Tras cruzar toda Europa, Turquía y Siria, llegas a Jordania, que mantiene dos fronteras abiertas: Arava-Eilat en el sur (junto al golfo de Aqaba) y Nehar Yarden, al norte.
La otra opción terrestre es por el norte de África y la frontera egipcia de Taba (en el Sinaí), junto a Eilat . En este caso habrá que asegurarse bien de que podemos atravesar Egipto en un coche particular.
En nuestro viaje, no nos fue permitido salir por este país debido a que nuestro 4×4 era diésel. Sí, curiosa norma… pero real. Otra opción es llegar en barco a Haifa desde El Pireo, en Grecia, con la empresa Salamis Lines, que enlaza una o dos veces a la semana estos puertos, con escala en Lemesso (Limasol) en Chipre.
Para entrar en Israel sólo es necesario llevar pasaporte en vigor y -resistir- el larguísimo y severo interrogatorio de la policía de aduanas. Llegar por tierra con el coche es aún más laborioso, pues además se realiza una completa inspección del coche.
Afortunadamente, Israel está acogido al convenio de la Carta Verde Europea y no es necesario contratar ningún seguro adicional en el país.
Como seguro que sigues con la idea de afrontar este viaje, recuerda que con un pasaporte con sello de entrada en Israel (o de la frontera de Jordania con Israel), no es posible viajar posteriormente por la mayoría de los países musulmanes vecinos.
Por esta razón y tras una concienzuda inspección de pasaportes y un largo interrogatorio, fuimos rechazados de regreso en la frontera de Siria.
Acampada en plena costa del mar rojo
Pasar de la discreta ciudad jordana de Aqaba, a la bulliciosa Eilat, ya en Israel, es como cambiar el día por la noche. Eilat, una especie de Benidorm israelita encajada entre Jordania y Egipto, es una ciudad desinhibida y de diversión, llena de estudiantes y gentes de las grandes ciudades (Jerusalén y Tel Aviv) en busca de sol y descanso.
Los hoteles son carísimos, pero apenas hay plazas libres y las playas principales están llenas de gente durante todo el día. El buen tiempo está garantizado, con un calor sofocante en verano (más de 40º C), pero los jóvenes exhiben su piel al sol sin el más mínimo pudor- ni miedo a las quemaduras.
Los cinco kilómetros de costa hasta la frontera de Egipto son un buen lugar de acampada (están abarrotados) y la plataforma ideal para sumergirse y disfrutar de los increíbles corales del Mar Rojo.
Si eres un amante del submarinismo, aquí tienes el paraíso, con numerosas actividades, empresas y guías que te harán pasar momentos inolvidables.
Desde Eilat sólo puedes poner rumbo norte para explorar el desolado, pero bellísimo, desierto del Negev, el antiguo corazón del imperio de los Nabateos (con capital en la vecina ciudad jordana de Petra) y que constituye el ¡62%! del territorio de Israel.
Olvídate del Sáhara, el Negev es espectacular, lleno de colinas y cumbres rocosas, algunas planicies fértiles y multitud de estrechos desfiladeros y cañones. Un par de carreteras lo cruzan y el resto… a tu disposición.
Algunas zonas están señalizadas para 4×4, incluso con áreas de acampada libre, pero aquí la naturaleza es salvaje y sólo dependes de tus recursos y provisiones.
En algunas áreas marcadas (-No entry. Fire ahead-), mejor ni arrimarse. Los poderosos carros de combate Merkava, que tan tristemente encabezaron los telediarios durante el pasado mes de enero, utilizan este vasto lugar para prácticas de tiro.
No te resultará difícil cruzarte con alguno de ellos, bien rodando a toda máquina y levantando una espesa nube de polvo, o bien sobre enormes semirremolques de transporte.
En las pistas del Negev también es fácil ver Humvee-s y, sobre todo, los omnipresentes Jeep Storm, la versión militar del Wrangler fabricada por la empresa local AIL para las IDF (Israeli Defense Forces).
Los soldados son corteses y van a lo suyo (armados hasta los dientes) y más de una vez compartimos la sombra de unas acacias durante la hora de la comida.
En el desierto del Negev es fácil encontrar a las tropas israelíes de maniobras con los carros Merkava y los Jeep Storm.
La costa de Eilat, en el Mar Rojo, se llena de turistas que disfrutan del baño y los corales del fondo, siempre con la ciudad jordana de Aqaba, al fondo, y la presencia de la armada hebrea siempre vigilante.
Es fácil practicar el 4×4 en tierra santa
El Desierto de Negev resulta ideal para la práctica de actividades al aire libre, como el senderismo o el ciclismo de montaña, pero también hay grandes espacios donde se puede disfrutar a tope de la conducción todoterreno.
Multitud de caminos y pistas recorren este desierto y muchas de ellas están perfectamente señalizadas para el 4×4 en su cruce con alguna de las carreteras (pocas) principales que lo recorren.
Este desierto es muy montañoso y aquí no encontraremos ni grandes planicies, ni dunas o extensiones de arena, como en el Sahara, o en el vecino desierto de Wadi Rum, en Jordania. En algunos puntos el Negev llega hasta las mismas orillas del Mar Muerto y entonces nos encontraremos a 400 metros bajo el nivel del mar.
Aventurarse en este inhóspito territorio obliga a ir bien preparado, tanto con agua y vituallas como con un vehículo fiable, pues ciertas zonas se encuentran realmente despobladas y las temperaturas en verano pueden superar los 50º C.
Como la extensión total es limitada, las posibilidades de perderse resultan realmente remotas y en la mayoría del desierto se dispone de cobertura de telefonía móvil. Tampoco es necesario disponer de gran autonomía, pues las distancias más largas difícilmente superarán los 200 kilómetros.
Si no puedes llevar tu propio todoterreno, la opción más interesante es el alquiler. Con base de operaciones en Eilat,
numerosas agencias prevén excursiones guiadas por el Negev.
El Muro de las Lamentaciones (único vestigio del Templo de Salomón) concentra las oraciones de los judíos. A la izquierda se observa la Mezquita de la Roca y al fondo, el Monte de los Olivos.
En la piscina con judíos ortodoxos
Makhtesh Ramon (cráter Ramon) es una espectacular falla geológica de enormes dimensiones que se extiende justo a los pies de Mitzpe Ramon, una ciudad con tristes edificios de hormigón, erigida a toda prisa para alojar a numerosos judíos llegados de Rusia y que ahora sufre la falta de mano de obra barata palestina (expulsada detrás del Muro).
La presión de los judíos ortodoxos aquí es extrema y, cuando intentamos disfrutar de la piscina pública (después de varios días en el desierto, bañarse parecía una buena idea), fuimos obligados a separarnos, pues hombres y mujeres disponen de horarios diferentes para el baño.
Continuando hacia el norte visitamos BeerSheva, la capital del Negev, con las terrazas y centros comerciales llenos de soldados, con sus fusiles de asalto M16 al hombro, disfrutando del fin de semana libre.
El servicio militar es obligatorio al cumplir los 18 años (los chicos deben estar tres años, mientras que las mujeres, -sólo- dos). Al finalizar, todos pasan a la reserva, con un mes cada año de instrucción militar y disponibles para entrar -en acción- hasta cumplir 43 años.
A 400 metros bajo el nivel del mar
Desde BeerSheva tienes dos opciones, bien hacia el oeste para buscar las bellas playas mediterráneas de Ashquelon, Ashood y finalmente la bulliciosa Tel Aviv, o girar hacia el Mar Muerto. Un baño en sus calentísimas aguas, saturadas de sal a más de 400 metros bajo el nivel del mar, es una experiencia fascinante.
La visita de Jerusalén te llevará una buena parte de tu viaje y mucho mejor que dejes tiempo, pues esta ciudad no se digiere fácilmente. Con su convulsa y dilatada historia, Jerusalén aglutina credos y religiones como ninguna otra ciudad en el mundo.
La visita al muro de las lamentaciones, sobre todo por la noche, con los judíos leyendo sus plegarias tocados con el Kippa (el gorro judío) e introduciendo papelitos con sus deseos en las grietas del muro, remueve tus sentimientos e invita a la reflexión.
Los judíos ultraortodoxos (haredi), fácilmente reconocibles por sus largas patillas con coleta y el sombrero negro o streimel en los hombres y las faldas largas y estilo medieval en las mujeres, son aquí mayoría. Son un grupo aparte que normalmente no trabaja, ni hace -la mili-, pues hasta los 42 años están estudiando religión en la escuela.
Entre tanto reciben subsidios del Estado y se dedican a procrear y a cuidar la familia. A medida que la población ultraortodoxa crece (con más de cinco hijos de promedio por pareja), sufren rechazo del resto de la población que trabaja, paga impuestos y debe acudir al servicio militar obligatorio.
Con el crecimiento imparable de los haredi, la heterogénea población de Israel se va escorando hacia posiciones más intransigentes con los no judíos.
A sólo 80 kilómetros, Tel Aviv es otro mundo y aquí difícilmente verás sombreros negros y faldas largas y sí jóvenes con aspecto muy europeo disfrutando en la arena en su bellísima playa, o sentados en sus numerosas terrazas, sobre todo el Shabbat, el día de descanso judío.
Es célebre su mercado Carmel, abarrotado de gente y de productos frescos, y muy agradables los paseos por sus amplios y bien arbolados bulevares, como el de Rothschild, también con agradables terrazas siempre llenas de gente.
Tras un interesante itinerario por la verde y rica región de Galilea, con abundantes yacimientos arqueológicos romanos, musulmanes, cruzados y otomanos, nuestro viaje termina en la bella población de Haifa, desde cuyo puerto saldremos rumbo a Chipre.
Además de coquetos barrios antiguos como German Colony, Haifa alberga el Baha-i Garden, el centro espiritual de esta religión, aparecida en la segunda mitad del siglo XIX. Su credo principal está basado en la igualdad y también toma en consideración a profetas como Abraham, Moisés, Jesús, Buda y Krishna.
Se calcula que hay unos cinco millones de fieles, en más de 200 países. La tradición manda que todo Baha-i debe peregrinar a Haifa y ascender los 1.400 escalones de los Jardines Baha-i, situados en la ladera del monte Carmelo, al menos una vez en la vida.
¿Qué pasa en palestina?
Debido a razones históricas y guerras recientes, los territorios palestinos son en realidad dos regiones geográficas: Cisjordania (West Bank en inglés) y la franja de Gaza, ambas separadas por unos 50 kilómetros de territorio de Israel.
En la práctica, para un palestino es muy difícil, por no decir imposible, viajar de Gaza a Cisjordania. Gaza es un pequeño territorio de 45 kilómetros de largo, por 10 de ancho (de ahí el nombre de -franja-), que se extiende a lo largo de la costa mediterránea, lindando en el sur con Egipto.
Está densamente poblada, con más de 1.400.000 habitantes, que malviven gracias a la ayuda internacional en ocho campos de refugiados y tres ciudades. Según los datos de la ONU, más de un 78% de su población sobrevive con menos de dos dólares al día.
Gaza estuvo ocupada por el ejército israelí durante 38 años, hasta que se retiraron en 2005 tras los acuerdos que pusieron fin a la primera intifada (la protesta de los palestinos contra los judíos).
Tras las elecciones de enero de 2006, limpiamente ganadas por Hamas, la comunidad internacional, encabezada por EE.UU. (con el apoyo incondicional de Israel), no aceptó los resultados y se alimentó una miniguerra civil, donde finalmente Hamas controló la Franja de Gaza y Al-Fatah (el partido fundado por Arafat), Cisjordania.
Como respuesta a la victoria de Hamas en Gaza, la ayuda internacional fue detenida, el ejército israelí bloqueó todas las fronteras (incluso la costa) y Gaza quedó aislada del mundo. Aunque en los mapas de Israel que se venden en el país figuran las carreteras de Gaza, durante nuestro viaje del verano de 2008 no pudimos entrar, pues el ejército israelí sólo concedía visados a
diplomáticos y organizaciones humanitarias.
La mayor parte del teórico estado Palestino es Cisjordania, con 2,5 millones de habitantes, donde sí que pudimos movernos con libertad, previa revisión a fondo de nuestra documentación y del coche, cada vez que cruzamos los puestos de control en -el muro- (para un palestino estos controles pueden representar horas de espera).
Aunque durante nuestro viaje vimos a policías palestinos (sin casco) sobre relucientes motos Honda Deauville (fabricadas, por cierto, en España), o incluso sobre impecables Santana Aníbal, la realidad es que Cisjordania ha estado ocupada por el ejército de Israel desde 1967 y los soldados israelitas controlan todas sus fronteras.
Es más, a partir de la creación del vergonzoso -muro- (más de 400 kilómetros), no es posible viajar por carretera del sur de Cisjordania; por ejemplo, desde Belén hasta Ramallah, la capital, 30 kilómetros más al norte.
Al margen de la terrible situación diaria, en Palestina sólo encontramos gente amable con una tremenda alegría y ganas de vivir. Las calles de Ramallah estaban abarrotadas degente y los bares y restaurantes, llenos hasta la bandera.
En la ladera del Monte Carmelo, en Haifa, se encuentran los jardines Baha-í, lugar de peregrinación obligatoria para los fieles de esta religión.
Jerusalén, triple Ciudad Santa
La visita a esta histórica población milenaria ya vale por sí sola el esfuerzo del viaje. Más que una capital, Jerusalén es la ciudad sagrada y el centro espiritual de las tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo y el islam.
Durante sus más de 3.000 años de historia, los fieles han dejado aquí un legado que en gran medida ha llegado hasta nuestros días. Paseando por la ciudad antigua, puedes encontrar cristianos rezando silenciosamente en la Iglesia del Santo Sepulcro (un lugar de gran sentimiento), judíos bailando y elevando sus plegarias en el Muro de las Lamentaciones, y musulmanes en plena ablución en la Mezquita de Al-Aqsa.
Cualquiera que sea tu religión, te resultará difícil no emocionarte mientras paseas por sus estrechas calles y te sientes parte de su historia.
Sólo con pensar que por estos escenarios han pasado los reyes David y Salomón, quien construyó el primer templo (año 950 a.C.), del que sólo queda el Muro de las Lamentaciones, o que el gran Alejandro Magno levantó aquí su espada tras la conquista de la ciudad en el año 331 a.C., ya se te pone la piel de gallina. Pero por aquí también han pasado romanos, bizantinos, persas…
Los Cruzados conquistaron Jerusalén en el año 1099 y en nombre del Papa pasaron a cuchillo a todos sus habitantes, estableciendo un reino que sólo duro 100 años. Fueron derrotados por el legendario Saladino, al mando de los mamelucos, bajo cuyo mandato la ciudad vivió siglos de gran esplendor.
En 1517 los otomanos anexionaron Palestina y Jerusalén a su imperio y de esta época y los tres siglos posteriores son las murallas que hoy podemos visitar, obra del sultán Suleimán el Magnífico.
Las dos guerras mundiales elevaron las tensiones en la ciudad debido a las fricciones nacionalistas entre judíos y musulmanes.
Y, tras la retirada de los británicos, la ONU fue la encargada de supervisar la situación. En 1948 se desata la primera guerra árabe- israelí y el resto, con el establecimiento de la nación de Israel, ya es conocido.
Puerta de Damasco, en la muralla de Jerusalén construida por Suleimán el Magnífico en el siglo XVI.
Cripta de la Iglesia de la Natividad en Belén, en Cisjordania.
La Iglesia del Santo Sepulcro es uno de los principales centros de peregrinación cristianos de Jerusalén.
Este muro (de 400 kilómetros de longitud) construido por Israel supone la separación efectiva de los territorios palestinos de Cisjordania.
En los puestos fronterizos entre Israel y Jordania (arriba) se puede comprobar que, como en todo el país, las indicaciones están en hebreo, inglés y árabe. En Jerusalén (izquierda) podemos seguir los pasos de Cristo en este Via Crucis.