Los kilómetros se hacen cortos cuando Galicia es el destino. El olor aquí es de un denso característico… Un paraíso de antiguos celtas en donde el silencio de sus bosques, la lluvia de sus nubes y la fractura de sus montañas amansa hasta el alma más revoltosa.
Este viaje es de interior, nada de agua salada. Aunque el agua dulce de los ríos Sil y Miño sí que tienen cabida aquí, en la Ribeira Sacra. Veinte municipios repartidos entre el sur de la provincia de Lugo y el noreste de la provincia de Ourense la conforman, siendo uno de ellos Monforte de Lemos, su capital espiritual. Adentrarnos en ella desde aquí es una opción perfecta.

Recorrer las pequeñas carreteras comarcales con el BMW Z4 es uno de esos placeres de los que explica la compra de un coche. Es más una cuestión de estilo. El concepto Slow-drive parece pensado para estas carreteras. Piorno, bosque y viñedo se intercalan como reclamo de que algo más bonito está detrás.
En Monforte la vida a ojos del viajero es sosegada, donde los pies son el mejor método de transporte para conocer la ciudad. Si el paseo comienza desde el Parador, antiguo monasterio de San Vicente do Pinos, la parte más alta, el Casco Antiguo aparece como primera toma de contacto. En la Edad Media, Monforte de Lemos poseía una de las mayores fortalezas feudales de Galicia. Hoy, sus restos pueden apreciarse aún, con la Puerta de la Alcazaba y la Porta Nova.

Alojarse en el antiguo monasterio de San Vicente, convertido en Parador, es una experiencia única. Uno de esos premios que merece todo aquel que sabe disfrutar de un amanecer con una taza de café en la mano.
Aunque si algo es el casco antiguo, es sin duda la antigua judería. En ella los judíos vivieron mezclados con el resto de la población, mientras que en muchos otros lugares estos habitaban en una zona exclusiva para ellos. De hecho, junto a Tui y Ribadavia, Monforte de Lemos conforma la triada de la Red de Juderías de España en Galicia. Realmente es una ciudad para pasear y olvidarse del coche.
Cruzar el puente viejo sobre el río Cabe para luego visitar el museo de arte sacro en el convento de las Clarisas es el itinerario que se recomienda seguir después. Reliquias vinculadas a la crucifixión de Cristo como una astilla del lignum crucis (la cruz donde murió Jesús), un clavo supuestamente extraído de esa misma cruz o una espina de la corona con la que se torturó al nazareno aguardan impasibles frente al paso de los siglos.
De camino, la Galicia de interior se aprecia. El ambiente húmedo por el río junto al fresco del Norte no deja que lo olvidemos. Pasear por las riberas del Cabe es tan agradable como melancólico.

Y antes de saltar a los alrededores de Monforte para ver viñedos y cañones, el colegio de Nuestra Señora de la Antigua, conocida como Los Escolapios. Imponente, antiguo, es el Escorial gallego fruto de las manos del hombre levantado entre los siglos XVI y XVII. Aunque para visitarlo se necesita la reserva para ser guiados, la iglesia, en su parte central, podemos disfrutarla en horario de misa. Por supuesto que es obligado disfrutar de una tarde de vinos y tapeo en los locales cercanos. Carne, pescado o verdura se dejan acompañar por algunos de los mejores tintos y blancos de España, que pueden presumir de haber llegado a la mismísima Casa Blanca en tiempos de Obama. Aquí el vino es cultura y vida cotidiana.
Durante los primeros tiempos del cristianismo, monjes y eremitas encontraron en la Ribeira el éxtasis de la vida contemplativa. Extasiados por semejante entorno, sus sencillos asentamientos se transformaron en los muchos conventos y monasterios que hoy siguen intactos en La Ribeira Sacra. Demasiados atractivos en este lugar…
Estamos en una zona tan amplia que ni en una semana entera se llega a descubrirla por completo. Decenas de lugares con espectaculares vistas. El concepto de vendimia heroica ha servido para poner en valor el trabajo de muchos pequeños productores que tienen en el viñedo su vida y su pasión. Por eso nos gusta ir y volver una y otra vez.

Para disfrutar desde el agua de los viñedos y balcones, el embalse de Santo Estevo acoge el embarcadero desde donde zarpan los barcos que recorren el vertiginoso cañón del Sil. Catamaranes que ofrecen al viajero diferentes rutas. ¿La más larga? 24 km río arriba. Horizontes estrechos y humanizados hasta ver asilvestrarse al agua.

Desde el mejor banco de la Ribeira, en el Mirador Pé do Pobre, uno de los muchos que encontramos por aquí, a 2 Km de la aldea de Alberguería, la panorámica al Cañón del Sil hace que uno se olvide de todo lo demás. Os Balcóns de Madrid, un conjunto de miradores, asombran a quien los visita con las vistas del Sil desde 400 m de altura. Justo enfrente se ve el Santuario de Cadeiras, separado por el profundo tajo. Los atardeceres desde el Mirador de Cabo do Mundo son de los más fotografiados. En cada ladera, las vides trepan para poner su fruto en valor… Una experiencia única. Y para finalizar el viaje por las tierras de los antiguos celtas, hay que embriagarse con un vino que tiene denominación de origen desde 1997.
Aquí los viñedos desafían la verticalidad del territorio. A lo largo de los años, los campesinos han ido tallando montañas enteras desde la cima hasta la base para cultivar una de las uvas más comunes de la comarca: la negra Mencía. Para que el visitante pueda conocer de primera mano cómo se producen estos vinos, sus calidades y dar a conocer el engranaje de su mundo, muchas de las bodegas de la Ribeira Sacra organizan visitas guiadas.
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