Ruta por Sepúlveda y las Hoces del Duratón

La ruta, en cuanto se toma el desvío en Cerezo de Abajo, está llena de tentaciones. Hay un camino bastante directo pero los aficionados a los desvíos emprenden el camino hacia Prádena para buscar dos tesoros naturales: la cueva de los Enebralejos, una fantasía de formaciones calcáreas, y uno de los acebales más importantes de Europa, además de un mágico bosque de sabinas.
El camino a Sepúlveda por Perorrubio y Vellosillo tiene todavía otro desvío, en este caso a Duratón. Esta aldea vive sobre un museo con varios milenios de historia entre lo que cabe destacar la necrópolis visigoda de Duratón, una de las más extensas de España, y una de las iglesias románicas más encantadoras de toda la provincia. Ya se sabe que el románico es moneda corriente en estas tierras. Cualquier rincón merece una parada y se demuestra que mantener el campo bonito es un buen reclamo.
Sepúlveda aparece desde lejos, escalonada sobre una loma empinada. Una vez dentro un paseo es una borrachera para los sentidos. Además del castillo hay una maravillosa cantidad de casonas e iglesias por donde es posible demorarse horas en la visita. Siempre se ha dicho que el románico sepulvedano es el precursor del románico segoviano que se caracteriza por la galería exterior y una profusa decoración.
Historiadores famosos afirman que la iglesia del Salvador es el monumento de arte medieval más genuinamente español. Está en la parte más alta de la villa y tiene casi mil años. Más abajo, el rincón ese de la plaza Mayor con la escalinata, el crucero y la iglesia de San Bartolomé es uno de los más encantadores que se pueda imaginar. Por las calles flota el aroma de las panaderías, como La Peña, con el mejor Ponche Segoviano, y el de los lechazos. Se demuestra que los sepulvedanos trabajan bien los hornos.
Una de las mejores maneras de bajar el cordero y el buen vino de la tierra es un paseo por el desfiladero del Duratón al pie mismo de Sepúlveda. Nos permite ver un desfiladero espectacular además de dar un buen vistazo a las murallas, un tramo de la calzada romana.
Hay que volver a la carretera, que queda mucho por descubrir. En los alrededores de Villar de Sobrepeña abundan las cuevas naturales en los acantilados y muchas de ellas fueron habitadas en tiempos prehistóricos. La carretera pasa por San Miguel de Neguera, abandonado y arruinado pero con una curiosa casona gótica, antes de llegar a Sebúlcor, donde hay una necrópolis visigoda del siglo VI.
De aquí sale un camino que conduce a un tesoro. Si a las afueras de Sepúlveda el Duratón impactaba, aquí ya emociona. El destino es el monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, en ruinas; pero en uno de los enclaves más espléndidos que quepa imaginar, en un meandro del Duratón, al fondo. El embalse de Burgomillodo ha cortado los accesos por tierra más habituales así que la mejor manera de llegar es en una excursión en piragua, sintiendo la aventura mientras los buitres sobrevuelas el conjunto. La vista desde lejos también es espectacular.
Hay que regresar hacia San Miguel y continuar hasta la confluencia de los ríos Duratón y San Juan. Hay que buscar, en las inmediaciones del puente la cueva de los Siete Altares, una ermita rupestre donde hay unos altares tallados y unos grabados geométricos.
Llegados a Villaseca hay que buscar el desvío a la izquierda hacia uno de los enclaves más asombrosos de toda la provincia, y el camino se hace despacio, como siempre que se llega a un lugar especial. Es el priorato de San Frutos, que nos habla de eremitas que buscaban la soledad y el incógnito en estos lugares agrestes y solitarios. Hace trece siglos este rincón sería lo más parecido al fin del mundo. La iglesia se encuentra en una península cortada a pico sobre el Duratón pero para llegar hay que caminar unos 20 minutos desde el lugar donde se deja el coche hasta llegar a un mirador desde donde hay una panorámica fabulosa.
Para llegar a la ermita hay que pasar un puente que supera la llamada Cuchillada. Una leyenda afirma que san Frutos creó esa brecha con un golpe para proteger el lugar de los musulmanes. Aquí se tiene de todo: el arte, la leyenda, el río, el desfiladero y el cielo. Y tal vez hasta el vuelo de los buitres.