Nuevo acabado; a la venta por 30.416 euros

A prueba: Mini Clubman Cooper SD Hampton

Autofacil
Autofacil


Ya en el interior, el Hampton se caracteriza por contar con una exclusiva tapicería de cuero y etiquetas con la H de Hampton, molduras en los umbrales de las puertas con el logo Hampton y parte del salpicadero con plásticos en color Damson Red.

Sin embargo, mecánicamente el Hampton no aporta nada que no tenga cualquier otro Clubman, en este caso, Cooper SD. Por tanto, el Clubman Cooper SD Hampton sigue manteniendo esa curiosa carrocería de 3,96 metros de largo con dos puertas laterales en el lado derecho y dos puertas traseras para el maletero que se abren al más puro estilo -furgoneta-. ¿Bonito? ¿Feo? Eso queda ya a juicio de cada uno pero, de lo que no cabe duda, es que resulta, cuando menos, muy personal, tanto que es capaz de levantar pasiones entre los que lo consideran -o, si se me permite, consideramos- como un coche atractivo.

Más amplio- pero no el más amplio
En el interior, el ejercicio de estilo del exterior se traduce en una considerable mejora de la habitabilidad respecto al Mini -normal-. Eso sí, que sea más habitable no significa que sea ninguna maravilla: detrás caben bien dos adultos pero, aunque está homologado para tres, intentar acomodar a un pasajero de más de 1,65 m de alto en la plaza central es ser demasiado optimista; además, los 260 litros de maletero están bien- pero la bandeja que lo separa para dar lugar a un doble fondo es un problema. Si pretendes meter, por ejemplo, un par de maletas grandes, tendrás que quitar esa bandeja porque nadie ha pensado en que se pueda acoplar en el fondo del maletero y, aunque se puede plegar en parte, no puede dejar libre todo el espacio de carga. Por eso, lo mejor será- que la dejes en tu casa hasta que vuelvas de viaje.

A partir de ahí, y si obviamos el hecho de que los plásticos de la zona de la caja de cambios sean mejorables para un modelo de este precio o que, en marcha, se escuchen algunos grillos, comienzan las cosas buenas del Mini. Para empezar, la postura al volante es perfecta. Se puede ir sentado muy bajito, la visibilidad es bastante buena y todo queda bastante a mano. Necesitarás un ratito para habituarte al manejo de los mandos del coche por su ubicación, pero no tardarás en adaptarte a ello. Además, el tacto de los mandos al accionarlos es sólido, mejorando la sensación de calidad- e invitándote a utilizarlos.

Ruidoso y algo incómodo- pero va de cine
Después de haber introducido la llave, un botón sirve para poner en marcha el motor, un 2.0 turbodiesel de 143 CV que resulta un tanto ruidoso desde el principio. También vibra un poquito, algo que se hace especialmente patente cuando entra en funcionamiento el sistema Stop&Start. Sin embargo, basta con que empecemos a circular para que el motor comience a mostrar sus bondades y todos esos problemillas queden en un segundo plano. Para empezar, su respuesta es ejemplar. Por debajo de 1.600 rpm responde con dignidad para, a partir de ahí, comenzar a empujar con mucha fuerza hasta cerca de las 4.000 rpm, momento en el que compensa subir de marcha para seguir acelerando con contundencia. Es, sin duda, uno de sus puntos fuertes, tanto que se puede decir que, en este apartado, este Mini va -sobrado-. Su otra baza es el consumo, pues es sencillo mantener medias reales de unos 5,5 l/100 km reales sin apenas hacer -esfuerzos- en forma de conducción ecológica.

El cambio de seis marchas es un complemento ideal. Al principio, tiene un tacto duro y es muy probable que pienses que sobra la mitad del diámetro del pomo del cambio, pero a poco que empieces a conducir deprisa, verás que el cambio es siempre muy preciso, que se puede manejar con mucha rapidez y que, además, su escalonamiento permite aprovechar a la perfección el motor. También te pasará algo parecido con la dirección. Quizá algo dura al principio, en marcha se muestra muy rápida -poco menos de 2,4 vueltas entre topes- y muy precisa, informando con bastante fidelidad de lo que ocurre entre las ruedas y el asfalto.

Así, llegamos a uno de los aspectos criticables en este Mini: la comodidad. No es un coche demasiado cómodo. Para empezar, es un tanto ruidoso; y no por el motor, que también, sino porque, en carretera a alta velocidad, se escucha bastante ruido de rodadura. A esto hay que añadir una suspensión firme que, además, aún parece más dura debido al empleo de unos neumáticos antipinchazos de tipo Runflat en medida 205/45-17. El conjunto hace que el coche se muestre bastante seco en zonas bacheadas, algo que puede terminar por cansar un poco a los ocupantes.

Sin embargo, esto también tiene otra ventaja, y esa es que el Mini goza de un comportamiento excelente. Se inclina poco en curva, se muestra muy ágil a la hora de cambiar de dirección y, cuanto más rápido circulemos, mayores serán las sensaciones deportivas que puede transmitir a su conductor. El eje delantero se muestra siempre bastante incisivo, la dirección informa con fidelidad de cuánto estás apurando el agarre de las ruedas y, con sólo liberar un poco la presión sobre el acelerador, el eje trasero ayuda a redondear las trazadas en aquellas curvas en las que el morro comienza a tomar demasiado protagonismo. Así, el comportamiento es, sin duda, uno de los puntos fuertes del Mini, un modelo capaz de convertir su conducción en algo adictivo para aquellas personas que disfrutan conduciendo un coche de tacto deportivo.

Demasiado caro… o no
Tener que pagar 30.416 euros por un Mini Clubman Cooper SD Hampton, pese a su buen nivel de equipamiento, su excelente comportamiento, sus prestaciones o su exclusividad, es un tanto excesivo. Eso sí, seguro que quien quiera adquirir un modelo como éste tendrá suficientes motivos como para que todos los pequeños defectos del coche pasen a un segundo plano. Si es así, el Mini es una gran compra- y yo les entiendo, aunque sólo pagaría los 26.450 euros que cuesta el Cooper SD o los 22.100 de un Cooper D, que ya va francamente bien por prestaciones.