Alfonso Zubiaga, explorador y fotógrafo

No concibe emprender una aventura sin su herramienta: una enorme cámara Hasselblad de cajón con su pesado trípode. Y, como muchos otros grandes fotógrafos, siente que está en esto por casualidad. Pero la profesión (y el arte) va por dentro.


El viaje, para Alfonso Zubiaga, es una experiencia total, profunda. Su ojo no para de buscar: normalmente escenas en las que no suele aparecer ni un ser humano pero en las que se intuye su presencia ya sea en una construcción, un camino, una sombra, una situación. Y no puede evitarlo. Al regresar a su estudio comienzan a bullir las ideas. La instantánea se convierte en algo más. En una obra de arte. Y en parte de una colección que luego será un libro, una exposición o ambas cosas.

De su participación como cronista gráfico en el tramo sudafricano de la Vuelta al Mundo con Land Rover Discovery y Goodyear, acompañando al aventurero Gerardo Seeliger, surgieron dos trabajos: Orígenes, una suerte de deconstrucción de imágenes de naturaleza, y Ghost City, inquietante visión de Kolmanskop, una ciudad literalmente tragada por el desierto en la región diamantífera de Namibia. Europa, Nueva York, Amazonía, Islandia, Groenlandia… han sido objeto de su análisis y de su experimentación creativa. Poco a poco sus trabajos afloran, empleando recursos y soluciones innovadoras.

FICHA TÉCNICA

Alfonso Zubiaga. Guecho, Vizcaya, 1958. Fotógrafo. Profesor del Master Internacional de Fotografia Conceptual y Artística EFTI Madrid desde 2006. Co-creador de la galería virtual FuckingArt. Es además promotor y vicepresidente de la fundación Watu Acción Indígena, dedicada a defender y preservar la identidad y autonomía de los pueblos indígenas del mundo.

Más info:  www.zubiaga.comwww.fuckingart.eswww.watu.org

La colección Frágil, dedicada a Groenlandia y presentada recientemente en el espacio de arte JustMad6 de la mano de su galería virtual FuckinArt.es, es un buen ejemplo. Se trata de una serie de fotos encapsuladas en grandes y pesados bloques de resina sintética en las que se crea un curioso efecto tridimensional, buscando presentar la imagen como algo más que un instante congelado.

En realidad soy un intruso –asegura Alfonso–. Yo estudié Económicas, pero acabé mandando fotos desde Londres para publicaciones, colaborando en la creación de escenarios selváticos para películas como Greystoke, de Hugh Hudson, o Indiana Jones y el Templo Maldito, de Steven Spielberg. Y ya no supe parar. En 1985 regresé a España y monté un estudio fotográfico en Madrid, entremezclando colaboraciones con editoriales y agencias de publicidad y experimentos artísticos.

Desde hace años solo trabajo con cámaras técnicas, de placas, aunque con respaldo digital. La fotografía con estos aparatos no tiene nada que ver con una cámara convencional. Sólo enfocar, encuadrar, esperar la luz, lleva su tiempo. Es algo artesanal. Y es lo que busco: Plantear cada foto como un trabajo independiente de composición y realización minuciosa. En un viaje no hago más de cincuenta disparos.

La cámara de placas te da mucha calidad y efectos de desenfoque. Y las fotos son como son. Tienen muy poca edición. Normalmente son tomadas cerca del coche porque solo la cámara y el trípode pesan lo suyo. En el último viaje, lo más que me he alejado son dos kilómetros.

 

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