En primer lugar, pasemos revista a las pruebas de montaña. Los enclaves favoritos de Ford para llevar a cabo estos tests son los Alpes austríacos y la carretera «Grossglockner», junto a la montaña más alta de los Alpes austríacos. El objetivo de un test de altitud com0 éste es comprobar que el Focus es capaz de rendir perfectamente a una altitud de 2.504 metros -el punto más alto de la Grossglockner-. Al igual que, debido a la falta de oxígeno, una persona tiene más dificultades para respirar en esas alturas, un coche lo tiene más difícil para entregar todas sus prestaciones.
Bernd Herwelling, ingeniero de integración de vehículos de Ford, pasó dos semanas carretera arriba y carretera abajo, a un ritmo de unos 200 km. diarios, con el objetivo de recoger la máxima cantidad posible de datos sobre el comportamiento del coche en estas pendientes y altitudes. Con el llevaba a otro ingeniero, Markus Polle, encargado de monitorizar todos los datos, y tres garrafas llenas de lastre como pasajeros, probando así cómo se comporta el vehículo con la máxima carga.
Cuando Bernd y Markus alcanzan la cima, es hora de apagar el motor y colocar un deflector de viento sobre el capó, con el que se retiene el calor que hay bajo él. Durante la bajada, será el turno de examinar los frenos.
Un último test consiste en colocar el remolque más pesado posible e iniciar el ascenso a 30 km/h. Esto hará trabajar al sistema de refrigeración hasta límites insospechados, ya que al ir a menor velocidad, succionará menos aire. El Focus tendrá que aguantar el peso hasta la cima, arrancadas en pendiente incluidas.
Éstas son sólo algunas de las «perrerías» que se le hacen a un vehículo antes de ser lanzado al mercado, todo por la satisfacción de sus futuros conductores. En total, más de cien canales electrónicos monitorizan cada aspecto dinámico del próximo Focus.
Las pruebas se efectuaron con la versión 1.6 EcoBoost de inyección directa.
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