BMW parece que quiere volver al origen, y la primera intención la tenemos con el Mini Rocketman, un prototipo de 3,40 metros de longitud con una configuración de 3+1 asientos. Estéticamente tiene el sello inconfundible de Mini, aunque vemos muchas soluciones de diseño que nunca podrán llegar a producción, como los pilotos traseros en forma de agarradera. Otras son no menos llamativas, como las puertas semibasculantes con bisagras dobles -abren de manera paralela al coche-, el techo de cristal con la bandera británica a base de diodos LED o el maletero con apertura doble: una parte hacia arriba y otra de tipo cajón, que sale un total de 35 cm. La carrocería está fabricada en fibra de carbono -un material también presente en los tapacubos- y visible claramente visible en la parrilla o los pasos de ruedas.
El interior no es tan futurista como otros prototipos, y en él se respira una clara atmósfera Mini. La tapicería de piel y las superficies de pintura brillante se combinan con apoyabrazos y listones embellecedores de papel especial. El cuentarrevoluciones y el ordenador de a bordo se encuentran en un instrumento situado encima del volante, donde también se integra el Head Up Display para proyectar información en el parabrisas. La gran instrumentación central ofrece información en 3D y el volante cuenta con una especie de joystick que permite controlar diversas funciones.
Más allá de analizar el concept en sí, lo realmente interesante es que Mini mira a su pasado para fabricar modelos más pequeños. No sería raro que estos utilitarios utilizaran también las tecnologías limpias de la nueva submarca BMW i, por lo que un Mini híbrido o eléctrico no sería ninguna rareza.