Divina locura

Siempre les digo a todos los que me conocen que yo he nacido de pie, ya que creo que soy un tipo con mucha suerte. ¿Por qué digo eso? Pues porque, por muy mal que se presenten las cosas, siempre me sale la oportunidad para salir airoso o victorioso de las trampas que nos va poniendo esta hermosa aventura que es la vida.


Cuando me fui a USA, no tenía ni idea de dónde dejar mi coche porque no es un automóvil normal, pues lleva instalado unos mandos adaptados para que yo pueda conducirlo. Es mejor conservarlo el máximo tiempo posible, ya que poner en otro coche un mando homologado incrementa mucho el precio. El caso es que me acordé de un amigo que es el encargado del mantenimiento de los vehículos del aeropuerto de Madrid-Barajas y, además de ser una excelente persona, es un técnico fantástico, un fuera de serie que lo ha heredado de su progenitor. Cuando le comenté mi problemilla, se ofreció a guardarme el coche y a cuidármelo. ¡Olé! Yo feliz como una lombriz porque se quedara él con el coche, y no sólo por el mantenimiento, sino también porque lo lleva muy bien con las manos. ¡Jaja! ¡Qué crack!

Desde esa primera vez, hace ya 10 años que me cuida mi BMW 33Od, y no os podéis imaginar el favor que me hace. Parezco un marqués, le llamo para decirle la fecha en la que voy a llegar a Madrid y, cuando aterrizo, ahí está él con mi coche preparado; guardo la maleta, le dejo normalmente en otra terminal y ya tengo coche para moverme por Madrid. Bueno, ahora, con las nuevas restricciones, sólo por fuera de la almendra central. A la hora de partir, hacemos la acción inversa: le recojo en otra terminal, me deja en la 4 y pongo rumbo a USA. No os podéis imaginar lo tranquilo que me quedo al dejar el coche en sus manos.

El año pasado me llamó y me envió unas fotos de un Ford Puma que se había comprado para correr. Me quedé atónito al verlas, y pensé en cómo le había dado por correr con casi medio siglo de vida y sin experiencia previa. Era conocedor de que le gustan los coches y las carreras de todo tipo, pero de eso a enfundarse el mono y ponerse el casco para correr me sorprendió mucho. Pasados unos días sonó el típico ¡bip! del móvil cuando recibes un mensaje y, al abrirlo, vi una foto de José Luis Crespillo subido a un podio. ¿Qué? Resulta que mi gran amigo es un piloto con duende que no se baja del podio en cada carrera que termina. ¡Qué maravilla!

Siempre que puedo, cruzo el charco y me vengo a pasar las navidades con mi familia y amigos, y este año llegué un día de fiesta en el que José Luis no trabajaba, pero como siempre a la salida del aeropuerto estaba él con mi coche impoluto y listo para disfrutar de la estancia en mi España querida. Nos subimos al coche y, de camino a su casa, me comentó que ya no tenía el Puma, que lo había cambiado por un Peugeot 207 y que el día 5 de enero iba al Jarama a entrenar y me invitó a ir a verle. Le dije que con mucho gusto estaría allí ese día. Al poco me llamó mi amigo Manolo Quijano para decirme que el día 5 se iba a subir a un Mazda en el Jarama y que si quería ir a verle. ¡Qué casualidad! Por supuesto, le dije que sí.

Llegado el día, allí estaba yo en el circuito del Jarama esperando que todo estuviera a punto para ver a mis amigos rodar y subirme también con José Luis a dar unas vueltas. Durante todo el tiempo que estuve en el Jarama no me faltó de nada, ya que allí estaba Laura, la mujer de José Luis, que se ocupó de atenderme extraordinariamente. Un encanto. Gracias.
Llegó la hora, pegué un salto, me senté en el baquet, me puse el casco y€ ¡a correr!

Salimos a pista y me empecé a preguntar si este era mi amigo Crespillo, el técnico. Que bien conduce, muy fino, rápido y siempre por el sitio. Dimos unas cuantas vueltas y me sorprendió muy gratamente. ¡Fantástico, José Luis! Me parece genial que se haya puesto a competir, pues a mi modesto entender, no hay mejor manera de ser feliz.

No sé qué les está pasando últimamente a mis amigos mecánicos, que les ha dado a todos por correr. Es el caso también de mi otro técnico/mecánico de USA, que se ha comprado un coche de carreras para competir. ¡DIVINA LOCURA! ¡Quiero morir joven lo más tarde posible!

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