Monfragüe hay que verlo desde lo alto. Subir a su castillo o al mirador del Salto del Gitano es posiblemente la mejor opción para contemplar, desde la distancia, sus más de 18.000 hectáreas, tal vez porque a vista de pájaro es desde donde este Parque Nacional revela todo su esplendor y cuenta sus más íntimos secretos. Pero para conocerlo también hay que mirar al cielo, porque Monfragüe debe su fama a las aves, fundamentalmente los buitres, las cigüeñas y las águilas.
Situado en el centro de la provincia de Cáceres, en el triángulo entre la capital, Trujillo y Plasencia, Monfragüe posee además una variada y valiosa flora en la que reina la mancha de bosque mediterráneo continua más grande del mundo, aunque también encontramos aquí riberas, roquedas y dehesas que acogen más de 280 tipos de mamíferos y aves.
Para el director-conservador del Parque Nacional de Monfragüe, Ángel Rodríguez, una de las principales ventajas de este espacio único es que es muy fácil de visitar. Sus animales, sus bosques y ríos se pueden contemplar prácticamente sin bajarse del coche gracias a las carreteras que lo vertebran. Sus rutas son sencillas de seguir y recorren el Parque a través de senderos que permiten acceder a todos sus atractivos naturales.
Rodríguez rememora cómo se gestó la declaración de Parque Natural en 1979, seguida por la de Parque Nacional bastantes años después, en 2007. Las repoblaciones masivas de eucalipto de los años 70 hicieron saltar las alarmas entre los defensores de la zona, que lucharon por detener esas prácticas hasta lograr la protección del entorno. A partir de ahí comenzó otra lucha: la recuperación del terreno haciendo desaparecer estas extensiones de árboles no autóctonos que llegaron a ocupar 1.600 hectáreas. Desde el castillo podemos observar cómo esas zonas antes invadidas por especies extrañas recuperan ahora el color verde de la jara y otros arbustos, dice el director con orgullo.
Los ríos Tajo y Tiétar son las fuentes de las que bebe el Parque, sus ejes en el mapa y las fronteras que delimitan sus partes. La variedad de paisajes la marcan la umbría y la solana, aunque su principal seña de identidad son los nueve miradores desde donde atisbar buitres negros, cigüeñas negras y águilas imperiales. Rodríguez destaca que, desde cualquier punto del área visitable, «se pueden ver a placer» tanto estas aves como diversos mamíferos, en especial ciervos, jabalíes y especies ligadas al medio fluvial como las nutrias.
Desde el mirador del Salto del Gitano, Ángel Rodríguez señala cuatro parejas de cigüeñas negras compartiendo territorio, un hecho insólito para un ave que no acostumbra a convivir con sus semejantes. Debe de ser cosa del aire de Monfragüe, porque aquí la buena relación entre especies, y entre estas y el ser humano, es una realidad sentenciada por su declaración de Reserva de la Biosfera en 2003, que reconoce no solo la variedad natural de los territorios sino también la convivencia lograda del hombre con la naturaleza.
Este diálogo –y en ocasiones la disputa– conforma el devenir, el presente y, seguramente, el futuro de Monfragüe. Su antiguo castillo, enclavado en el corazón del Parque, es testigo de una presencia humana de siglos que se remonta posiblemente a la época romana y de una huella que, en términos generales, ha sido beneficiosa para el entorno.
El Parque Nacional está rodeado de dehesas, un ecosistema creado por el hombre que supone la principal fuente de alimento de los casi 4.000 buitres que lo habitan. Los animales muertos son el principal sustento de las aves carroñeras, que se benefician por tanto de dos circunstancias principales: el abrigo del bosque mediterráneo las protege y la acción de las especies que las rodean les da literalmente la vida.
Rodríguez, responsable del Parque desde 1990, no oculta su entusiasmo al manifestar que una de las mejores cosas de Monfragüe es su gente. Los 14 municipios que lo circundan han pasado del temor a las limitaciones que impone un espacio natural protegido a aprovechar sus ventajas y a convivir e interactuar con él. Jesús Garzón, el mayor impulsor en los 70 de la protección del Parque, o la familia Rivas, estudiosa de la flora local desde principios del siglo XX, son solo algunos de sus ilustres vecinos, a los que el director suma los pastores, los agricultores y, en definitiva, todos los habitantes de la zona que con su trabajo han contribuido a conformar este paisaje natural tal como luce hoy en día.
En este elenco humano hay otro protagonista esencial: el visitante, cada vez más concienciado sobre el necesario respeto al Parque y con más curiosidad por el entorno. En 2017, 288.000 personas recorrieron sus senderos y subieron a los miradores para disfrutar de la naturaleza en su apogeo. Rodríguez sostiene que este es un uno de los Parques Nacionales más accesibles, muy recomendable para familias por la bondad de sus paseos y por la ausencia de peligros. Mirar y observar está al alcance de todos.
Monfragüe tiene perfectamente señalizadas tres rutas (verde, roja y amarilla) que permiten recorrer cada rincón del Parque y que conectan sus miradores. Si ampliamos el área de influencia a toda la zona considerada Reserva de la Biosfera, hallamos sendas adecuadas para la bicicleta y los caballos. Sin embargo, la mejor forma de recorrerlo es andando. El centro de interpretación de Villarreal es visita imprescindible porque enseña al visitante qué, dónde y cómo mirar.
Los habitantes de los pueblos de Monfragüe han crecido con el Parque y despliegan una oferta hostelera y gastronómica extensa y para todos los gustos. En esta zona de Extremadura es obligado comer caza y carne, sobre todo, del cerdo de sus dehesas. Y no hay que olvidarse de visitar las propias localidades, donde paulatinamente se están instalando distintos centros de interpretación.
Y respecto al cuándo, una de las mejores épocas para acercarse aquí es la primavera, con la flora en su esplendor y las aves en época de reproducción. Aunque no podemos olvidar el otoño, no solo por los intensos colores que saturan el paisaje, sino también para asistir a uno de los espectáculos sonoros más impresionantes que ofrece la naturaleza: la berrea de los ciervos. Sin embargo, recuerda Rodríguez, los meses con mayor número de visitantes son julio y agosto, y eso que «el verano extremeño es para valientes».
Con la vista puesta en el futuro, el director afronta como retos seguir recuperando aquellas zonas asoladas por el eucalipto, cuidar con mimo las especies que pueblan el Parque y, ¿por qué no?, recuperar al lince, acontecimiento que, al parecer, ya está cerca.
Visita el Parque Nacional de Monfragüe
Monfragüe tiene la particularidad de ser cruzado por dos carreteras desde las que se puede disfrutar del paisaje y de la fauna prácticamente desde el coche. Pero lo mejor es aparcar y recorrer a pie las rutas señalizadas o explorar a golpe de pedal los más de trescientos kilómetros de tramos adecuados para bici de montaña que rodean estos montes (consulta la página web del parque o en la Oficina de Turismo de Torrejón el Rubio). También puedes contratar un servicio de guía en 4×4 que te acercará a los mejores sitios para observar la fauna.
Recuerda
Los Parques Nacionales son santuarios de la naturaleza. Respeta animales, plantas, a los demás usuarios… y el silencio del campo. No te lleves «souvenirs», no dejes residuos y, sobre todo, evita el fuego: ni hogueras… ¡ni colillas!
Parque Nacional de Monfragüe: Ficha técnica
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Declaración: 2 de marzo de 2007
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Superficie: 18.396 hectáreas declaradas como Parque Nacional
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Provincias: Cáceres
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Reconocimientos: Reserva de la Biosfera (2003), Zona de Especial Protección de la Aves -ZEPA- (1994) y Carta Europea de Turismo Sostenible.
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Principales ecosistemas: En Monfragüe encontramos la más extensa y mejor conservada mancha de monte mediterráneo a nivel mundial. Las sierras que delimitan este valle, acogen una importante variedad de biotopos: encinares, bosque y matorral mediterráneo, roquedos, embalses y arroyos, permitiendo la existencia de una rica y variada vida vegetal y animal. Entre la fauna, representada por más de 280 especies de vertebrados, se encuentran algunas de las especies más significativas de la naturaleza española.
Centros de visitantes
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Villarreal de San Carlos, a medio camino entre Trujillo y Plasencia (km 23, ctra. EX-208).
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Centro Norte, en el km 9 de la misma EX-208, a 6 km de Malpartida de Plasencia. Enclavado en la dehesa extremeña, con vistas a las sierras de Béjar y Gredos, cuenta con un sendero interpretativo sobre fauna y flora.
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