Prueba Ducati Scrambler Café Racer: Capuchino a la boloñesa

Daniel Navarro
Daniel Navarro

Quizá no sea buena idea mezclar un café capuchino con una salsa boloñesa. Otra cosa será que desde Bolonia, sede de Ducati, se interprete a su manera lo que debe ser una Scrambler Café Racer actual. Os puedo asegurar que el resultado sí sabe bien.


A la vista está que esta receta resulta más apetitosa aplicada a la moto que a lo gastronómico; mira las fotos y verás. Reconozco que algunos podréis pensar que en el fondo no es más que otra Scrambler de Ducati y que son todas espectaculares, pero similares, al menos de base la misma moto pero vestida de formas diferentes. Y tendréis razón, pero solo en parte.

Es evidente que el punto de partida es el mismo. Las Scrambler, como sabéis, siempre surgen de tres plataformas, además, muy similares entre ellas. Existe la pequeña Sixty, con motor de 399 cc y más económica; después las 803 cc; cinco modelos, todos ellos de diferente estilo pero con la misma base, el epicentro de la gama; y por encima las grandes 1100, ahora con tres modelos conformando esta serie. Esta Scrambler Ducati Café Racer es una de esas 803 que son mayoría en la familia italiana. Resulta un ejemplo ideal para demostrar la opinión general sobre esta serie: a poco que cambies la posición de conducción de una moto y pocas cosas más, la moto cambia de arriba abajo.

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Yo he perdido la cuenta de cuántas Scrambler de Ducati he probado. Entre unas y otras, al menos van cuatro modelos diferentes de las 800 y un par de las 1000. Siempre me sorprende con ellas ese cambio de sabor que implica subirse a ellas y, sobre todo, que siempre me gusta el nuevo matiz que encuentras. Te subes a ellas con aquello en la cabeza de «ya la he probado, aunque fuese otra versión«. Y te bajas con una sonrisa y la sensación de «pues no, esta no la había probado, porque es diferente». Te aseguro que, además, en el caso de la Café Racer esa sonrisa ha sido más pronunciada que nunca: es divertida, polivalente, agradable y muy bonita.

Recuerdo especialmente otra de las Scrambler que probé: la Desert Sled. Ducati había sido capaz de hacer una auténtica trail partiendo de una moto tan poco apropiada como las Scrambler. En la carretera anda bien, como era de esperar, pero tampoco va nada mal en el campo -un tanto dura de suspensiones para mi gusto, como me suele ocurrir con las trail actuales- e incluso te permitía algunas alegrías metiéndote en lo que podría parecer complicaciones innecesarias con una moto de casi 200 kilos. Ahora, con la Cafe Racer la sensación es parecida. Es una Scrambler, y por ponerle semimanillares y colín no se va a convertir en una deportiva. Sin embargo sí lo es, pero una deportiva muy especial. Quizá no sea capaz de hacer vueltas rápidas en un circuito, pero sí permite ir muy deprisa en curvas y pasártelo muy bien, con sensación de conducción deportiva eficaz, precisa y, sobre todo, de poder exprimir todo el potencial del motor de aire de Ducati, con buena parte ciclo. Asimismo, como casi todas las Scrambler, todo ello sin ser incómoda, sin limitar sus posibilidades como moto de diario, por lo que puedes utilizarla todos los días, en cualquier escenario. Tanto en la carretera como en ciudad o autovía.

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CÓMO ES LA SCRAMBLER DUCATI CAFÉ RACER

Es un perfecto ejemplo Scrambler Ducati. Ya sabes, con chasis tubular y motor de aire de 803 cc. A partir de ahí toda la parafernalia de carrocería, decoración y equipamientos que marca la diferencia con sus hermanas de gama. Solo esas diferencias, sobre el papel mínimas, determinan un carácter muy especial y diferente. Valga la redundancia.

Ducati fue muy inteligente desarrollando esta segunda marca que engloba su gama de estilo neo-retro. No solo por distanciarla de la gama normal, dándole mayor protagonismo y dotándola de personalidad propia, también porque supo aprovechar al máximo su tecnología más básica: motores «desmo» en L, con estructuras tubulares sobre ellos para anclar dirección, subchasis y con un basculante también anclado directamente a la parte trasera del motor. No solo son tecnologías muy conocida para la marca de Borgo Panigale (un barrio de Bolonia, por cierto). Es conocida su fiabilidad, le da a la moto un aire inconfundible tanto en parado como en marcha, y es perfecta para desarrollar esta gama, además de disponer de ella en varias cilindradas. No hay mucho que contar de un motor tan conocido: 803 cc, aire, distribución desmodrómica (las válvulas se cierran con levas en lugar de muelles o sistemas automáticos de cierre), con dos válvulas en cada culata para ofrecer 73 CV a 8.250 rpm y un par de 67 Nm a 5.750 rpm. Esta versión es Euro 4 y será, en breve, Euro 5.

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El chasis es el rígido y clásico en Ducati. La parte ciclo está a buen nivel para aprovechar esta característica de sus chasis, montando una horquilla invertida de 41 mm firmada por Kayaba y un monoamortiguador progresivo detrás, regulable en precarga, de la misma marca japonesa. Las llantas son de radios y equipa de serie neumáticos Pirelli Diablo Rosso III, de muy buen agarre y tacto. El equipo de frenos se compone de un único disco de 330 mm delante y otro de 245 mm detrás, con ABS que incluye asistencia en curvas más pinza y bomba radial firmadas por Brembo. Para una moto de 73 CV, como ves, es más que suficiente y así se demuestra andando.

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El equipamiento está a la altura. Incorpora un cuadro digital LCD, pequeño y desplazado a la derecha, en un «cockpit» minimalista, con la llave centrada y con la tija superior casi como elemento principal. Es bastante completo, pero de lectura justa: es pequeño, insisto, en una moto en la que a veces vas un poco tumbado, a veces levantado, y cuesta un tiempo acostumbrarte a buscar con la mirada la información que buscas. El depósito, el marco del cuadro y algún otro detalle son intercambiables, de forma que puedes personalizar tu Scrambler, algo intrínseco a la filosofía de esta marca, y como diferencias principales con el resto de sus parientes, la Café Racer monta semimanillares, retrovisores de aluminio, placas laterales con dorsales, asiento con tapa y, por supuesto, esas preciosas llantas de radios con el aro negro. La decoración de la carrocería de serie, en plata, con detalles en azul y esos logos absolutamente «setenteros» son de indudable y acertada inspiración Ducati Super Sport de los años 70, una de las motos más míticas de la marca Italiana.

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CÓMO VA LA SCRAMBLER DUCATI CAFÉ RACER

Esta moto «engancha». Es divertida y muy bonita, a lo que se une una facilidad de uso en el día a día que no esperas en un modelo con semimanillares. Cuando la ves por primera vez da sensación de ser más cansada, que vas a cargar peso sobre muñecas y espalda, de lo que realmente es. Por otro lado consigue otra de esas cosas que algunos de nosotros, los que ya vamos teniendo más años, nos puede resultar fascinante. Es algo que reconozco que Ducati -también Moto Guzzi– sabe hacer muy bien: avivarte el recuerdo de «motos pasadas».

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Si tienes mi edad (52) o algo más, si viviste aquellas Ducati de la época Cagiva, sus SS, 851, 916 o las primeras Monster, recordarás lo que significaban: un chasis y una parte ciclo excepcional, rígida, muy firme y precisa, pero algo dura, y un motor que no corría como la competencia japonesa, salvo a base de más par, ruidos mecánicos, tosquedad y brusquedad, pero de eficacia total en pista. Todo ello aderezado por un sonido muy particular, por una forma de ser única, Ducati. Te encantaba o lo odiabas.

Pero eran grandes motos. Quítale toda la parte negativa a esta descripción, guarda lo bueno, agranda esa parte indescriptible de personalidad Ducati y tienes «eso» que engancha en esta Scrambler Café Racer: recuerda a una Ducati de las de siempre. Sin embargo es mejor en todo que aquellas. Ya no hay ruidos de embrague «corta-zanahorias», vibraciones o fugas de aceite por el sensor de presión de aceite, tomado de un Fiat 127 (el que llevaban las SS y las Monster). Y sigue ahí el sonido a bicilíndrico poderoso, la respuesta en todo el recorrido del cuentavueltas, la precisión de dirección y chasis que permite pisar exactamente donde quieres. En definitiva, esa preciosa sensación de, como se decía antes, «ducatear» en las curvas, entrando con el motor bajo de vueltas y abrir en pleno ápice, apuntando exactamente hacia donde quieres ir, con total sensación de control.

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Esta Café Racer tiene todo eso en común con el resto de la gama Scrambler, pero multiplicado. En el fondo, el manillar ancho o las suspensiones largas de la Desert Sled, por ejemplo, maquillan un tanto esas sensaciones, al igual que en una Icon, con posición de conducción más relajada. En carretera vas tumbado, sin ir incómodo, con la cara pegada a la tija delantera y las manos bajas. Eso te da la sensación de ir cargando el peso sobre la rueda delantera (como realmente sucede) y aporta seguridad y buen tacto al pilotaje, lo que permite llevar la moto muy deprisa, con confianza. Por supuesto, unos frenos con un tacto bastante deportivo, suspensiones más bien firmes y el buen hacer de los Pirelli Diablo ayudan mucho en ello. Es fácil sacarle el jugo a los 73 CV del Desmo de aire y hacer que parezcan muchos más (otro de los recuerdos de las Ducati de los 90), divirtiéndote de lo lindo. Lógicamente, todo tiene su límite: en vías rápidas la falta de protección aerodinámica te obligará a seguir tumbado sobre el depósito, si no quieres que el aire te «descabece» con la facilidad que se hace con una gamba a la plancha. Eso sí, tumbado, la pequeña cúpula que rodea el faro hace más de lo que parece.

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En ciudad, un entorno donde los semimanillares suelen ser incómodos, la Scrambler sabe comportarse y es suficientemente confortable. La moto es bastante compacta y eso hace que no tengas que seguir tumbado. Puedes ir bastante erguido y sin cargar excesivo peso sobre ellos. Los pies van retrasados, pero tampoco demasiado, y la posición en general es muy aceptable. Ahora bien, cuidado con los espejos, porque quedan muy bonitos y son un golpe de efecto «café racer» total, pero también son el punto más ancho de la moto y están perfectamente calculados para ir a la altura de los de casi todos los coches con los que te encuentres. Siempre se pueden cambiar por otros por encima del manillar, más feos, quizá, pero más prácticos si vas a usar mucho la moto en entorno urbano.

ASÍ VEMOS LA SCRAMBLER DUCATI CAFÉ RACER

Es una gran moto, divertida, atractiva, diferente y original, con un comportamiento muy efectivo en carretera pero capaz de ser cómoda en casi cualquier uso que la quieras dar. En ciudad, cómoda y utilizable, hay que tener cuidado con los espejos y en viajes largos en autovía la falta de protección aerodinámica acabará por resultar cansada, pero te compensa con un comportamiento en carretera muy divertido, además de ser una moto muy personalizable, con accesorios que pueden corregir esos mínimos inconvenientes si así lo deseas. Llevar pasajero requerirá, para empezar, que quites la tapa trasera (algo sencillo de hacer) pero seguiría yendo elevado y en un asiento algo corto y con pocos sitios para agarrarse. Para uno solo sí es cómoda, con una ergonomía muy bien estudiada y ejecutada. En equipamiento destaca por la parte técnica: frenos, suspensiones, ABS con función curva, destacables en una moto de esta potencia, además de la iluminación LED, con un faro espectacular. En cambio, se queda algo corta en detalles como el cuadro o ayudas electrónicas como control de tracción, asistentes de cambio o un cada vez más universal selector de mapas de motor. No cambiaría ninguno de estos detalles por una reducción, aunque sea mínima de su «sabor».

Fotos: Javier Ortega

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