En vista de que la nueva legislación da rienda suelta a los pick ups, que ahora son casi tan «libres» como un turismo, nos sentimos también liberados para hacer una prueba integral de estos dos parientes a lo largo de 1.500 kilómetros de autopista y un buen tramo por el desierto del Sahara.
La idea es sencilla. Vamos a recorrer cerca de 3. 000 kilómetros de norte a sur de Marruecos para comprobar en todo tipo de situaciones las diferencias entre estos pick ups, fabricados en la misma cadena de montaje en Barcelona, pero con diferencias mecánicas importantes. La subida al ferry de Algeciras, siempre especial, anuncia la llegada a territorio africano, donde todo es diferente. Solo catorce kilómetros suponen una diferencia cultural y geográfica que merece ser vivida.
El viaje por carretera desde Madrid ha servido para saber cómo se portan estos coches en largas distancias y a buen ritmo. El Mercedes se mostró algo más asentado y confortable, pero la verdad es que los dos funcionan como perfectos tragamillas. Al ser los únicos pick ups con muelles en lugar de ballestas en el eje trasero (con permiso del minoritario y diferente SsangYong Actyon Sports), parece que cada kilómetro solo tiene 800 metros cuando se termina el viaje. Ambos tienen el mismo motor, el 2.3 de doble turbo y 190 CV de origen Nissan, acoplado a una caja de cambios automática tradicional de siete velocidades (también de Nissan, y empleada por varios modelos de Infiniti, su marca de lujo). Los consumos en carretera fueron casi calcados: unos ocho litros a 120 km/h.
Comienza la aventura
Ya en Tanger-Med y después de la inspección de los coches por parte de las autoridades, empezamos la primera y más larga etapa de la parte africana de nuestro viaje. Se trata de llegar al sur del país de la forma más rápida para después aprovechar los pocos días que tenemos para recorrer el desierto y las etapas clásicas del Dakar. Ochocientos kilómetros nos separan de Ouarzazate, la mayoría por autopista hasta Marrakech; después, un tramo de montaña para atravesar la cordillera del Atlas por el puerto de Tizi n’Tichka, a 2.260 metros de altura. Allí encontramos una buena capa de nieve que nuestros pick ups salvaron sin ningún problema, y allí encontramos el cielo nocturno desde el puerto más alto del Atlas, en total oscuridad; algo que por sí solo merece un viaje. Las estrellas se agolpan en el firmamento, y la Vía Láctea se ve tan clara que parece un brochazo de dimensiones cósmicas.
En la exigente bajada del puerto, la ventaja dinámica recae sobre el Mercedes. Su mayor anchura de vías, un conjunto de muelles y amortiguadores rediseñado, el reparto transversal de pesos más equilibrado y una frenada más potente y compensada gracias a los discos traseros, hacen que el Clase X se porte menos como un camión. Se nota que las mejoras introducidas por Mercedes sobre el chasis del Navara están dirigidas a conseguir un mejor comportamiento en carretera.
La mañana en Ouarzazate nos enseñaba un paisaje totalmente diferente a lo visto en la cara norte de la cordillera. Esta ciudad es conocida como el Hollywood Africano, y de sus estudios de rodaje han salido numerosas escenas de películas como Star Wars, Gladiator, Babel o La joya del Nilo. Su cercanía al desierto y a la ciudad fortificada de Ait Ben Haddou han resultado claves para que la industria del cine sea la actividad económica principal de esta zona.
Pistas duras y «chots»
Desde Ouarzazate comenzamos la ruta en dirección sur, alternando pistas y carreteras hasta la población de Foum Zguid. En este punto nos adentramos por completo en territorio desconocido. Vamos al sureste en búsqueda del lago seco Iriki, pero para llegar hasta allí nos quedan un par de horas de pista terriblemente dura donde pondremos a prueba la resistencia de nuestros coches. Aquí el Nissan, con unas llantas de 18 pulgadas y neumáticos de mayor perfil, tiene algo de ventaja, y sus ocupantes sufren menos la violencia del terreno.
Por fin el suelo duro y rocoso deja paso al fondo de arena del lago. Es un lugar que conserva la magia de lo que hace millones de años fue un mar que ocupaba casi medio Sahara, y con un horizonte casi tan perfecto como el del océano. Durante más de 20 kilómetros recorrimos el fondo del lago a muy buen ritmo, prestando mucha atención a la dirección; el terreno está un poco húmedo, y los coches se hunden unos centímetros sobre el fondo arenoso, con el inquietante efecto de encarrilamiento, pero sin llegar a quedar atrapados en ningún momento.
El paisaje gana relieve, y nos encontramos con un campamento nómada que ha decidido pasar en estos valles la primavera, aprovechando los brotes de arbustos y plantas que pronto desaparecerán con la llegada inminente de las altas temperaturas.
La noche nos sorprende en ruta
La noche nos coge por sorpresa, y todavía estamos a más de 50 kilómetros del campamento donde teníamos previsto terminar la etapa. De repente, las potentes luces de los dos coches circulando en paralelo nos muestran los primeros arenales. Son momentos de incertidumbre en los que dudamos si pasar la noche allí mismo y esperar a la luz de la mañana para continuar o arriesgarnos y probar suerte confiando en los sistemas de tracción total. Linterna en mano, salimos a ver el terreno de cerca y valorar la situación. La arena está compactada por la humedad y, como la temperatura es fría, no parece que sea muy complicado circular, así que nos sentamos al volante y probamos suerte.
Lo que ocurrió a continuación quedará en nuestra memoria para siempre: los dos pick ups circulando entre una nube de polvo, superando dunas, ríos de arena y fesh-fesh a golpe de gas, con la única orientación de los potentes faros y un rumbo al que apuntar. Aquí nos dimos cuenta de la verdadera capacidad TT de estos coches.
El Navara es algo más reactivo en conducción por arena. Sus ruedas de más perfil y su mayor altura son una ventaja. El Clase X sufrió más, pero nunca hizo amago de quedarse atascado, y no necesitamos hacer uso del bloqueo de diferencial trasero. Nos parecía ver unos pilotos en la distancia, y como tampoco teníamos muy claro que el camino que llevábamos fuese el mejor, acudimos a su encuentro. Se trataba de un holandés que, en solitario y con su estupendo Toyota Land Cruiser camperizado y preparado al máximo para circular por la arena, viajaba tranquilo en nuestra misma dirección. Su cara al vernos fue de sorpresa y de cierto escepticismo, como diciendo «A dónde irán estos locos con unos pick ups de serie y en mitad de la noche por el desierto…»
Finalmente conseguimos llegar al Bivouac sour les etoiles para descansar en unas jaimas en mitad del mar de dunas, cerca de la población de Mihamid. Este es el último núcleo urbano antes de adentrarse en el desierto profundo, y es un punto tan cercano a la frontera que sigue estando en disputa entre los gobiernos de Marruecos y Argelia.
Se endurece la prueba
La mañana nos enseñaba un paisaje lunar y durísimo. Una tormenta de arena hacía imposible respirar sin un pañuelo en la cara y la visibilidad era muy reducida. Empezábamos nuestro tercer día de ruta con algunas dudas, pues gran parte del recorrido que teníamos previsto era de navegación pura, y en estas condiciones iba a ser complicado llevarla a cabo.
Para llegar a Merzouga y encontrarnos con las dunas rojas del Erg Chebbi todavía teníamos que atravesar el conocido y complicado paso de Ramlia. Ramlia es una aldea con un pequeño oasis en la ribera del oued ed Daoura. Dependiendo de la meteorología, puede ser fácil, difícil o imposible cruzarlo. Si llevaba agua, quizá no fuera posible vadearlo debido al barro, ya que es una zona de mucha arena que, con el agua, puede hacer el paso intransitable. Si simplemente te lo encuentras húmedo y hay huellas, es seguramente el mejor momento para atravesar esta zona. Sin embargo, cuando se encuentra seco y, además, han pasado muchos vehículos, aparece el temido fesh-fesh.
Finalmente tuvimos suerte, y el paso se encontraba en un término medio. Con bajar las presiones, cruzamos sin más complicaciones. Deslizar las pick up por el fesh-fesh se convirtió en algo tan natural y divertido que los seis kilómetros que tiene este tramo nos parecieron apenas 500 metros.
El Erg Chebbi nos recibió al atardecer, y aunque cansados y con el hotel Xaluca Tombouctou llamándonos a gritos, no pudimos resistir la llamada de las grandes dunas y, sin pensarlo dos veces, nos pusimos en faena. No duró demasiado nuestra primea incursión en la arena roja. Subiendo una duna sin suficiente inercia, el Clase X se empanzó, y la ayuda del bloqueo de diferencial trasero no fue suficiente para sacarlo de su trampa. En el tiempo que estuvimos desatascando el coche, un buen corro de locales se acercó a ver si necesitábamos ayuda y, de paso, a ver el Mercedes. Todos nos preguntaban por él y se asombraban de que un pick up y con neumáticos de asfalto hubiese llegado tan lejos circulando por el erg.
A la mañana siguiente y después de descansar como reyes en el hotel, volvimos a las dunas. Esta vez sin prisa e intentando aplicar lo aprendido en nuestra primera incursión. La capacidad de los dos coches para rodar por este terreno nos resultó fascinante. No imaginábamos que con una batalla tan larga y a pesar del cambio automático íbamos a rodar con tanta soltura por la arena. Pero el desierto no es un juego, y al bajar una duna con el Clase X cometimos un error y rompimos el intercooler. Conseguimos salir de allí casi sin potencia y llegar a Merzouga, donde con ayuda de un taller sacamos la pieza y la pudimos reparar. El error de pilotaje no habría terminado en rotura de haber llevado instalado el kit de protección de bajos que, por 922 euros, propone Mercedes en su listado de opciones, y es algo que obviamente recomendamos a todo el que quiera este pick up. La reparación nos retrasó más de medio día, y cambiamos de planes para empezar nuestro regreso a Nador por un camino más rápido.
Un lugar para perderse
El norte de África es un lugar para perderse, siempre que sepas donde estás (valga la antítesis). Las estribaciones del Atlas marcan profundas gargantas y valles que en primavera desaguan la nieve de las montañas y generan oasis que desafían al calor del verano. Es un país de contrastes geográficos que pasa de los pedregales infinitos a las desfiladeros y valles fluviales o al desierto de dunas gigantes del Erg Chebbi.
Este viaje nos ha servido para conocer a fondo estos dos coches. El Navara es un producto fantástico, resistente y con mucha capacidad de carga, mientras que en Clase X Mercedes se apoya en la experiencia de Nissan para poner su sello de calidad.
La versión básica del Navara arranca en solo 19.300 euros, con el motor de 160 CV, tracción a las cuatro ruedas y cambio manual, mientras que el Clase X más modesto parte de 33.700, euros, ya en versión de 190 CV. Pero independientemente de tu elección, ten por seguro que cualquiera de ellos es un merecido hijo del desierto.