De sus experiencias BMW extraerá conclusiones que le servirán para afinar la puntería con los eléctricos que en el plazo de entre dos y tres años comenzará a producir en serie.
Pero el Mini E no sólo es un eléctrico sino un urbano deportivo: desarrolla 210 CV y acelera de 0 a 100 en 8,5 segundos, si bien la velocidad máxima está limitada electrónicamente a 152 km/h. La autonomía es de 170 km según las homologaciones estadounidenses, pero varía muy sensiblemente en función de nuestra conducción.
El acumulador se encuentra en el lugar de los asientos traseros, y su capacidad es de 35 kWh, generando una corriente de 380 voltios para el motor. Lo forman tres baterías con 48 módulos. Para poder cargar el Mini, los sujetos del estudio tuvieron que realizar una instalación para disponer de borne trifásico en su garaje. BMW se hacía cargo de la instalación, pero los informes recogen que en algunos casos no estuvieron exentas de problemas y retrasos. El alquiler de un Mini E salía en Estados Unidos por unos 850 $ (600 -). Allí hasta 9.500 usuarios quisieron hacerse con uno.
La fabricación de los 600 Mini E se llevó a cabo allá por 2008. El sistema era el siguiente: de la factoría de Mini en Oxford salieron las carrocerías junto con las de los demás Mini, pero a continuación, las destinadas a convertise en Minis E se enviaron a Múnich para que, en una instalación dedicada exclusivamente a ellos, les fueran montados el motor eléctrico, la batería, todo el tren de potencia, etc.
Por dentro: sin salirse de su línea
La estética del interior se asemeja a la de cualquier Mini a la venta, con grandes superficies de plástico que, en todos los Mini E fabricados, vienen en amarillo limón. La disposición de los mandos es idéntica, y continúan también presentes las grandes esferas: Un indicador de carga tras el volante y el cuentakilómetros en el centro del salpicadero. Éste último incluye en su parte inferior otro pequeño medidor que informa de si estamos recuperando energía o si por el contrario estamos consumiendo corriente y, a modo orientativo, cuánta -en función del número de rayas que se iluminen-.
En cuanto a la postura de conducción, se va situado bastante bajo, pero no por esto se compromete la visibilidad ni deja de resultar cómoda. Los grandes inconvenientes del Mini E, claro está, son la ausencia de plazas traseras para alojar la batería y la considerable pérdida de maletero, que se queda en… ¡sólo 60 litros!
En marcha: puro nervio
Nada más arrancar, te pilla desprevenido el impresionante par desde el primer instante; Entonces recuerdas que estás a los mandos de un vehículo 100 % eléctrico, lo que implica que sólo hay una marcha hacia delante y en todo momento dispones de sus 220 Nm. Lo que sí resulta una novedad en el Mini E frente a otros eléctricos enchufables es la tremenda deceleración que se produce en cuanto levantas el pie. De hecho, los responsables de la marca calculan que en ciudad pisas un 75 % menos el freno y, efectivamente, en nuestra prueba llegó a haber semáforos en los que el coche se paró totalmente sólo a base de levantar, requiriendo como mucho un toque final en el resto de paradas.
El Mini E recupera energía de ambas acciones lo que, en trayectos por ciudad, da para recargar una parte nada desdeñable de la electricidad gastada -aporta hasta un 20 % extra- y ampliar así la autonomía. Por otro lado, la cosa cambia en cuanto encendemos aire, radio… Al hacerlo, en apenas 5 km la carga cayó un 4 %.
En el apartado dinámico, los 200 kg de más no se notan para nada: ni siquiera la estabilidad se ve alterada. Este peso extra obligó a realizar modificaciones en el chasis y reforzar la suspensión, pero absorbe bien todas las irregularidades y no se le puede poner ninguna pega por comfort de marcha. El Mini no dejó de demostrar su carácter deportivo y agilidad. Siempre hay que tener presente que nuestro estilo de conducción debe adaptarse a la hipersensibilidad del acelerador, pero uno no tarda en acostumbrarse y, si algo trae esta característica, es la posibilidad de transmitir órdenes más precisas al coche.