Almuñecar, puede presumir de poder ofrecer todo lo que esperamos de una localidad a pie de playa. Sol, playa, ambiente turístico y suficientes actividades de ocio y culturales para llenar nuestra agenda. Su casco antiguo tiene encanto, como también su vida nocturna. El puerto deportivo ofrece un agradable paseo y el castillo de San Miguel, la adecuada dosis de arquitectura y cultura.
A pocos kilómetros, se abre un entramado natural que nos lleva a otro mundo. El Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, que ocultan tesoros preciosos para llenar nuestras horas.
La A-4050, lugar de referencia para ciclistas y moteros, nos lleva hasta Otívar, de nuevo una típica localidad turística andaluza, con todo su encanto rural, su legado musulmán y romano y, además, muy bien situada a los pies del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, perfecto para una excursión bien planificada o bien una más accesible, más casual.
Poder disfrutar de un almuerzo en el Buenavista es casi una obligación. Sus guisos locales y algún plato con las verduras de los productores locales nos da el tiempo suficiente para seguir planificando la ruta.
Los paisajes naturales de la sierra, naturalmente, acompañan en todo momento y la carretera que lleva al Suspiro de Moro. Los nombres que salen a derecha e izquierda invitan a parar. Desde el sendero de los Arboles Petrificados hasta el Mirador de la Cabra. El paisaje es totalmente inesperado y eso lo hace más atractivo.
La misma ruta hacia el interior nos deja en Arenas del Rey, otra pequeña gran joya del turista rural más activo. El municipio, reconstruido hace poco más de un siglo tras un fatal terremoto, se encuentra a orillas del embalse de los Bermejales. El bonito pantano se aposenta entre cordilleras y descubre rutas de lo más interesantes entre el Parque Natural. Pinares, almendros decoran la ribera, donde resultará fácil divisar una bonita fauna de aves acuáticas. Entre todo crea un adecuado contraste ante tanto paisaje montañoso.
Si seguimos por la A-338 nos deja en Ventas de Huelma, una localidad a 30 kilómetros de Granada consagrada a la elaboración de dulces como los roscos de Antón o el bizcocho, así como platos tradicionales de puchero como las papas o las perdices estofadas. Al fin y al cabo, su nombre viene del término árabe walima, que significa convite.
Algo parecido sucede en la Malahá que hace honor a su exótico nombre, de resonancias musulmanas y romanas y quizá el más llamativo de toda nuestra ruta. Este municipio campesino y minero destaca por sus salinas, que crean un ambiente distinto, especial. Tiene una fuente de aguas curativas proveniente de un acuífero subterráneo a alta presión, y está salpicado de pozas y laberintos famosos en toda la región.
Y mirando hacia el sur seguimos la A-385 y la N-323a hasta El Padul, para visitar visitar la iglesia de Santa María la Mayor, una mezquita reconvertida al culto cristiano y que alberga retablos renacentistas de importancia. Un tranquilo paseo por sus calles nos imbuye de ese ambiente distinto, pintoresco, de los pueblos andaluces.
Y llegamos por fin a nuestra parada, final, Salobreña, precioso pueblo granadino dominado por un gran castillo sobre un promontorio rocoso, y que permite divisar las aguas azules de la costa. Por si fuera poco, el castillo nazarí se puede visitar y ofrece un paisaje espectacular que sedujo al mismísimo Washington Irving con sus Cuentos de la Alhambra. Su casco histórico recorrido por fenicios, árabes, romanos y cristianos, nos ofrece muchos rincones a descubrir. Hay que buscar el mirador del Postigo, el Ayuntamiento antiguo y la Iglesia del Rosario para introducirnos de lleno en la vida del pueblo. Una cena en la terraza de El Peseta, nos ayudará a reponer fuerzas despues de tantas emociones.