Por fuera no hay un cambio radical, pero sí se aprecian importantes modificaciones. El frontal es más estilizado, con el capó totalmente liso y una especie de arco bajo la parrilla que se prolonga hasta los faros. En los laterales del paragolpes se han instalado luces diurnas de LED, dando al conjunto una imagen muy similar a la del nuevo Insight. La trasera también es similar a la actual, aunque los pilotos adoptan una posición más elevada y se prolongan por encima del alerón que divide la luna trasera, una solución que se mantiene invariable. El lateral es algo más agresivo gracias a unos pasos de rueda marcados, con unas nervaduras que se extienden hasta el interior de las puertas.
El interior es mucho menos modernista que el actual, si bien el orden de los mandos es casi idéntico. La consola central está ahora más orientada hacia el conductor y acoge más tecnología -en las versiones más equipadas-, aunque el resto continúa la misma filosofía. El volante es más sobrio y el tacómetro digital deja su lugar a uno más tradicional de aguja. Por lo demás es cómodo y amplio para viajar delante, algo que tampoco cambia demasiado.
Si llevamos tiempo hablando de que el nuevo Civic introduce pocos cambios en el exterior y en el interior, lo mismo podemos decir del apartado mecánico, ya que los motores son exactamente los mismos. Esto quiere decir que nos volvemos a encontrar el motor 1.4 i-VTEC de 100 CV y el 1.8 i-VTEC de 140 CV, mientras que en diésel está el mismo 2.2 i-CTDi, pero con 150 CV de potencia en lugar de los 140 actuales. El par es de 350 Nm. La caja de cambios en todos los casos es una manual de seis velocidades, aunque el 1.8 gasolina puede optar por una automática de cinco relaciones.
Más adelante llegará otro diésel de acceso, con una potencia más baja y un consumo que rondará los 4 litros cada 100 kilómetros, por lo que se convertirá en la opción más vendida. Sin embargo, nada se ha oído de la posibilidad de una versión híbrida similar al CR-Z, ni del Type R.
