Una victoria que lo encarama a la cima del campeonato con una ventaja apreciable, y que lo hace aún mas ídolo de una afición que le vio ondear la bandera española en momentos muy difíciles, y que entró en éxtasis cuando el Ferrari número cinco, ya sin gasolina por el tremendo esfuerzo final, decía basta a los pies de una tribuna. Ya no importaba nada: Alonso se había convertido, en suelo español, en el único que repetía victoria en este azaroso 2012. Ocho victorias, siete ganadores distintos.
La jornada anterior presagiaba lo peor. Entrar en los puntos era el objetivo primordial. Alonso, cauto y previsor, no lanzaba ninguna campana. Sin embargo, las circunstancias, las múltiples circunstancias de la carrera y su desmesurado interés en ganar, provocaron el milagro. Saliendo tan atrás, no se podía esperar nada bueno. Pero fallaron los otros, y Alonso estaba donde debía estar para ganar la carrera. Condimentado con unos buenos toques de volante y con excelentes ejecuciones de la estrategia, que esta vez sí fue fructífera, se llevó el triunfo en Valencia.
Aún no ha llegado el ecuador del campeonato y ya se vislumbra, al menos, un atisbo de lo que puede ir sucediendo. Vettel parece ser nuevamente una amenaza endeble según las circunstancias. Hamilton ha vuelto a ser proclive a los errores. Y Alonso suma y sigue. Como una hormiga, como hizo ya en 2010, recoge todo lo posible con un coche que, si bien ha mejorado, aún le faltan unas décimas para pelear de tú a tú con los más poderosos. Es de esperar que el final no sea como el de aquel año de abrupta caída en Abu Dhabi.
Pero es en inferioridad de condiciones cuando sale el mejor Alonso. Y ha vuelto a salir en este año 2012, demostrando su calidad en momentos clave y, por ahora, se ha salido con la suya. Es un hombre al que le va la marcha: Se crece trabajando a contracorriente, remando en adversidades como la de tener un coche menor y, muchas veces, peleando contra estrategias erróneas. Pero ya son veinte los puntos con que aventaja al más cercano perseguidor en el campeonato, el australiano Mark Webber. Y eso, aunque falte mucho por disputarse aún, vale mucho. Quizás valga el tercer título, quién sabe.
