LA AVENTURA DE CRUZAR LOS ANDES
Con alguno de los «cerros» más altos del mundo lejos del Himalaya, «la cordillera» hace de frontera natural y también representa una extraordinaria barrera física para el transporte y las comunicaciones terrestres. De los 17 pasos de frontera terrestre que actualmente están abiertos al tráfico entre Argentina y Chile –no muchos para una frontera compartida de 5.150 kilómetros– el situado a mayor altitud (4.780 metros) es Agua Negra, aún más alto que el cercano Paso de San Francisco –500 km más al norte– que con 4.728 metros de altitud, ha causado estragos entre los participantes del Dakar. El Paso de Los Libertadores, que comunica Santiago de Chile con Mendoza, en Argentina, es el más transitado y uno de los pocos asfaltados.
Cuenta con el largo (3.080 metros), estrecho y muy peligroso –por el gran número de camiones– túnel del Cristo Redentor, a 3.185 metros de altitud. Eso sí, disfrutarás de unas vistas fabulosas del Aconcagua –la montaña más alta de América– al fondo; pero prepárate para varias horas de espera en los trámites administrativos aduaneros.
La mayoría de los pasos entre ambos países andinos exige abundante burocracia y ofrece horarios limitados de paso. Otros son fluviales y unos pocos solo se encuentran abiertos para el personal de las empresas mineras. Por eso, antes de aventurarse a cruzar estas fronteras, es necesario informarse adecuadamente.
VALPARAÍSO
Contigua a Viña del Mar, Valparaíso aparece tras un recodo en la carretera que bordea el océano Pacífico. Atrapada entre el mar y los cerros, por donde han trepado las casas por pendientes imposibles hasta sus cercanas cumbres, la segunda ciudad chilena recibe al viajero así, de sopetón. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003, la ciudad creció a partir de su boyante puerto, el más importante del Pacífico suramericano. Los cerros (con funiculares y ascensores de acceso) representan la estampa más típica de esta ciudad de casas multicolores. Como en toda zona sísmica (el terremoto de 1906 destruyó la mayor parte de la ciudad), los cables de electricidad y teléfono son aéreos y otorgan una imagen muy particular a la ciudad. Pero, junto a zonas bellísimas, encontramos otras abandonadas y decrépitas, con calles poco cuidadas y perros callejeros campando a sus anchas.
SANTIAGO DE CHILE
La comparación con Buenos Aires resulta inevitable, y la exuberante capital chilena no rehúye la batalla. Animada y con una vibrante vida social, Santiago se siente más ruidosa, contaminada (en verano puede resultar asfixiante) y encajada (entre montañas) que la capital porteña. La Plaza de Armas es el centro neurálgico de la ciudad. Partidas multitudinarias de ajedrez, charlatanes de historias, pintores, vendedores de CDs, músicos€ Una verdadera inmersión en el palpitar de esta animadísima ciudad. Y allí mismo, algunos de los monumentos más importantes, como la catedral metropolitana –el quinto edificio sagrado erigido en el lugar de la primera iglesia que en 1541 mandara construir Pedro de Valdivia, el español fundador de la ciudad–, la casa de Correos o la de los Gobernadores. Y toda la plaza cubierta de molestas palomas y sus excrementos… No hay que dejar de visitar la Casa Colorada (1769), una de las poquísimas construcciones de estilo colonial que ha resistido en pie –solo la fachada– y el Palacio de la Moneda (sede presidencial).
También el cercano Museo Histórico Nacional, que ofrece un interesante repaso a la historia del país, finalizando con el golpe de Estado de 1973 y las gafas rotas del presidente Salvador Allende. Un escalofrío recorre el cuerpo ante la convulsa historia reciente del país andino.
El centro es un hervidero de gente y de animadísimos comercios y malls. Eso sí, hay que estar dispuesto a caminar de lo lindo (su tamaño es considerable), pues la utilización de coche es una locura por los atascos. Interesante el mercado central (con demasiados restaurantes «turísticos») y la cercana estación ferroviaria Mapocho (1912-1987), reconvertida en centro cultural y con el premio Reina Sofía 2009 a la conservación del patrimonio cultural.
EL LEGADO DE NERUDA
Pablo Neruda (1904-1973) es uno de los chilenos más influyentes del siglo XX. Escritor, político, senador y activo miembro del partido comunista chileno, recibió el premio Nobel de Literatura en 1971. Hombre extrovertido y amante de la buena vida, fue amigo personal de García Lorca y comprometido con la República, actuó como cónsul en Madrid durante la guerra civil española. Su abundantísimo legado es administrado por la fundación que lleva su nombre. Son bien populares sus casas, La Chascona en Santiago; Isla Negra, con bellísimas vistas del océano Pacífico y donde está enterrado junto con su tercera mujer, y, por último, La Sebastiana, una casa en vertical, donde, cada piso que se sube, ofrece mejores vistas sobre la bahía de Valparaíso.