson Piquet no estuvo invitado porque, aunque había ganado los campeonatos de Fórmula 1 de 1981 y 1983, el último año lo había conseguido con un Brabham… equipado con motor BMW.
Para algunos una revancha, para otros una premonición
En aquella parrilla de 20 pilotos había cuentas pendientes entre varios de ellos, pero también peleas que aún estaban por llegar. Allí se reencontraron Niki Lauda y James Hunt, que protagonizaron la mayor rivalidad en la F1 de los años 70, de hecho, la película Rush, ahora mismo en los cines de medio mundo, relata cómo era la relación de odio-respeto entre el disciplinado Lauda y el ´vividor´ y rebelde Hunt. Por otro lado, hubo otros corredores que, en aquel momento, casi ni se conocían, pero que en los años sucesivos protagonizarían decenas de incidentes y broncas: el caso más sonado sería el de Alain Prost y Ayrton Senna.
La carrera se disputó el 12 de mayo de 1984, pero los participantes comenzaron a llegar a la pista algunos días antes. Como nota curiosa, Senna aterrizó en Alemania y coincidió en el aeropuerto con Prost. Habían cruzado pocas palabras hasta entonces, pero el francés se ofreció a llevar al joven Ayrton hasta el circuito en su coche, ya que el brasileño no tenía medio de transporte. Las dos horas que duró el viaje supusieron la primera oportunidad que Alain y Ayrton tuvieron de conocerse de una forma más personal. El francés contaba con 29 años y una experiencia de cuatro temporadas en la F1 –una con McLaren y tres con Renault– en las que había conseguido unas cuantas victorias. Por su parte, el brasileño tenía 24 años, apenas había corrido cuatro carreras en Fórmula 1 a los mandos del modesto Toleman-Hart y era casi un completo desconocido en la parrilla.
La carrera era de sólo 12 vueltas, pero creó mucha expectación entre el público, que hizo colas durante horas para conseguir una entrada. Por su parte, la mayoría de pilotos se tomó este evento como un fin de semana de ocio, en el que divertirse tanto en la pista como compartiendo momentos con otros compañeros y aficionados. Todos… menos Ayrton. Por encima de todo eso, él percibió la carrera como una forma de probarse y demostrar, tanto al mundo como a él mismo que, con un coche idéntico, era tan bueno o mejor piloto que los demás.
De hecho, Prost consiguió la pole position pero Ayrton, que salía tercero, acabó ganando la carrera. «Fue la primera vez que oí hablar de Senna», reconoció el legendario Stirling Moss cuando el brasileño cruzó la meta en primera posición, demostrando una sobresaliente destreza y una decidida agresividad al volante de su 190E nº 11. El podio lo completaron Niki Lauda –que había sido adelantado por Ayrton tres vueltas antes– y el argentino Carlos Reutemann.
Finalmente, aquel campeonato de Fórmula 1 de 1984 lo ganó Niki Lauda, con una diferencia de tan sólo 0,5 puntos con el segundo clasificado, Alain Prost. Y, en cuanto a los Mercedes 190E 2.3-16 que se utilizaron en la carrera inaugural del Nürburgring ´corto´, corrieron distintas suertes: la mayoría volvió a su forma original –despojados de los baquets, arneses, cortacorrientes, jaula y adhesivos– y fueron vendidos como vehículos de ocasión; otros se quedaron como coches de prueba para la propia Mercedes… y sólo uno se conserva en el mismo estado en el que acabó la carrera: el ganador, es decir, el de Ayrton Senna. Ese 190E nº11 es hoy en día propiedad del museo de Mercedes en Stuttgart, aunque su exposición se alterna entre la colección de Mercedes y los museos de Nürburgring y Hockenheim –los tres en Alemania–.
¿A quién no le gustaría que se repitiera, hoy en día, una carrera así con Schumacher, Alonso, Vettel, Hamilton, Barrichello, Häkkinen, Hill, Mansell, Villenueve… a los mandos de, por ejemplo, un Mercedes A45 AMG?