La ubicación del intercooler no siempre es la más indicada desde el punto de vista del uso fuera del asfalto. Con la generalización de los sistemas de climatización, de recirculación de gases de escape, de servodirección, ABS, etc., el vano motor de los vehículos está cada vez más lleno de manguitos, cables y radiadores, de forma que la ubicación de alguno de los órganos mecánicos no suele resultar adecuada para salir al campo.
Dos son los problemas que nos puede acarrear una mala ubicación del intercooler por parte del fabricante del vehículo. La primera es la facilidad para que dañemos físicamente este elemento, mientras que la segunda es que se pueda ensuciar de barro, limitando su rendimiento de forma considerable.Si el intercooler está ubicado encima del motor y cuenta con una buena toma dinámica de aire fresco, su rendimiento será optimo, a condición de que mantengamos un mínimo de velocidad en el vehículo. En esta posición, el riesgo de avería por intrusión de una rama o por el daño de una piedra es prácticamente nulo. Sin embargo, en zonas trialeras, en las que el efecto dinámico de la toma de aire es nulo, su rendimiento decae.
Cuando el intercooler va ubicado delante del radiador del agua y del condensador del aire acondicionado, el rendimiento es elevado porque disfruta de la entrada de aire fresco que le proporciona estar en el frontal del vehículo y, además, en trialeras el aire aspirado por el ventilador del radiador pasa primero por él. Pero no todo son ventajas. Esta disposición obliga a que el aire llegue caliente y en menor cantidad al condensador del aire acondicionado y todavía más al radiador del motor, obligando a sobredimensionar estos dos últimos elementos para no tener problemas de temperatura.
Intercooler bajo el radiador
Para evitar estos últimos problemas, algunos fabricantes recurren a situar el intercooler en la parte inferior del frontal –como el actual Mitsubishi Montero– o bien en un lateral –caso del Suzuki Jimny–. Con esta ubicación, se resuelven los problemas de refrigeración, pero surge otro derivado de la conducción todoterreno propia de este tipo de vehículos. Así, una rama o el abordaje de una duna complicada, por citar un par de ejemplos, nos pueden dejar con el intercooler fuera de servicio.
En época de lluvias, el problema puede surgir por la acumulación de barro en el intercooler, de forma que su rendimiento descienda bruscamente… Ante este escenario y teniendo en cuenta que el intercooler es un radiador por cuyo interior circula el aire comprimido en el turbo, el mantenimiento se reduce a verificar que no presenta daños, comprobar que no tiene fugas en sí mismo o en los manguitos de entrada y salida de aire. Por último, debemos comprobar que está limpio de barro o restos vegetales.
Para limpiarlo, el mayor problema puede residir en acceder a él, lo que nos puede obligar a desmontar el parachoques. Una vez desmontado, procederemos a limpiarlo con agua a baja presión para evitar doblar las láminas de aluminio que favorecen el intercambio de calor entre el aire exterior y el interior. Debemos extremar las precauciones para evitar que entre agua al interior del intercooler, para así impedir que más tarde llegue al interior del motor.
Ten en cuenta que la presencia de una fina capa de grasa en el interior del intercooler es normal, ya que se produce por la condensación de vapores de aceite producidos por el motor y licuados al contacto con la superficie más fría del intercooler. Usar un quitagrasas no abrasivo puede ser una buena idea.
Una vez que hayas acabado con el barro y la grasa, es recomendable que esperes a que el intercooler esté completamente seco para montarlo, especialmente si no has tenido la precaución de tapar la entrada y la salida de aire y crees que ha podido quedar algo de agua en el interior. De ser así, el agua podría llegar a las cámaras de combustión y causar una avería.