Responsabilidad formativa del periodismo del motor

Todos los conductores del mundo confían en la información especializada, impresa o digital.


Aunque parezca mentira, algún responsable de marca de automóviles podría defender esta idea peregrina: ¿Para qué programar publicidad en las revistas del Motor si tienen absoluta necesidad de hablar de nuestros productos por ser su tema esencial? El argumento podría ser utilizado ante todo tipo de revistas especializadas en relación con las industrias de su sector, pero sería injusto negar a las editoriales la correspondencia de su apoyo publicitario. El comportamiento de los medios ninguneados seguiría siendo ejemplar, sin afectar en sus justas apreciaciones sobre los productos analizados.

Desde mis comienzos, el periodismo del Motor ha sido apreciado en todo el mundo por su fidelidad y rapidez informativa, su afán de anticipación, la justicia de sus criterios y la permanente movilidad internacional de quienes lo ejercen. Sus juicios siempre son respetados por marcas y usuarios.

En su natural desarrollo, todos los medios de comunicación han incorporado el tema del Motor, a veces con formidable despliegue. La actual era del Internet no podía ser menos, y en ella estamos todos abasteciendo la urgencia informativa.

Simultáneo a la información, nuestro periodismo ofrece un permanente servicio de formación a los conductores, actualizando el conocimiento de las nuevas formas y, en definitiva, ayudando a una mejor circulación por calles y carreteras. La española Jefatura de Tráfico reconoce, a veces, esta colaboración de los Medios y siempre nos demuestra su simpatía.

Siempre he amado el milagro técnico y social del Motor como tema informativo, ocupación, oficio, utilidad y placer. Desde muy joven he alternado la atención a este mundo incomparable como profesión periodística, paralelamente con afición profunda a la poesía y a las letras de cante, acaso como descanso mental de la difícil tarea de editor.

Movido por el ejemplo diario del maestro Antonio Gala en su «Tronera» de «El Mundo», ya dispuesto a no desafinar en el canto del «Adiós a la vida», voy a permitirme una licencia de inmodestia personal para hablar sobre mí. Como poeta me enorgullece haber logrado un Premio Antonio Machado del Ayuntamiento de Sevilla por un poema al Guadalquivir, así como tener ocho letras flamencas premiadas en años consecutivos en el Festival del Cante de las Minas, así como el honor de recibir el Castillete de Oro de La Unión y la amistad entrañable –hasta su final– del cantaor Pencho Cros, la Voz Minera de Levante, entusiasmado con mis coplas. Ahora gozo con el aprecio de su familia. Estas satisfacciones tan íntimas se mezclan en mis recuerdos con la sorpresa de figurar en los estudios de la Facultad de Ciencias de la Información por mi influencia en el periodismo especializado del Motor. Lo confirmó hace unos días, en visita a nuestra redacción, un estudiante de la Complutense con signos de emoción al verme por aquí. Más sobre mí: en mis escritos procuro no utilizar el relativo ‘que’. ¡Perdón!

En honor a la realidad, mi mayor mérito en nuestra especialidad fue el haber sabido elegir los mejores compañeros para mis redacciones y aventuras periodísticas internacionales, antes y en la actualidad. Las duras embestidas de las circunstancias separaron a veces nuestros caminos, pero serán eternos mi afecto y mi agradecimiento.

Si nuestra empresa de hoy sigue marcando la pauta con el liderazgo de esta revista en papel y con los diversos semanarios digitales al servicio de nuestros lectores, con el lujo permanente de información de precios, descuentos, reportajes filmados y respuesta a sus dudas, todo ello es un servicio a agradecer a nuestros ejemplares equipos creativos y sus responsables directos. Palabra de presidente.

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