Los coches voladores no son ni mucho menos un concepto novedoso. Los ‘padres de la ciencia ficción’ como Isaac Asimov o Arthur C. Clarke ya los imaginaban en sus novelas. Incluso en la pequeña pantalla, en dibujos de nuestra infancia como Los Supersónicos, los coches voladores eran una realidad al alcance de familias corrientes.
Lo cierto es que ya existen vehículos capaces de circular por carretera y de echar a volar, pero el concepto de los mismos dista mucho del que podemos ver en la gran o pequeña pantalla: necesitan un aeropuerto para despegar, una cualificación de piloto, así como un enorme desembolso. Es cierto que es un concepto que quiere descongestionar el tráfico, hacer la vida más fácil a las personas. Pero, ¿llegará el momento de su normalización? Es difícil saberlo.
Proyectos como el Terrafugia TF-X o el reciente PAL-V Liberty parecen allanar el camino hacia la normalización de este tipo de transporte. Los presentan como el siguiente paso en el modo de circular, todo ventajas. Pero nos olvidamos de los posibles inconvenientes. Como dijo Elon Musk, los coches voladores podrían aportar más problemas que soluciones. Por ejemplo, habría más contaminación acústica o aumentarían las opciones de que pudieran caer en las ciudades, ocasionando graves daños. Un simple accidente entre dos coches voladores sería catastrófico, con sendos vehículos cayendo en picado. A lo mejor, el remedio es peor que la enfermedad.
- Más información: Audi y Airbus se preparan para probar el coche volador Pop.Up.Next
Por el momento, son vehículos al alcance de los más pudientes, ya que conllevan un enorme gasto en investigación y desarrollo. De la misma manera que un helicóptero —un aparato que ya lleva varias décadas en el mercado—, no baja su precio a niveles permisibles para todo el mundo, a pesar de que su producción es más barata que antes, un coche volador no tendrá tampoco por qué hacerlo. Máxime si atendemos a que, hoy por hoy, se presenta como un vehículo exótico y exclusivo. Solo el tiempo nos dirá si los coches voladores son una realidad de futuro (para todo el mundo) o por el contrario, un capricho heredado de la ciencia ficción.