En teoría…
Para medir la potencia del motor de un coche sin desmontarlo se emplea un banco de potencia. La prueba se realiza en dos etapas. En la primera, se mide la máxima fuerza con la que el motor es capaz de acelerar, empleando las ruedas, una masa ‘conocida’ –por lo general un par de rodillos muy pesados sobre los que rueda el coche; de ahí que estos aparatos también se conozcan como ‘bancos de rodillos’–. Durante la segunda fase, se pone el cambio en punto muerto y se deja que los rodillos vayan perdiendo velocidad mientras se registra la potencia que consume el sistema de transmisión debido a sus fricciones internas.
En la práctica…
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Hemos utilizado el banco de potencia de Demac. Es apto para coches de tracción delantera, trasera o total de hasta 800 CV y sobre él se pueden alcanzar más de 300 km/h… sin moverse del sitio.
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Se comienza posicionando el coche a los rodillos. Si, como en este caso, el coche es de tracción delantera, la pareja de rodillos del eje trasero no se emplea.
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Después, el coche se asegura con eslingas y se coloca frente en la parte delantera un gran ventilador que simula el flujo de aire que entraría al vano motor si estuvieramos circulando por una carretera real.
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La prueba se realiza en la marcha con la relación de transmisión más próxima a 1:1 porque es la marcha que ofrece las mínimas pérdidas por fricción. En coches con cinco velocidades, suele tratarse de la cuarta -y por eso, se la suele denominar la marcha ‘directa’-.
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Para que el banco pueda deducir la velocidad de giro del motor a partir del giro de los rodillos, hay que calibrarlo siguiendo unas sencillas instrucciones a través de un ordenador.
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Llegó el momento. Engranamos la marcha -en este caso 4ª-, dejamos que las ruedas comiencen a girar con el motor a punto de calarse… y pisamos hasta el fondo el acelerador. El motor comienza a ganar velocidad, la aguja del velocímetro comienza a subir y, ‘al volante’, notas nítidamente cómo al coche le cuesta luchar contra los rodillos.
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Cuando la aguja del cuentavueltas se acerca a la zona roja, te preparas para pisar el embrague o, si el cambio es automático, pasar la palanca a la posición N. Debes hacerlo justo antes de que la mecánica alcance su régimen máximo, para evitar los tirones que produce el alcanzar el corte de inyección.
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En cuanto pones punto muerto, puedes soltar el acelerador. A partir de ahí, el banco comienza a registrar la curva de pérdidas. La operativa dura un par de minutos, durante los que los rodillos arrastran con su inercia a las ruedas y éstas giran igual que lo harían si dejaras al coche llanear sin una marcha metida.
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Al final, obtienes una curva detallada como esta.
Así es el proceso, paso a paso