
Rubén: Dile a tu amigo que yo, Javier Herrero, a lo largo de mi vida y después de haber hecho más de un millón de kilómetros en moto, coche, carro de mulas, tractor y bicicleta -sí, carro, tractor y bicicleta, que también dan experiencia y se encuentran con la PGC en las carreteras- y aunque me hayan puesto más de una -receta-, os sigo teniendo en gran estima, más que nada porque en vez ver sólo una figura de color verde en el arcén, en la moto, lo que veo, me paren o no, es un seguro de la carretera. Y por eso, todos mis respetos y creo que así piensan la mayoría de motociclistas.
Javier: Como profesional de las motos y la seguridad vial y fiel seguidor de Fórmula Moto, me gustaría hacerle participe de esta carta escrita por un compañero, para su conocimiento y ver si se pudiera publicarla en -nuestra- revista, a la que muchos Guardias motoristas con alma de moteros somos adictos. Sin más, un cordial saludo.
Texto de la carta
Toca leer en prensa diversos titulares relacionados con la profesión. Huelga de bolígrafos caídos, la llaman. -En junio han puesto 58.000 multas frente a las 188.000 del mismo mes en 2009-, continúa el artículo. La DGT está recabando datos para verificar tal hecho que, de ser cierto, podría acarrear graves sanciones para aquellos que secunden tamaña tropelía.
Como miembro de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, todas estas noticias me acaban tocando un poquito la -fibra- y llega un momento en el que uno siente la obligación de intentar explicar un poco la situación. ¿Huelga? No, señores. Nadie ha promovido una huelga. Primero porque el reglamento lo prohíbe de modo explícito y segundo porque nuestra responsabilidad como profesionales nos impide incluso plantear tal cosa.
Acabamos de finalizar la celebración del 50º aniversario de la Agrupación de Tráfico y los que pertenecemos a ella, hemos recibido un fantástico libro conmemorativo en el que se refleja perfectamente la evolución de la misma. Creo que muchos nos hemos quedado con un sentimiento mezcla de nostalgia y pena. Nostalgia por los tiempos pasados -uno siempre los recuerda mejores-, y pena por ver en qué se ha convertido esta institución. Aquellos que lo hemos vivido desde muy pequeños, soñábamos con subir a nuestra moto o hacer un curso de atestados, vigilar estas carreteras de Dios, prestar cuanta ayuda estuviera en nuestra mano, servir de utilidad, proteger, auxiliar y continuar nuestro camino. Voy a citarles de modo textual, el que para mí es el más importante de los artículos de la cartilla de la Guardia Civil. Una artículo que sigue en pleno vigor y que llena de orgullo a cualquiera que decida servir a esta labor: -Será siempre un pronóstico feliz para el afligido, infundiendo la confianza de que a su presentación, el que se vea cercado de asesinos, se crea libre de ellos; el que tenga su casa presa de las llamas considere el incendio apagado; el que vea su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos-.
Antaño, la Guardia Civil de Tráfico contaba con la simpatía de la práctica totalidad de los conductores, y hoy muchos percibimos que la situación es bien distinta. Está en la calle, en los medios, en Internet, en cualquier conversación en un bar: ¡Me han cazado! ¡Estaban detrás de un árbol y flash, la foto! ¡300 – me ha sacado! Otro responde: ¡No hay derecho! A mí me han quitado 3 puntos. He recorrido 600 kilómetros de viaje y no he visto una sola patrulla -la autopista llena de obras, retención de media hora en el peaje y ni un guardia. Tres kilómetros después estaban con el radar! Sufrí un accidente, me salí de la carretera. Vino la Guardia Civil y encima me denunció.
No somos ajenos a estas conversaciones como tampoco somos ajenos a las cada vez menos simpatías que como colectivo despertamos. Vivimos tiempos difíciles. La crisis aprieta e incluso ahoga a algunos. La labor de quien denuncia nunca ha sido agradecida. Si a ello sumamos el hecho de que algunas de estas sanciones son difícilmente explicables, entramos en una dinámica muy compleja.
La Administración pide que apretemos el cinturón, que acotemos los gastos. Reducir el consumo de los vehículos, reducir la cantidad de boquillas de alcoholemia a utilizar -pero no alcoholemias realizadas-, permanecer más tiempo estacionados en determinados puntos- Y mientras tanto, parece que debemos producir una cantidad igual o mayor en denuncias que en épocas de bonanza. Si estamos estacionados en un punto de vigilancia, no podemos observar infracciones y además, el ciudadano que sí las ha observado en su trayecto, obtiene la impresión de que la pareja de la Guardia Civil -estaba durmiendo a la sombra- ¿Pretende la DGT que nos dediquemos a parar a todo aquel que pase por delante para ver qué podemos encontrar? Recordaré que además de poco ética, tal práctica es como mínimo ilegal.
¿Cómo explicar a quien ha sufrido un accidente que, además del disgusto, se va a llevar una -receta- porque la DGT entiende que la mera producción del siniestro y las evidencias de las causas que lo han motivado son suficientes para aseverar que se ha producido la infracción? Pues con estas mismas palabras. De lo que no podemos convencerle es de que cambie la cara de decepción que se le ha quedado. -Oiga, cumplimos órdenes-. Y el pobre hombre no se atreve a decir nada. -Si por tener un accidente me acaban de apretar 150 -, si abro la boca igual me caen 300-, piensa. Probablemente hoy me llame mi madre. Le estarán pitando los oídos.