Parque Nacional de Cabañeros: el esplendor del bosque mediterráneo

Este área de más de 40.000 hectáreas está situado a caballo de las provincias de Ciudad Real y Toledo y fue declarado Parque Nacional en 1995, lo que le salvó de ser convertido en un polígono de tiuro del Ejército del Aire.


Si el bosque mediterráneo es el ecosistema más representativo de la Península Ibérica, no existe Parque Nacional más ibérico y español que el de Cabañeros, enclave que recoge el esplendor pleno de las especies propias de nuestro clima. Hasta 1995, cuando obtuvo su reconocimiento oficial, ese honor les cabía a otros espacios como Daimiel o Doñana, pero en ellos el bosque mediterráneo constituía solo un argumento suplementario a los que avalaban su catalogación como Parques Nacionales.

Situado en pleno corazón de los Montes de Toledo, casi en el centro geográfico de la península, Cabañeros estuvo muy cerca de pagar cara esta circunstancia cuando, a mediados de los años 80 del siglo pasado, se pretendió convertirlo en campo de tiro del Ejército del Aire. Ángel Gómez Manzaneque, responsable en funciones del Parque en la actualidad, formó parte de las manifestaciones que contribuyeron a frenar aquella iniciativa derivada de la entrada de nuestro país en la OTAN y que buscaba dotar a los acuartelamientos españoles de una zona de prácticas de tiro ´céntrica´, que no requiriera largos desplazamientos.

Ante la posibilidad de que Defensa, que ya había adquirido varios terrenos en la zona, «tomara una decisión que no tuviera marcha atrás» –recuerda Gómez Manzaneque–, la Junta de Castilla-La Mancha se protegió declarando el espacio Parque Natural, con lo que se puso punto final a las pretensiones del Gobierno socialista de la época.

Este biólogo emigrado de Madrid a los Montes de Toledo reivindica que no se juzgue los Parques Nacionales por el número de visitantes que reciben. Los 117.000 que recalaron en Cabañeros el año pasado lo hicieron ex profeso, asegura, porque «aquí no tenemos playas al lado, y los activos turísticos de los alrededores ni están cerca ni se pueden comparar con los de otros Parques». Esto no significa que Cabañeros sea un espacio natural ´para especialistas´, porque el público general puede disfrutar de forma plena de todos sus atractivos.

En primer lugar está la raña, una extensión plana y poco arbolada que se puso en cultivo en la década de 1950 y que, «destartalada» como es su condición natural, ha creado un insólito ecosistema de seudoestepa –a miles de kilómetros de donde se la espera– en el que abundan las gangas, los alauridos de todo tipo, los sisones, perdices, codornices, alcaravanes y hasta alguna avutarda de vez en cuando.

Mejor conservada está la parte del bosque mediterráneo propiamente dicho, situada a media ladera de la montaña hacia arriba por otra curiosidad del Parque: Cabañeros no solo se puso en cultivo, sino también en explotación ganadera, lo que se tradujo en rebaños de cabras de las fincas recorriendo las laderas; los pastores quemaban los pastos para regenerarlos y el fuego campaba a sus anchas hasta topar con las pedrizas, otra formación geológica típica de estos montes.

Allí donde el fuego ya no tenía nada que quemar, se detenía –relata González Manzaneque–, de tal manera que de las pedrizas para arriba encontramos las joyas más preciadas de Cabañeros: los grandes alcornoques y los nidos de águila imperial, buitre negro y otras rapaces. Los visitantes más entendidos buscan en el Parque precisamente las aves, en especial las más de 215 parejas de buitre negro que constituyen una de las mejores colonias de España y del mundo de esta especie extendida desde Portugal hasta Manchuria, y también las águilas reales, imperiales, calzadas y culebreras, los milanos y los azores.

Otro de los mayores reclamos de Cabañeros es el ciervo. Los entre 3.000 y 3.500 ejemplares de esta subespecie de menor tamaño de lo habitual, por la escasez de alimento durante el verano, no se ocultan a la mirada del visitante y protagonizan espectáculos inolvidables en momentos clave del año como la berrea, cuando los machos marcan el territorio y atraen a las hembras con unos bramidos que rompen el silencio absoluto del Parque y «retumban en tus pulmones», como describe González. Con razón este espacio es conocido como ´el Serengueti español´: solo un experto que distinguiera a los impalas de los ciervos, y las acacias de los alcornoques y las encinas, podría determinar por una fotografía si estamos en los Montes de Toledo o en Tanzania.

Menos conocida que el ciervo es otra especie ultrarresistente compuesta por peces endémicos de la península que han sido capaces de adaptarse a los duros estiajes del verano manchego. El jarabugo es la estrella entre estos pequeños ejemplares de solo cinco o siete centímetros que apenas se dejan vislumbrar entre las aguas del río Estena, que nace a los pies del Pico Rocigalgo y atraviesa la parte oeste del Parque antes de desembocar en el embalse del Cíjara.

Parte de la grandeza de Cabañeros reside en la exigencia que impone a quien quiere conocer sus secretos. Para empezar, el 45% de sus 41.000 hectáreas pertenece a particulares y no se puede visitar. El calor a partir de la primavera aconseja madrugar mucho o bien esperar a la puesta de sol, y es obligado salir al alba o venir en temporada baja si se quiere subir hasta el Rocigalgo, la cota más alta de los Montes de Toledo con 1.449 metros. Otras rutas a pie son la de la Viñuela y la del Boquerón del Estena, donde pueden verse restos fósiles de hace 480 millones de años, cuando esta parte de la península estaba cubierta por algún mar desconocido.

Ángel González subraya que estas rutas son gratuitas para cualquiera que las concierte. Son de pago las excursiones controladas en 4×4, y existen senderos habilitados para ciclistas, que sin embargo no pueden atravesar libremente –»haciendo deporte»– la raña porque «los demás visitantes no verían nada. Nadie va al Prado en bicicleta, sino tranquilamente y deteniéndose en cada cuadro», se explica.

Si tuviera que elegir un solo lugar «donde esparcir sus cenizas», bromea González, se quedaría seguramente con el Risco del Zorro. «Allí estás metido en la sierra pero viendo la raña, con los buitres volándote por encima de la cabeza: reúne lo mejor de cada mundo», afirma este técnico que se mudó a Ciudad Real y comenzó a trabajar en Cabañeros hace 16 años. De la comida tradicional de la zona destaca naturalmente la caza (perdiz, conejo, jabalí y, por supuesto, ciervo), pero siempre le ha llamado la atención que los platos más típicos lleven bacalao, un resabio de los tiempos en que este era el único pescado que, conservado en salazón, llegaba al centro peninsular. Migas, gachas y asadillos con tomate y pimientos son otras variedades suculentas y, sobre todo, contundentes que González aconseja tomar después de la visita a Cabañeros, y no antes, si se quiere sobrevivir al calor toledano.

Parque Nacional de Cabañeros

Situado en la Comunidad de Castilla La Mancha, a caballo entre las provincias de Ciudad Real y Toledo, este privilegiado rincón de los Montes de Toledo obtuvo su estatus de Parque Nacional en 1995, circunstancia que le salvó por los pelos de convertirse en campo de prácticas de tiro para las fuerzas aéreas. Sus 40.856 hectáreas son uno de los espacios protegidos de mayor relevancia en la península ibérica, con una diversidad de especies que incluye aves tan singulares y escasas como el águila imperial, la cigüeña negra o el buitre negro; grandes mamíferos como el ciervo, el jabalí o el lince ibérico… y una gran variedad botánica. Todo esto, sumado a su particular geología, hacen de este espacio natural una joya de gran valor ecológico: el mejor representante del monte mediterráneo entre todos los Parques Nacionales.

Centros de Visitantes del Parque Nacional de Cabañeros

  • Horcajo de los Montes. Ctra. CM-4017 (Ciudad Real).

  • Casa Palillos. Ctra. Pueblonuevo del Bullaque-Santa Quiteria.

  • Torre de Abraham. Ctra. CM-403 (Pantano de la Torre de Abraham)

Visita el Parque Nacional de Cabañeros

Las mejores horas son las primeras de la mañana o las últimas antes de la puesta del sol. Todos los senderos están señalizados (en los centros de visitantes encontrarás planos y descripciones)para explorarlos por tu cuenta, pero un guía te ayudará a entender mejor el valor del entorno y descubrir cosas que probablemente te pasarían inadvertidas. Las rutas 4×4 deben contratarse con antelación, salen desde todos los centros de interpretación y tienen una duración de entre 1,5 y 3 horas. El parque se puede visitar todo el año. En primavera está más verde, pero al final del verano la berrea de los ciervos es un espectáculo que tampoco debes perderte.

Recuerda

Los Parques Nacionales son santuarios de la naturaleza. Respeta animales, plantas, a los demás usuarios… y el silencio del campo. No te lleves «souvenirs», no dejes residuos y evita el fuego: ni hogueras… ¡ni colillas! Equípate bien: prismáticos, sombrero, cantimplora. Y, por pistas, mantén un ritmo por debajo de 30 km/h.

+info: www.visitacabaneros.es

Parque Nacional de Cabañeros

  • Declaración: 20 de noviembre de 1995

  • Superficie: 40.856 hectáreas declaradas como Parque Nacional

  • Provincias: Toledo y Ciudad Real

  • Reconocimientos: ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves), LIC (Lugar de Importancia Comunitaria) y Carta Europea de Turismo Sostenible

  • Principales ecosistemas: Cabañeros alberga una de las mejores representaciones españolas de bosque mediterráneo con un elevado grado de conservación. Entre sus principales valores naturales están los bosques y matorrales mediterráneos, algunos enclaves relícticos de vegetación atlántica, bosques de ribera, turberas y herbazales, con la flora y fauna propios de cada ecosistemas entre las que se encuentran algunas especies en peligro de extinción como el águila imperial.

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