Electrificación. Ese es el concepto que sigue estando de moda cuando uno habla del mundo del automóvil. Y lo va a seguir estando, claro. Todos los actores del sector, desde políticos a marcas, administraciones, empresas, periodistas, etc. parecen haberse grabado a fuego la necesidad de que todos nos electrificamos de hoy para ayer, que ni siquiera para mañana. Y es el concepto que me sigue sorprendiendo y me sigue decepcionando.
Mucha gente cree que soy un hater del coche eléctrico. No es cierto. Pero sí soy un hater de las imposiciones por el artículo 33, y más aún cuando hay muchos motivos por los que esas imposiciones siguen haciendo aguas.
No me voy a extender en esto, ni tampoco en argumentarlo porque ya lo he hecho en varias ocasiones. Es más, ni siquiera es cuestión de tener o no razón. Es cuestión de un número: 5%. Esa es la cuota de las ventas de coches 100% eléctrico en nuestro país. Y, aunque aquello de “el cliente siempre tiene la razón” parece algo de otro tiempo, lo cierto y verdad es que se les debería escuchar, más que nada porque son ellos los que elijen lo que quieren comprar. Y, en el caso del eléctrico, además se suma otra cosa: lo que pueden (o no) comprar.
Igual esa es la mayor decepción del 2023 para mí: que sigamos sin escuchar a la gente, a los conductores. Que sigamos absortos y empecinados en decir que la electrificación es el fin de todos los males cuando seguimos con unos precios de los coches eléctricos prohibitivos, sin infraestructura de carga suficiente, con autonomías y tiempos de carga poco interesantes cuando salimos de la ciudad, con multitud de problemas burocráticos para instalar puntos de carga, con unas ayudas a la compra escasas y difíciles de gestionar…
El coche eléctrico y todo lo que le rodea está construido sobre un mundo utópico, al menos a día de hoy. Puede ser una alternativa muy buena para un determinado tipo de conductor, pero queda tanto por hacer en todo cuanto le rodea que está lejos de ser la solución a todos nuestros problemas de movilidad.
Que un niño de 12 años crea en cosas utópicas esta muy bien. Pero que quienes manejan un sector que supone el segundo en importancia para el PIB en este país (y en Europa) vivan también en la utopía, pues ya es un poco más preocupante. Al gran público se le está imponiendo un tipo de vehículo que no entiende, que no puede pagar y sobre el que se quiere convencer con argumentos absolutamente rebatibles. La gente no es tonta. Por suerte.
Llevamos demasiados años carbonizados, así que salir de ahí y pasar a otro tipo de modelo, sea la electrificación o no, que no lo tengo claro (sigo creyendo que un mix energético es la única solución a día de hoy), requiere unos márgenes de tiempo más realistas. Muchos estarán en desacuerdo conmigo. Probablemente tengan razón. Pero sólo les digo una cosa: 5%. Si ese dígito no crece es que algo no funciona.
Al hilo de todo esto, me sigue sorprendiendo y decepcionando la poca respuesta de muchos fabricantes europeos de automóviles, que no están viendo venir (o no lo están valorando correctamente) lo que viene de China, principalmente. Que el MG ZS de gasolina y 14.000 euros haya sido el coche más vendido en algunos momentos este año es sólo un ejemplo de los huecos que los europeos empiezan a dejar descuidados. Y los chinos van a saber aprovecharlos.
Que si fábricas de baterías en Europa en 2026, que si aranceles para los coches fabricados en China o en otros países… seguimos viviendo en el mundo de la piruleta. Hace unos días, Alemania ya ha dicho que no hay más ayuda a la compra de eléctricos, pero no es el primer destello de que hay algo que no funciona. O empezamos a ver más destellos de lucidez, o en un par de años (¡qué digo un par de años!) empezaremos a ver que eso de la agenda 2030 hace demasiadas aguas todavía en lo que a electrificación se refiere.
Los fabricantes de coches chinos también han sido una sorpresa y, en cierta forma, una decepción. Se suponía que los chinos ya iban a empezar a traer coches ‘de verdad’. Ya no iba a ser aquello de “lo que pides por Aliexpress y lo que te llega”. Pues bueno, tampoco ha sido así del todo. Lo que viene de China con calidad europea tiene precio europeo, y lo que siguen vendiendo barato es porque, efectivamente, sigue siendo barato… y casi mejor dejarlo en el concesionario…
Vamos, que inventar, lo que se dice inventar, no han inventado nada. Ahora bien, nos sacan unas cuantas vueltas de ventaja en muchas cosas… No están regalando nada. Es más, se están dando cuenta de que pueden jugar hasta con más margen. ¿Para qué van a vender más barato cuando pueden hacerlo más caro y seguir siendo igual de competitivos o más?