Más de un 25% de los accidentes laborales afectan a las extremidades inferiores y, más concretamente, un 60% afectan a los pies. Este alarmante porcentaje de casos podría reducirse drásticamente si siempre se utilizase un calzado de seguridad adecuado. Además, el pie contiene el 25% de los huesos del cuerpo humano; lo que explica que sea una parte del cuerpo especialmente susceptible de sufrir algún problema. Por ello, se debe prestar especial atención a protegerlo adecuadamente.
No todo el calzado destinado a los trabajadores proporciona el mismo nivel de protección y es fundamental elegir el modelo más adecuado a las necesidades de la labor que se va a realizar. El calzado de seguridad forma parte del equipo de protección individual (EPI), con el que deben contar ciertos profesionales que desarrollan su trabajo en entornos potencialmente peligrosos. El sector de la construcción y ciertas industrias requieren de un calzado de seguridad con un grado de protección mayor, pero hay más sectores en los que el calzado de seguridad resulta beneficioso. Por ejemplo, personal sanitario o del sector servicios, en los que los trabajadores tienen que pasar muchas horas de pie.
Para regularlo, existe una normativa que establece tres categorías diferentes: calzado de trabajo, calzado de protección y calzado de seguridad, así como los requisitos que debe cumplir cada una de ellas para proteger correctamente al trabajador en diferentes ámbitos.
El calzado de trabajo, también llamado profesional, cuenta con ciertas características para evitar accidentes, como por ejemplo la suela antideslizante; pero no incorpora otros elementos que protejan contra impactos ni daños por compresión. Por su parte, el calzado de protección incluye un tope o punta de seguridad que protege la parte delantera del pie ante ciertos daños por impacto y compresión. Por otro lado, el calzado de seguridad está diseñado para ofrecer mayor nivel de protección al trabajador; en concreto, que contra impactos sean de un mínimo de 200J y ante con cargas de, como mínimo, 15 KJ.
Qué tener en cuenta a la hora de elegir calzado de seguridad
Uno de los principales criterios a tener en cuenta es su funcionalidad. Que resulte cómodo para poder trabajar sin que el nivel de seguridad sea un impedimento. Muchas veces la punta de seguridad es de acero, lo que puede aumentar el peso del zapato. Lo ideal es encontrar un modelo que combine protección y ligereza.
El nivel de protección debe ser compatible con la duración de las jornadas laborales; por lo que el calzado desde ser ergonómico y adaptarse perfectamente al pie del trabajador. Debe evitarse que el zapato quede holgado y asegurarse que ofrece una correcta sujeción del tobillo.
Es importante que garanticen un buen aislamiento tanto frente al frío y la humedad, como frente a las altas temperaturas, para que resulte cómodos llevarlo en cualquier época del año. Además, si se trabaja sobre pavimentos mojados o resbaladizos, hay que asegurarse de que tenga una suela antideslizante para evitar peligrosos resbalones o caídas. Este punto es especialmente importante si se trabaja sobre. Por último, el calzado de seguridad debe estar fabricado con materiales de calidad para que resulte duradero. Además, es conveniente que cuente con refuerzos especiales en las zonas de mayor desgaste.
