Frank Lecerf, residente de 36 años en
Pont-de-Metz, localidad al norte de
Francia, marchaba con su
Renault Laguna a comprar al supermercado cuando se activó espontáneamente el
control de crucero, con lo que el coche se puso a
100 km/h. Cada vez que lo intentaba desactivar pisando el freno, el
Laguna, lejos de detenerse, aceleraba más, hasta ponerse a
200 km/h. Lecerf avisó a los
servicios de emergencia de lo que le estaba pasando, por lo que pasó a ser escoltado por la
policía y se le abrieron las barreras de tres
peajes, mientras se pensaba en un plan para detener el vehículo que nunca llegó a realizarse: Las
autoridades comprendieron que no quedaba más remedio que esperar a que se agotara el
depósito de combustible. Tras seguir toda la costa del
Canal de la Mancha por la autopista francesa
A-16, el angustioso trayecto terminó en
Bélgica, cuando el coche cayó por la zanja de unas obras nada más quedarse sin gasolina. Lecerf resultó herido leve y sufrió
dos crisis epilépticas.
Aunque Renault y los peritos de la aseguradora están investigando qué pudo fallar para que el Laguna saliera disparado al pisar el pedal del freno, las primeras hipótesis apuntan a que el origen del problema estaría en la adaptación para discapacitados instalada en el vehículo. Lecerf ha emprendido acciones legales: «Toda mi vida pasó por delante de mis ojos», cuenta. «Sólo quería detenerme».