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¿Cuántos kilómetros deben tener los coches de segunda mano ideales?

Cuando uno piensa en adquirir un coche de segunda mano, siempre trata de buscar modelos con el menor número de kilómetros posibles. Ahora bien, ¿qué cifra podemos considerar como la ideal para comprar coches de segunda mano?

Es una de las preguntas clave cuando uno piensa en adquirir un coche de segunda mano: “¿Cuántos kilómetros deben tener los coches de segunda mano?”. Hay otras preguntas clave a la hora de comprar coches de segunda mano, como la edad del vehículo, la etiqueta y, por supuesto, el precio. Pero el kilometraje es un dato también fundamental cuando alguien pretende adquirir un coche de segunda mano. Por eso, en esta noticia vamos a tratar de aclarar una serie de aspectos que, incluso, pueden hacer que un coche con más kilómetros sea más interesante que otro que no tenga tantos.

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Cuando hablamos de coches de segunda mano, suele ser más importante el mantenimiento que el kilometraje.

El motivo es claro. El número de kilómetros de un coche es sólo eso: un número. Lo realmente importante cuando hablamos de coches de segunda mano, siempre y cuando hablemos de cifras razonables, es el tipo de uso que haya recibido el coche y el mantenimiento que se le haya realizado.

Si hablamos del primer aspecto, debemos tener en cuenta que no tiene nada que ver un coche con 100.000 kilómetros realizados en su mayor parte por autopista y con una o dos personas a bordo, con otro que también tenga 100.000 kilómetros, pero realizados en ciudad.

Debemos tener en cuenta que, durante 10 kilómetros de autopista a 120 km/h, el desgaste de la mecánica es mínimo. Ahora bien, 10 kilómetros con semáforos, glorietas o maniobras de aparcamiento son mucho más exigentes para la mecánica, igual que lo serán si los realizamos por una carretera de montaña con curvas o incluso por caminos, en caso de que se trate de un todoterreno.

Cuando hablamos de coches de segunda mano, también es importantísimo el tipo de conducción. No es lo mismo una persona que conduzca con suavidad y respetando los cambios de temperatura del motor, que alguien con una conducción más brusca y que trata al vehículo exactamente igual en frío y en caliente. Y no, no tiene porqué estar relacionado con que esa persona conduzca más o menos deprisa.

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El trato recibido por el coche también es un aspecto a tener en cuenta antes que el kilometraje.

Otro aspecto a tener en cuenta es el hecho de que un coche, por el mero hecho de tener pocos kilómetros, no tiene por qué ser una buena compra. ¿Cómo es posible? Fácil. Un coche que tenga, por ejemplo, ocho años pero se haya tirado los tres últimos aparcado en un garaje sin tan siquiera haberse arrancado una vez, necesitará una profunda revisión para comprobar su estado.

Y es que, si una mecánica no está en funcionamiento, la humedad y la falta de lubricación hará que las juntas se terminan deteriorando, los líquidos pueden perder propiedades, la batería se habrá agotado, los neumáticos se habrán deformado y, probablemente, las gomas se hayan endurecido y hasta cuarteado… Todo depende mucho de la humedad, la temperatura o la suciedad, pero lo normal es que requiera una importante labor de mantenimiento.

De lo que no hay duda es que un coche parado durante tanto tiempo a la intemperie o en zonas húmedas, es probable que presente problemas de óxido que, en ocasiones, no pueden ser demasiado visibles… pero cuyas consecuencias pueden ser enormes para nuestro bolsillo.

Ahora bien, todos estos aspectos son complicados de conocer cuando vamos a adquirir coches de segunda mano. Por eso, lo que realmente nos puede dar una idea más aproximada de si un coche tiene o no demasiados kilómetros es el mantenimiento que haya tenido, dejando de lado esa idea de que los coches de segunda mano con pocos kilómetros son necesariamente los mejores.

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Si un coche ha tenido un buen mantenimiento, es muy probable que sea una buena compra.

Un vehículo con más rodaje, pero con unos mantenimientos regulares, un aspecto general bueno, un trato adecuado y un sonido del motor sano y agradable probablemente nos dé mejor resultado que ese vehículo con menos kilómetros por estar aparcado durante un largo periodo de tiempo.

El mantenimiento, al día

Es fundamental saber qué mantenimiento ha tenido el coche que vamos a adquirir, ya sea a través del libro de mantenimiento o con facturas de taller. Comprueba que cada operación de mantenimiento se ha realizado a los kilómetros que se debían llevar a cabo, algo que podemos cotejar con lo indicado en el propio libro de mantenimiento o, incluso, llevando el coche a un taller o concesionario para que lo comprueben.

Además de los cambios de aceite y filtros, fíjate también en si se ha sustituido el líquido de frenos (se aconseja hacerlo cada dos años) o el refrigerante (en ocasiones, cada cuatro años), además de otros elementos como las pastillas o los discos de freno, el aceite de la caja de cambios (aunque muchos fabricantes afirman que no hay que cambiarlo, que lo hayan sustituido es un buen síntoma; se recomienda hacerlo cada 60.000 kilómetros, sobre todo en cajas de cambio automáticas).

Ojo con la correa de la distribución

La correa de distribución es uno de los elementos más importantes del motor, y se trata de un mantenimiento caro, pues conlleva varias horas de mano de obra y, además, en ocasiones incluye cosas como el cambio de la bomba de agua y su correspondiente líquido refrigerante.

Por eso, si se trata por ejemplo de un coche en el que hay que cambiar la correa cada 120.000 kilómetros, nos puede interesar más comprar un coche con 130.000 kilómetros y la correa cambiada que otro con 110.000 kilómetros y la correa sin cambiar.

Suspensión

La suspensión es un elemento fundamental de seguridad, pero también es uno de los grandes olvidados en los mantenimientos debido a que, en una conducción normal, cuesta saber si va bien o no. Sustituir los cuatro amortiguadores (que es lo que hay que hacer, y no cambiar primero dos y, al tiempo, los otros dos) tiene un coste elevado, y lo normal es que se acerque a los 600 euros.

Dicen los expertos que, de media y dependiendo mucho el uso, un amortiguador funciona al 100 % durante sus primeros 40.000-50.000 kilómetros de su vida. A partir de ahí, su rendimiento va decayendo. Por eso, optar por un coche en el que hayan sustituido los amortiguadores con 120.000 kilómetros es mejor que adquirir otro idéntico con 100.000 kilómetros en el que no se hayan tocado.

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