Gastro pueblos: la toponimia abre el apetito

Hay pueblos que nada más nombrarlos se nos estimula el apetito. Será por su tradición, por su nombre o por sus recuerdos, pero la memoria gustativa a veces es más poderosa que la mejor guía gastronómica. Por eso hay que poner los en valor siempre. Haro es un gastropueblo español por derecho propio. Naturalmente, estamos […]

Hay pueblos que nada más nombrarlos se nos estimula el apetito. Será por su tradición, por su nombre o por sus recuerdos, pero la memoria gustativa a veces es más poderosa que la mejor guía gastronómica. Por eso hay que poner los en valor siempre.

Haro es un gastropueblo español por derecho propio. Naturalmente, estamos en La Rioja, lo que garantiza que podremos beber algunos de los mejores vinos de la geografía del país. Pero los productos de la tierra y la matanza no se quedan en absoluto atrás. Ir de tapas o pintxos por la localidad puede convertirse en una de nuestras actividades favoritas al combinar algo de los dos mundos, incluyendo el turismo cultural.

Chuletas, cordero lechal, pimientos rellenos y morcilla son algunos de los mejores platos que encontraremos en restaurantes como Vega , Los Caños o Beethoven, algunos de sus negocios más reputados.

Burgo de Osma, en Soria, no solo es uno de los pueblos medievales más interesantes para visitar por su patrimonio y legado natural, sino también por su gastronomía. Su catedral gótica es reconocida como una de las joyas del periodo, como también su yacimiento de Uxama, de la época celta y romana. Aquí lo que se cultiva es el cerdo, del que se aprovechan sus carnes para deliciosos platos de cocina tradicional que van desde los torreznos crujientes hasta las chuletas.

También acertaremos con el vino si elegimos una bodega familiar en Vildé que realiza espumosos que acompañan perfectamente las rosadas carnes del cerdo a la brasa.

Lerma, villa con un interesante y rico pasado histórico (imprescindible un buen paseo por su centro), está para comérsela. El duque de Lerma demuestra que ambas cosas pueden fundirse en nuestro paladar, historia y gastronomía. El valido de Felipe III preparaba un excelente lechazo asado a la piedra que ha quedado como el principal plato de esta localidad, el que decenas de restaurantes de primera categoría se han especializado en preparar. Además, Lerma tiene un Denominación de Origen de Vinos del Arlanza, el río que pasa por la localidad. Complementa a la perfección cualquier plato de matanza, caza o carnes del pueblo. Ojo también a sus pastas de anís, perfectas para rematar la jugada.

La localidad de Tolosa no solo tiene un alto valor histórico, sino también gastronómico. Aquí se toman muy en serio sentarse en la mesa a comer: su mercado se celebra cada sábado y suple de productos alimenticios tradicionales los hogares y restaurantes del pueblo. En su casco histórico hay tiendas dedicadas a la degustación de productos locales. Muchos de ellos centrados, naturalmente, en la alubia de Tolosa, un producto de primera traído de América en el siglo XVI, o su delicioso queso Idiazabal de leche de oveja. Los dulces también son una tradición, con sus célebres tejas y los cigarrillos de Tolosa. Todos coinciden en que el lugar ideal para comer ahora mismo es Ama Taberna, donde nos atenderán -y llenarán el estómago- de manera inmejorable.

Villaverde de Pontones es una bonita villa cántabra que podría pasar por ser uno de los múltiples pueblos donde se come bien en esta provincia. Pero además de tener la playa y la montaña a un tiro de piedra, podemos gozar el Cenador de Amós, un tres estrellas Michelín donde el chef Jesús Sánchez desarrolla su propuesta culinaria con una excelente bodega y ubicada en una casona palaciega del siglo XVIII. Este galardonado restaurante utiliza las materias primas del mar y la tierra cántabra de manera creativa y elegante para provocar nuevas sensaciones y experiencias al comensal.

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