EL AUTOMÓVIL COMO EMOCIÓN Y CULTURA

  EL PLACER DE PREMIAR       AL OPEL ASTRA        Dentro del amplio Sector del Motor y derivados, el automóvil es el más preciado objeto de deseo para todas las personas activas. Ha alcanzado la condición de imprescindible como solución a los desplazamientos personales y familiares, pero, además, es un artefacto ganador de nuestro […]


 

EL PLACER DE PREMIAR

      AL OPEL ASTRA

 

     Dentro del amplio Sector del Motor y derivados, el automóvil es el más preciado objeto de deseo para todas las personas activas. Ha alcanzado la condición de imprescindible como solución a los desplazamientos personales y familiares, pero, además, es un artefacto ganador de nuestro afecto, motivo de orgullo para muchos propietarios, y hasta de admiración para quienes están adentrados en su cultura y saben valorar los crecientes adelantos de la técnica automotriz, como los habituales lectores de esta revista.

     El afecto al automóvil nos conduce, a veces, a momentos de indescriptible emoción al probar un nuevo modelo, al ser simple espectador de sus reacciones y actuaciones deportivas, o al estrenar el vehículo recién comprado.

     Debo confesar a los lectores el momento feliz vivido personalmente en la entrega del Trofeo Coche del Año de los Lectores concedido al Opel Astra. El Director General Comercial de General Motors de España, Enrico de Lorenzi, lo recibió de mis propias manos y sentí el orgullo de representar a nuestro Grupo y a los otros dos organizadores del Premio y del acto, el diario La Vanguardia y los quince periódicos de Editorial Prensa Ibérica.

Mi anterior entrega de un trofeo similar fue en 1975: Excepcionalmente lo entregué a Henry Ford II como presidente del Comité Organizador del Coche del Año en Europa. Y también obsequié al Rey de España con una réplica del premio en la recepción concedida en el Palacio de la Zarzuela.

Y si nos remontamos en el tiempo, en 1970 entregué al entonces presidente de Seat, Juan Miguel Antoñanzas, los diplomas de Coche del Año por elección de periodistas de mi grupo editorial y competidores.

Me complace recordar estas efemérides con la satisfacción de haber colaborado a favor del automóvil, producto industrial merecedor de apoyo y reconocimiento general. El automóvil sobrepasa su cualidad de artículo de servicio y placer hasta el punto de merecer especial atención de los gobiernos de todos los países, por su contribución al desarrollo y al mantenimiento o crecimiento de puestos de trabajo.  Apoyándolo, siempre será un acierto.

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