La variante gasolina, con 156 CV, destaca por ofrecer una respuesta muy progresiva y agradable a cualquier régimen, aunque nunca se puede hablar de que posea tintes deportivos. Se trata de un propulsor 1.8 turbo con un consumo mixto homologado de sólo 6,7 l/100 km.
La unidad que probamos iba asociada a un cambio automático de siete velocidades -de serie viene con una caja de cambio manual de seis marchas- y a un sistema Start/Stop que detiene el motor cuando se detiene el coche, por ejemplo, en un semáforo -con el fin de ahorrar combustible-. El comportamiento de este motor encaja con la filosofía del coche, ya que la entrega de potencia resulta lineal, incluso en la parte alta del cuentavueltas. Aun así, la aceleración de 0 a 100 km/h es más que aceptable -9 segundos- y la velocidad máxima alcanza los 225 km/h.
En cuanto al diesel 220 CDI, se trata de un propulsor 2.1 Common Rail con 170 CV que resulta más tosco en su funcionamiento que la variante gasolina, percibiéndose con claridad el ruido del motor en el habitáculo cuando superamos las 3.000 rpm. Ahora bien, ofrece un empuje más contundente -sobre todo a medio régimen-, lo que permite recuperar velocidad con más soltura. De esta forma, consigue acelerar de 0 a 100 km/h en 8,4 segundos y registrar una velocidad de 232 km/h. Este motor también se asocia a una caja de cambio automática de siete velocidades que destaca más por suavidad que por rapidez a la hora de engranar marchas. El consumo medio homologado se queda en 5,6 l/100 km.
En marcha, ambas versiones nos han sorprendido con un buen compromiso entre agilidad en carreteras sinuosas y comodidad al circular por autopistas. El tarado del conjunto muelle/amortiguador está muy bien puesto a punto, ya que ofrece una capacidad de filtrado de irregularidades muy alta pero, a la vez, la suficiente dureza como para no permitir que la carrocería se incline en exceso en las curvas. En este tipo de terreno, el C Coupé resulta un coche agradable, exhibiendo una gran nobleza en los cambios de apoyo y mostrando una buena precisión en las trazadas. En autopista, la sensación de aplomo inspira seguridad. Por otro lado, la dirección resulta precisa pero peca de ser poco informativa. Los frenos ofrecen un buen rendimiento, incluso después de exigirles un sobreesfuerzo bajando un puerto de montaña.
Por dentro, el diseño se acerca al visto en el Clase E. Los materiales empleados son de alta calidad, destacando el empleo de plásticos blandos en la parte superior del salpicadero e, incluso, en zonas menos frecuentes como en la guanera o en el marco inferior de las ventanillas. El puesto de conducción es cómodo gracias a los amplios reglajes tanto de los asientos como del volante. Vas sentado más bajito que, por ejemplo, un Clase E Coupé y todos los mandos quedan cerca de la mano, con la única pega de que los que sirven para manipular el climatizador están un poco bajos. Además, el freno de mano se sigue accionando con el pie -en lugar de montar uno eléctrico de botón-.
Sin embargo, el problema viene cuando hablamos del espacio trasero. Está configurado para dos ocupantes, con dos asientos independientes que, por su forma, sujetan bien el cuerpo incluso en zonas de curvas. Ahora bien, el hueco para la cabeza es reducido debido a la caída del techo en esta zona, por lo que los pasajeros de 1,80 m de altura en adelante, tocarán con el techo. En cambio, el espacio para las piernas es más que suficiente. El maletero, con una capacidad de 450 litros, ofrece unas formas regulares que permiten dar cabida a una gran cantidad de maletas.