La verdad es que…

La pérdida de respeto a la verdad nos permite hablar en su nombre en todas las conversaciones públicas y privadas. Continuamente, como un latiguillo de apoyo, antes de emitir un juicio, una valoración o un comentario se dice -la verdad es que…- como queriendo revestir de autenticidad respetable los conceptos a comunicar a nuestro interlocutor […]


La pérdida de respeto a la verdad nos permite hablar en su nombre en todas las conversaciones públicas y privadas. Continuamente, como un latiguillo de apoyo, antes de emitir un juicio, una valoración o un comentario se dice -la verdad es que…- como queriendo revestir de autenticidad respetable los conceptos a comunicar a nuestro interlocutor o atento público escuchante.

La comunicación de la verdad me preocupaba desde mis comienzos periodísticos. Siempre consideré la verdad como elemento imprescindible en cualquier tipo de información, hasta la política y la publicitaria, pues de todo me ha tocado hacer en la profesión. En mis comienzos, y durante muchos años, confié en la fotografía como captación de imágenes verdaderas, pero hoy nos obliga a desconfiar la falsificación del Photoshop, algo impensado por mi bisabuelo Luis Tarszeñski de Lipa, un introductor de la fotografía en España, concretamente en Sevilla, como maestro del daguerrotipo. Entre mis tareas periodísticas practiqué la caricatura como ilustración de mis propias entrevistas, pero, palabra de honor, en lugar de ridiculizar a mis personajes les captaba en síntesis de líneas. Pongo por testigos a mis caricaturizados, pues muchos viven todavía y podrán confirmar la realidad de mis -retratos-.

Precisamente por amor a la verdad decidí dedicarme profesionalmente a la información del Motor. Anteriormente había tomado al oído los sorteos de la Lotería Nacional -500 pesetas por sesión durante los años 50-, pero ni por error hubo reclamaciones. En otros periódicos (el mío era -Pueblo-) sí hubo quien pretendió cobrar al diario la desilusión provocada por un fallo de transcripción. El Motor me ilusiona porque en su información sólo cabe la verdad matemática, sin lugar a dudas, por los resultados necesariamente precisos de las características mecánicas, por la valoración de los precios y descuentos, necesariamente exactos y con propósito de enmienda si se escapa un error. Cualquier otro periodismo se presta más a la opinión como complemento informativo y produce la consternación de chocantes diferencias en algunos temas, según se lea en un diario o en el de enfrente.

Aprovecho la ocasión para aplaudir a todos nuestros colegas en el Motor, alentándoles a seguir apoyando a esta industria y a todas las empresas complementarias de comercio o servicios.

La verdad es que… mientras muchos sectores no saben cómo salir de la crisis, el automóvil destaca en las informaciones económicas por los crecientes resultados positivos de muchas marcas, a pesar de los descensos de ventas en algunos países.

La verdad es que… el automóvil es mucho automóvil como aportación indiscutible al desarrollo de los pueblos. Esta es mi convicción y la de cualquier otro entusiasta del Motor. No obstante, la repetida muletilla de -la verdad es que…- nos mueve a recordar el silencio de Jesús cuando Pilato le preguntó -¿Qué es la verdad?- y se volvió hacia los judíos sin esperar la respuesta.

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