Los vehículos de motor han alcanzado la condición de artefactos imprescindibles para la vida civilizada o en proceso de desarrollo -y, simultáneamente, para las numerosas redes industriales, comerciales y de servicios diversos- por su influencia en el impulso y mantenimiento de la Economía, base de la tranquilidad de los pueblos cuando funciona bien.
La reducción de ventas de vehículos y las consecuencias engranadas han dañado duramente a las empresas del Sector y su personal, con las consiguientes repercusiones en cadena. Cada empresa hace lo posible en su campo para equilibrar la situación particular buscando salvavidas de ahorro en el precavido entorno bancario del momento, con planes de máximo ingenio en la confianza de la necesaria normalización.
Todos los afectados miran hacia los poderes públicos, atentos a su responsabilidad y sus ideas, acaso salvadoras. También para ellos la crisis ha sido imprevista y acaso imprevisible y sin remanentes de seguridad. En la nueva era del Motor, nos siguen animando los nuevos modelos, el imparable I+D+I base de la evolución técnica, la ayudas para comprar vehículo nuevo o de ocasión en la actual oportunidad de condiciones interesantes; y nos deprimen los aumentos impositivos, las multas de circulación desconsideradas, las restricciones bancarias, tantos carteles de ‘Se Vende’ por todas partes; y nos aterran las luchas entre países, razas y contrincantes políticos.
¡Y en éstas, aparece Obama! El recién nombrado presidente de los Estados Unidos de América, premiado con el Nobel de la Paz. Bien se le pudiera añadir el título de Nobel de la Esperanza. Hasta ahora se ha manifestado como una promesa de buena intención, un talento con arsenal de soluciones para cualquier problema, un maestro con arte para recibir al terrible toro del desastre de la Economía con una larga cambiada, de
rodillas ante el chiquero, y un revuelo de capote. Un maestro con infalible cuadrilla de sabios dispuestos al quite en los más complicados tercios. ¿Vale el símil taurino como metáfora plástica al gusto de muchos aficionados?
El redondel de la expectación universal ha quedado en cuadro ante el presidente con traje de luces, encendidas por el Premio. Quedar en cuadro significa en el teatro la absoluta congelación de movimiento de los actores, imitando una instantánea fotográfica. O sea, la Política y la Economía mundiales han quedado expectantes a la espera de efectivas afirmaciones de Paz y Esperanza, de justicia simple respetada y justa, de ingenio positivo, de ayudas estratégicas, de trabajo y de tranquilidad. ¿Podemos atisbar un futuro así como consecuencia del posible ejemplo de Obama?
Si esto fuera cierto, el globo terráqueo giraría sin sobresaltos y el automóvil en general volvería por sus fueros. En fin: ¡Lo peor sería
vivir sin esperanzas!