Alaska: La estrella del Norte (II)

Estrellas en el cielo y en la tierra, 51 estrellas para 51 estados. El astro de cinco puntas que representa a Alaska en la bandera estadounidense no destaca entre las demás, pero es la más fulgurante en los corazones de los viajeros. A caballo del Círculo Polar Ártico, la lejanía y la libertad que transmite su exultante naturaleza de espacios abiertos sin fronteras no tienen parangón. Un efímero verano con 24 horas de sol y un gélido y sombrío invierno blanco crean dos universos que darán una nueva dimensión a la palabra "aventura".


«El Dorado» Norteamericano

La matrícula de Alaska refleja el más singular suceso histórico que experimentó este desapacible territorio norteamericano durante el siglo XIX: la frenética “Fiebre del Oro” (“Gold Rush”). En 1867, Estados Unidos compró Alaska a Rusia por poco más de 7.000.000 dólares. Como consecuencia de ello, el secretario de Estado William H. Seward recibió muchas críticas, pero unos pocos años después apareció el preciado metal, encontraron oro. Exploradores de toda índole se aventuraron a retar a una tierra que no les iba a poner las cosas fáciles para arrancarle su tesoro más preciado. El dibujo de la matrícula refleja uno de los momentos más emocionantes de la llegada de los buscadores de oro, cuando tuvieron que vencer a pie infatigables obstáculos, como monumentales montañas de nieve castigadas por glaciales tormentas. Este insuperable desafío era impracticable para animales de carga y transporte, por lo que los pioneros tenían que acarrear sus pertenencias a sus espaldas. La “fiebre” del oro que les invadía les hacia arrostrar sacrificios inhumanos. En Fairbanks, para no olvidar este capítulo de la historia norteamericana, se conmemora todos los años a finales de julio el descubrimiento del oro con la celebración de los “Golden Days” (“Días Dorados”).

Alaska: Highway marítima

Aunque por tierra hay que someterse a las exigencias de un solo camino, existe otra fórmula para entrar o salir de Alaska y esta posibilidad nos la ofrece el mar. En contraposición a la terrestre Alaska Highway, nos encontramos con la Alaska’s Marine Highway, el nombre con el cual han bautizado la compañía naviera que recorre la “otra” Alaska. En los años 60, se determinó crear una Alaska Highway marítima por la necesidad de comunicar y abastecer los enclaves costeros imposibles de alcanzar por tierra. Primero fue con un solo barco y poco a poco se fue mejorando la flota en cuanto a número de naves y comodidades. Con el tiempo se convirtió en una segunda opción muy interesante para acceder a Alaska y la actividad se extendió también al turismo.

Hoy en día, los barcos de la flota de la Alaska’s Marine Highway son modernos y confortables ferries, como el Kennicott que vemos en la foto de la derecha. Admite coches o camiones de cualquier tamaño, ya que su labor de abastecimiento sigue intacta. Para los pasajeros hay infinidad de opciones, desde sus confortables butacas hasta estupendos camarotes privados con baños completos, varios restaurantes con diversos y sabrosos menús, minicine, bares, salas de juego, etc. Un hotel flotante, con todas las comodidades, que además permite acceder a los parajes más recónditos de la “última frontera”, como se denomina a Alaska.

La compañía tiene viajes regulares recorriendo las Aleutianas (sólo en verano) y puede unir en barco Seward (al sur de Anchorage) con Haines y Juneau y, a su vez, Juneau con la lejana Bellingham (entre Vancouver –Canadá– y Seattle, EE.UU). Incluso, en la época adecuada, se divisa fauna ártica y hasta ballenas desde el propio barco. El trayecto nos proporciona una navegación entre los canales más estrechos del archipiélago Alexander en el Golfo de Alaska. Los bosques nos circundan y pasaremos tan cerca de las aisladas casas y pequeños poblados como Wrangell o Petersburg, el mayor enclave de la zona con 3.300 habitantes y fundada por pescadores noruegos, que casi se puede saludar y ver las caras de sus moradores. Una experiencia marítima inolvidable con soberbias puestas de sol sobre el mar de Alaska.

¡¡Alaska o revienta!!

Dawson Creek es la ciudad canadiense más ligada a Alaska. Es el kilómetro cero (“Mile 0”) de la “Carretera a Alaska” (Alaska Highway), todo un mito en Norteamérica. “¡¡Alaska o revienta!!” era el lema, una frase que refleja la determinación de los trabajadores civiles y militares por construir esta legendaria pista que haría historia. Por miedo a una invasión japonesa desde el aislado norte, en Dawson Creek se inició el trabajo a contrarreloj a comienzos de 1942, una obra conjunta de los ingenieros militares canadienses y estadounidenses. Más de 11.000 soldados y 16.000 civiles trabajaron codo a codo en el proyecto. Juntos construyeron caminos y puentes permanentes en sólo ocho meses. Su construcción representa una de las grandes obras de ingeniería del siglo XX. 3.000 increíbles kilómetros repletos de belleza, hitos e historia.

La capital escondida

Los indios de la tribu Tlingit se dedicaban a la pesca por la región del Canal de Gastineau en el siglo XIX, cuando llegaron los primeros “olfateadores” de oro. Un ambicioso ingeniero de minas, George Pilz, ofreció una recompensa a cualquier jefe indio que le ayudara a encontrar el preciado metal. El jefe Kowee, de la tribu Auk Tlingit, le llevó unas muestras y poco después los buscadores de oro Richard T. Harris y Joseph Juneau lograron encontrar la veta madre. Ese mismo año, concretamente el 18 de octubre de 1880, establecieron un pequeño pueblo en la playa. Había nacido Juneau, la capital de Alaska. La riqueza consiguió que se levantasen refinadas casas, algunas de las cuales han llegado a nuestros días. Pero, incluso muchos edificios posteriores a su época dorada se construyeron con esmerada elegancia y el propio centro de la ciudad sorprende por su atractivo.

Tras el descubrimiento del oro, Juneau se convirtió en pocos años en un gran centro minero. En la gran isla de Douglas, frente a Juneau, se creó la famosa compañía “Treadwell Gold Mining Company”, que llegó a su apogeo en 1915. Dos años después, tres de las cinco minas importantes se derrumbaron y la era “dorada” comenzó también a derrumbarse. En 1944, la última de las minas dio el cerrojazo debido a la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, la pesca y, sobre todo, el turismo son las actividades que realmente proporcionan ventajosos beneficios a los habitantes de Juneau.

Supervivientes en el invierno helado

Un oso no siente especial animadversión por el ser humano, pero tampoco hay que darle confianza cuando se divisa uno. Y es que un oso hambriento o, peor aún, una osa con cachorros son un peligro letal. Hay pocas muertes, pero se contabilizan anualmente decenas los heridos por estos voraces plantígrados. Para poder sobrellevar el duro invierno, se pasan todo el verano y otoño engordando, comiendo compulsivamente todo lo que cae entre sus garras. Luego entran en estado de hibernación de tres a cinco meses (aunque en el norte de Alaska pueden hibernar hasta siete meses), periodo durante el cual no comen y se dedican a dormir en la osera que han elegido para pasar estas largas “vacaciones” forzosas.

El bisonte es otro de los “grandes mamíferos” americanos que ha podido soportar el peso de los siglos a pesar del empeño del hombre en hacerlo desaparecer. Entraron en el lamentable ránking de animales en peligro de extinción, al igual que el oso Grizzli. El encuentro con bisontes suele estar avisado con carteles que indican su proximidad y lo que puede suponer percutir con un mastodonte de 1.000 kilos. Este legendario animal cruzó el estrecho de Bering en tiempos prehistóricos, poblando el norte de América desde el interior de Canadá hasta México. En el siglo XIX llegaron a existir 60 millones. Los colonizadores los mataban por su piel y por diversión. Con la llegada del ferrocarril, que cruzaba las Grandes Praderas, había tal cantidad de bisontes, que se ofrecía a los pasajeros el siniestro entretenimiento de dispararles mientras realizaban los largos trayectos. Su número se redujo entre 1830 y 1889 a menos de 1.000. Hoy en día, gracias a ranchos privados y áreas protegidas, el número final asciende a unos 30.000 bisontes.

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