Los amortiguadores del coche. Son los grandes olvidados en el mantenimiento de un vehículo. Su durabilidad teórica dice una cosa. Lo que hace la inmensa mayoría de los conductores, nada tiene que ver. Comencemos por lo primero.
El amortiguador es un elemento clave en la estabilidad de un vehículo porque de su buen funcionamiento depende directamente la ‘pisada’ del neumático. Visualizarlo es muy fácil si te agachas y miras por encima de la rueda de tu coche. Su vástago va rodeado por un muelle helicoidal en la mayoría de casos (en el eje trasero a veces el muelle va por separado o, incluso, no hay muelle), aunque también puede ser una balona neumática si el coche tiene suspensión neumática regulable en altura.
¿Cuándo se cambian los amortiguadores?
El criterio es un poco difuso en función de a quién preguntes. Digamos que, académicamente hablando, la sustitución de los amortiguadores debe llevarse a cabo pasados los 60.000 km, no mucho más allá.
En condiciones normales comienzan a ver mermada su eficacia a partir de los 30.000 km y a los 80.000 km están ya demasiado cerca del final de su vida útil. Claro, que también depende del tipo de uso al que se someta al coche: ciudad, carretera, ritmo de conducción y, por supuesto, cuidados.

Detectar tú mismo cuándo hay que cambiarlos no siempre en sencillo más allá de conocer el kilometraje que llevan recorrido. Que se produzca mucho rebote en el juego compresión-extensión es un claro síntoma de que ya no están bien, como también que visualmente puedas detectar fugas de fluido saliendo de sus vástagos.
La cruda realidad
Poca gente cumple con lo que acabo de exponer. Y no lo hacen por dos razones. Una es que, en el tipo de conducción que practica la inmensa mayoría de conductores, esencialmente tranquila y ‘funcional’, no hay un beneficio claramente palpable en cambiar los amortiguadores. No notarían la mejora. No perciben que la inversión económica se traduzca en un incremento en su seguridad, como realmente sí es.
La otra razón va en la línea de esto último: el coste de la sustitución de unos amortiguadores. Un amortiguador tiene un coste que puede oscilar entre los 75 euros que cueste uno sencillito, de marca aftermarket, para un coche normalito, hasta los 200 euros que puede costar uno de origen o los 400 euros de uno de mayor calidad. Ya ni hablemos si nos referimos a uno de tipo adaptativo.
Eso, multiplícalo por cuatro (o mínimo dos, porque los amortiguadores siempre se cambian por parejas, aunque lo ideal es los cuatro a la vez), suma la mano de obra (entre dos y tres horas por los cuatro) y el coste de hacer el alineado de dirección, necesario tras soltar los amortiguadores instalados. Es decir, en resumidas cuentas, cambiar los amortiguadores no es barato.
Las consecuencias de no cambiarlos
En condiciones normales, circulando normal del punto A al punto B en tus trayectos cotidianos, es posible que no notes mucha diferencia. Pero la realidad es que unos amortiguadores gastados:
- Provocan mayor balanceo en la carrocería, lo que se traduce en una merma en estabilidad, aplomo y confort.
- Alargan las distancias de frenado cuando el conductor necesita aplicar una frenada de emergencia.
- Deforman los neumáticos, reduciendo su vida útil.
Por supuesto, hay formas de cuidarlos. Evita pasar badenes y baches a mucha velocidad, no des ‘bordillazos’ a los neumáticos y no cargues el coche con más peso del adecuado.
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