Aunque pueda parecer absurdo y lo normal es que su influencia sea mínima por todo lo que os vamos a contar, lo cierto es que la lluvia puede afectar al consumo de tu coche. De hecho, puede influir de manera positiva y negativa, de manera que unas pueden contrarrestar a las otras.

Empecemos por o más sencillo. Cuando llueve, lo normal es que pongamos las luces, los limpiaparabrisas y, si no lo llevamos conectado, el sistema de climatización. Es más, con la humedad, hasta es recomendable conectar el aire acondicionado para evitar que las lunes se empañen, y también es posible que en algún momento dado activemos la luneta térmica.
El funcionamiento de todos estos elementos eleva el consumo del coche, pero tranquilos: la cifra es muy baja. Y, como además los conectaremos sólo durante el rato que llueva, lo normal es que ese aumento de consumo sea de unos escasos céntimos de euro.
Lo que también tiene una incidencia directa en el consumo es la presencia o no de charcos. Cuantos más charcos haya, y más deprisa circulemos, más resistencia tendrán que vencer nuestros neumáticos, por lo que para mantener una misma velocidad, tendremos que acelerar más.
Además de la velocidad, en esto también influye la anchura de nuestros neumáticos (a mayor anchura, mayor freno), la presión que llevemos (cuanto más elevada, menos consumo) y hasta su estado (cuanto más nuevos, mejor drenarán y menos nos frenarán).
Sin embargo, si no hay charcos y el asfalto está húmedo, el agarre es menor y, por tanto, no hará falta acelerar tanto para mantener una misma velocidad.

En cualquiera de estos dos casos, de nuevo, las diferencias son mínimas y, dado que una se contrarrestra con la otra, lo más probable es que el consumo del coche se quede como está.
Otro aspecto a tener en cuenta es el viento. Si la lluvia es torrencial y hay fuertes rachas de viento, nos podemos encontrar con una mayor resistencia al avanzar… o todo lo contrario en caso de que el aire nos empuje por la parte posterior. De nuevo, esto podría tener una incidencia en el consumo, pero lo normal es que no sean demasiados kilómetros los que vayamos a conducir en estas circunstancias. Lógicamente, a mayor velocidad, mayor freno.
Por último, está la velocidad. Y es que, cuando llueve, puede ser recomendable reducir la velocidad, y lo normal es que así lo hagan los conductores. A menor velocidad, por tanto, menor consumo también de carburante… o no, pues en las grandes ciudades, el aumento del tráfico termina provocando más atascos, un tipo de circunstancia en el que los coches consumen más carburante, si son motores térmicos (en el caso de un híbrido o un eléctrico, ocurriría al contrario.
Como vemos, existen numerosas variables que puede afectar al consumo del coche. Pero, dado que son cosas puntuales y puede ser a favor o en contra, lo normal es que no nos lleguen a afectar de forma notable.
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