Lo que sí se aprecia es un importante estirón: mide 4,89 metros, es decir, 75 mm más de largo y 39 mm más de ancho, lo que repercute en una mayor habitabilidad para cuatro pasajeros en configuración 2+2. El resultado es un coupé perfecto para realizar viajes largos de manera cómoda, ya que hay espacio de sobra para las piernas y para el equipaje, con un maletero de 460 litros. Gracias a este tamaño mantiene la silueta majestuosa típica de esta serie, aunque con una sencillez de líneas mucho más acentuada, con superficies más fluidas que en la generación anterior.
Cuando en su día hablamos del BMW Serie 6 Cabrio apuntábamos a una mayor calidad, a una tecnología de mayor nivel y a un magnífico equipamiento, algo que tenemos que repetir hoy al hablar del Coupé. Todos los dispositivos de asistencia y de ayuda a la conducción o sistemas de información y entretenimiento del Cabrio están presentes también en esta variante, como la iluminación tipo LED, el BMW Night Vision, la dirección activa, las suspensiones activas, las cámaras de aparcamiento, el Head Up display, el equipo de sonido Bang&Olufsen, el navegador con disco duro, la conexión para iPhone- aunque, por desgracia, muchos de estos dispositivos serán opcionales.
Los mismos motores
Lo mismo ocurre en el apartado mecánico, donde se copian los motores ya conocidos en el descapotable. Esto se traduce en la introducción de dos bloques de gasolina, un 3.0 y un 4.4 litros. El primero de ellos se comercializa bajo la denominación 640i con una potencia de 320 CV y un par de 450 Nm. Las prestaciones de este motor superan ligeramente a las entregadas en el Cabrio: acelera de 0 a 100 km/h en 5,4 segundos con un consumo de 7,7 litros cada 100 km, es decir, es tres décimas más rápido y consume 0,2 litros menos. Las emisiones caen de 185 a 179 g/km.
El tope de gama, comercializado como 650i, equipa el motor 4.4 V8 TwinPower de 407 CV y 600 Nm de par, con el que acelera de 0 a 100 km/h en 4,9 segundos -sólo una décima más rápido que en el descapotable- con un consumo de 10,9 litros a los 100 km y unas emisiones de 243 g/km. En ambos casos la velocidad máxima está limitada a 250 km/h.