Lo primero es la aclimatación a la altitud: para ello hacemos pequeñas ascensiones a volcanes de bolsillo.
Y nos movemos por la zona para descubrir pequeños tesoros como la laguna y el volcán Antofagasta, en cuya falda aún pueden observarse los restos de un pueblo inca, escavado por arqueólogos y expoliado por huaqueros. Los curiosos petroglifos tallados en una gran losa de piedra cercana al pueblo.
Las cuevas con pinturas rupestres. Pero también el pequeño taller de artesanía donde algunas mujeres del pueblo trabajan en cooperativa, tejiendo mantas de pelo de llama en rústicos telares…
La hostería de Antofagasta nos sirve de base de operaciones. Nos reunimos en el Barróm (Bar Room) para planificar la estrategia.
Durante las jornadas de entrenamiento, hemos intentado encontrar un atajo para acceder a la caldera del volcán por su cara oeste, en lugar de la larguísima vuelta de 130 kilómetros que lleva por una rompedora pista ondulada de serrucho y rodea una gran muralla de roca volcánica.
Nos han acompañado baquianos de la zona, expertos conocedores de cada senda, pero sólo encontramos trampas y traicioneras tolvas de grava de las que sería prácticamente imposible salir con un coche.
Así que finalmente optamos por la vieja ruta de El Peñón, que lleva hasta la ladera sur de la caldera del Galán.
El grupo, a bordo de dos Defender 110, lo componemos Henri Barret, jefe de la expedición; su esposa Nicole; Claudio Recchia y Arturo Aragón, médicos de Buenos Aires y Rosario, respectivamente; Santos, guía de montaña y único guarda forestal de la región, por cuyas venas fluye sangre de auténticos incas; Walter, cordobés (de la Córdoba argentina), arqueólogo y consumado andinista con varias ascensiones al Aconcagua; y yo mismo, aficionado a los TT y a la montaña pero novato en estas lides, aunque decidido a cubrir la información de la hazaña.
Tras el largo rodeo acometemos una subida lenta y pesada que culmina en un espectacular balcón al borde del volcán.
A nuestros pies se extiende un inmenso valle entre montes de colores; a la izquierda la Laguna Grande, de un intenso azul moteado por el rosa de bandadas de flamencos (!!!). Se suceden accidentes geográficos con nombres como la Quebrada de la Vasija, la Quebrada de los Vientos Cambiantes, la Laguna del Diamante…
Y, frente a esta laguna, el Galán.No lo atacamos de primeras. Vamos primero a saborear la belleza protegida por su inmenso recinto (de 45 kilómetros de longitud y unos 30 de anchura). Esa noche buscamos al puma. Santos vio sus huellas.
Bajo el volcán
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El ascenso en coche no es difícil, pero sí exigente: Primero hay que dar con la quebrada que permita mayor aproximación y después, se puede… o no se puede. Con una inclinación cercana a los 45º y una superficie compuesta principalmente de grava suelta, muy liviana y de cenizas volcánicas, la ladera se desmorona literalmente bajo nuestras ruedas. Sólo el leve impulso de la marcha nos permite ganar metro a metro hasta que se hace imposible continuar.
El motor, debilitado por la falta de oxígeno, apenas es capaz de transmitir una energía que, para colmo, se pierde cuando las ruedas comienzan a escarbar.
La máquina nos ha llevado hasta la cota de los 5.340 metros de altitud. Un buen acercamiento, pero estamos decididos a hacer cumbre, así que echamos pie a tierra y continuamos a pata la escalada.
El Cerro Galán, epicentro de uno de los volcanes más grandes del mundo y primo hermano del mismísimo Aconcagua, se yergue enorme en el centro de un ancho llano rodeado por una cordillera rocosa, como la torre del homenaje de un castillo ciclópeo defendido por una gran muralla oblonga.
Al mirar hacia arriba puede verse la cima recortada sobre un cielo azul intenso, como una gran esfera difuminada, índigo oscuro en su cenit. El aire tiene una limpieza deslumbrante que permite ver con nitidez a una distancia que alcanza fácilmente los 200 kilómetros en un horizonte curvo, con la perfección de su redondez rota por la presencia majestuosa de otros grandes señores de Los Andes: Cerro Bonete, Toro, Incahuasi, Ojos del Salado…
Cerca de la estratosfera
Es verdaderamente otro planeta. Incluso el aire es extraño. No es que cueste respirar. Los pulmones se llenan con aparente normalidad pero son bocanadas vacías, insulsas, que no bastan para satisfacer la demanda de oxígeno de nuestro organismo si realizamos el más mínimo esfuerzo. Es necesario, pues, tomarse las cosas con calma y lo cierto es que a estas alturas no hay ninguna prisa.
El ritmo, con todo, es, según nuestros guías, excepcionalmente bueno: unos 200 metros a la hora (tres por minuto). Pero mantener esa velocidad de vértigo requiere un permanente ejercicio de fuerza de voluntad y autocontrol: un paso, tres resoplidos; otro paso, tres resoplidos…
De cuando en cuando, sintiéndome fuerte, me lanzo a dar tres pasos seguidos… pero la consecuencia inmediata es un vahído, una aceleración brutal del pulso (los golpeteos del corazón rebotando con fuerza en la garganta y en las sienes) y un minuto resollando como una locomotora para recuperar el fuelle.
Entonces miro hacia arriba, esperando ver a mis compañeros, curtidos en estas lides, ya muy lejos. Pero no. Cuando por fin deciden hacer un alto para reagruparnos, apenas me aventajan 30 metros. Pero cubrir esa distancia ¡me lleva cerca de 15 minutos!
Hacer cumbre, en contra de lo que imaginaba, no supone un alivio. En realidad, lo que apetece es bajar inmediatamente. Hace frío (a pesar del sol debemos estar a unos 20 bajo cero) y me encuentro embotado, espeso… Aún así, dedicamos un buen rato a admirar en silencio, boquiabiertos, el paisaje.
Desde allí sí se ve con claridad el perímetro del volcán, su laberinto de barrancas y valles, de callejones sin salida y pasos que sólo pueden hacerse en un sentido a bordo de un 4×4.
En la pequeña plataforma del pico, se observa un gran boquete en la roca. Walter me explica que es cosa de huaqueros, expoliadores de restos arqueológicos que no tuvieron empacho en utilizar dinamita para desvelar los secretos de la tumba inca que él mismo había descubierto allí años antes, intacta.
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«Pero se pasaron con la carga y, en lugar de destaparla, la volaron completamente. Probablemente no se salvó nada.» Ahora en el Galán sólo queda un triste montón de escombros.
Al bajar es posible mantener un ritmo más vivo y continuado y además parece que el aire resulta más nutritivo, así que en apenas una hora descendemos lo que nos costó tres subir.
Se agradece el asiento y la protección del Defender, pero el motor se ha quedado frío. Y también nota la falta de oxígeno.
No quiere arrancar. Afortunadamente está cuesta abajo y conseguimos que vuelva a la vida a empujón, después de mil toses y una humareda terrible.Esa noche pernoctamos en el campamento de Aguascalientes, junto a un arroyo de agua tibia. Pero a 15 bajo cero lo que menos apetece es un chapuzón. Dentro de la tienda, conseguimos elevar la temperatura a dos grados bajo cero. Decididamente es otro mundo.
Ruta 4×4 Arqueología andina

Un viaje en el tiempo
Los antiguos pueblos incas buscaban la protección de sus dioses dotando de alma a las propias montañas pues de ellas, creían, procedían las bonanzas o los desastres. La fórmula ritual era el sacrificio de un niño o una niña, cuya elección significaba todo un privilegio para la familia. La víctima era festejada durante días y engalanada con ropas de calidad y joyas antes de ser llevada a la cumbre para la ceremonia final. Este debió de ser el destino de la momia Juanita, víctima de un sacrificio ritual hallada en Perú, o de las momias de Llullaillaco, descubiertas en Salta, no muy lejos del Galán, con sus vestidos y su ajuar funerario aún intactos después de 500 años. Unos descubrimientos cuya publicación estimuló la codicia de huaqueros y coleccionistas sin escrúpulos, y propició el saqueo de muchos lugares hasta entonces preservados del pico y la dinamita.
Más fortuna parecen haber tenido las pinturas rupestres de las cuevas y abrigos del cañón Real Grande o los petroglifos tallados en una gran placa de roca cercana al pueblo de Antofagasta: caras, manos, pies, animales y símbolos extraños estaban en medio del camino hasta que Henri y Nicole Barret los descubrieron y marcaron para evitar su deterioro por las pisadas.

La Lejanía y Andes 4×4
A un paso de la aventura
La Puna es una vasta región al noroeste de Argentina cercana a la cordillera andina. La vida es dura en estas altas mesetas donde nada es fácil y todo escasea (la vegetación, el contacto humano, el aire), donde cualquier nimio detalle es un lujo. Un lugar privilegiado para ascetas, montañeros y, por supuesto, para todoterreneros puros deseosos de vencer un desafío diferente, de descubrir que en la conducción 4×4 extrema hay algo más que barro o arena.
Henri Paul Barret tiene un poco de todo eso. Este ingeniero francés, ex-piloto de rallies, enamorado del desierto y la montaña, descubrió un día un hermoso rincón junto a un riachuelo entre la sierra de Córdoba y la precordillera de Los Andes. No lo pensó más y allí, junto a su esposa Nicole, construyó La Lejanía. La hostería hace honor a su nombre, pues está, como quien dice, donde el viento da la vuelta. Para llegar, lo más sencillo es volar a Córdoba (Argentina) y luego, en coche, tomar la carretera del oeste hasta Nono para después perderse por un laberinto de caminos… o, directamente, llegar en helicóptero.
Hay quien sólo va a La Lejanía a descansar apartado del mundo, pero este lugar es, sobre todo, el cuartel general de Andes 4×4 (empresa participada por el propio Barret y Claudio Recchia), que organiza expediciones a las regiones estratosféricas de Los Andes en todoterreno, moto, quad… o en burro. Más información en www.lalejania.com y www.andes4x4.net
Santos descubre huellas de «gato» junto al campamento. El puma está protegido, pero se puede cazar si ataca al ganado. Los Defender 300 TDI siguen siendo las herramientas preferidas por Henri Barret y Claudio Recchia para sus expediciones andinas.
La Difunta Correa murió de sed, pero cuando la encontraron descubrieron un milagro: su hijo recién nacido seguía vivo gracias a que los pechos de la madre continuaron produciendo leche. La gente le deja botellas de agua como ofrenda.

Flora y fauna/Supervivientes
El terreno en la caldera del Galán es poco consistente, compuesto de arena, cenizas, lapilli y escorias. Un auténtico desierto en el que apenas crecen diez variedades de plantas de las que se alimentan chinchillas y ratones de campo. No es fácil ver a los pequeños roedores, aunque puede comprobarse su abundancia (algo que hace especialmente felices al zorro y al gato andino) y lo industriosos que son, pues cavan galerías en extensiones enormes, de forma que en algunas zonas es difícil dar un paso sin meter la pata en uno de sus agujeros.
Estas plantas son también alimento para llamas y vicuñas, dos camélidos andinos, uno doméstico, el otro salvaje. Hacen falta entre tres y cuatro vicuñas para sacar un kilo de lana. Pero para obtener este material finísimo hay que matar al animal. Ante el abuso de su caza en otros tiempos, la vicuña está ahora protegida y se ha prohibido incluso la venta de su producto. La consecuencia inmediata ha sido un aumento en la población de pumas, su depredador natural, pero el gran gato sí puede cazarse: basta con denunciar que está matando ganado, aunque tampoco está permitido comerciar después con el trofeo.
Las plantas de la Puna son utilizadas igualmente por la gente que habita estas regiones: la chacha, por ejemplo, es un arbusto verde que se usa para sahumar a las llamas, para protegerlas de mal de ojo y de los espíritus malignos. La pupusa, se toma contra el mal de la Puna. La chachacoma es un digestivo, como el copa copa. El marancel es bueno para el riñón.
Y el boldo se usa para dar gusto al mate.
El GPS marcó una altitud de 5.340 metros. Cota máxima alcanzada en la cara oeste del Cerro Galán a bordo de un Land Rover Defender.Arturo y Claudio, médicos de profesión, analizan unos huesos hallados en las ruinas de un antiguo asentamiento inca.
Esta región está reservada a auténticos todoterreneros, ascetas y amantes de la montaña.Para los locales, los mejores 4×4 siguen siendo los jumentos. Éstos no se quedan sin gasolina.
Datos útiles
POBLACIÓN
Argentina: 39.745.613 hab. (España, 44 millones). Antofagasta de la Sierra (Catamarca): 1.282 habitantes.
SUPERFICIE
2.780.400 km2 (España, 504.782 km2). Antofagasta de la Sierra (Catamarca): 28,09 km2.
DENSIDAD DE POBLACIÓN
14,29 hab./km2 (España, 89 hab./km2).
POBLACIÓN
Mayoritariamente blanca, también hay un alto porcentaje mestizo (blanca e indígena) y una minoría indígena (1,1%).
CLIMATOLOGÍA
Árida andina. Las precipitaciones son muy escasas, y la temperatura es baja, con 8º en invierno en las mesetas y bajo cero en altura. Los vientos alcanzan los 77 km/h. Hay que tener en cuenta que el invierno austral coincide con nuestro verano, y viceversa.
LENGUAS
Español. No hay lengua oficial por ley, pero es hablada por la totalidad de los argentinos. Además existen decenas de lenguas indígenas.
RELIGIÓN
Católicos, más del 95%, en combinación con el culto profano a mártires locales y mitos populares.
MONEDA
1 euro = 4,68 pesos. Cambiar dinero sólo en bancos y oficinas de cambio, evitar hacerlo en la calle.
HORARIO
Invierno austral: UTC -3; verano austral: UTC -2. La provincia de Catamarca tiene una hora menos.
SALUD
Ninguna vacuna es requerida.
VISADO
No se necesita para periodos de permanencia inferiores a 90 días.
ALQUILER DE 4X4
Son habituales los pick up, tipo Toyota Hilux o Ford Ranger.
PRECIO DEL COMBUSTIBLE
Gasolina (allí se denomina «nafta»): 0,62 e/litro.
ESTADO DE LAS CARRETERAS
Pésimo. Se trata de caminos sin pavimentar, frecuentemente estrechos, con poco tráfico pero muy anárquico.
SEGURIDAD
En general no hay problemas. Pero tampoco encontraremos fácilmente auxilio si lo necesitamos.
ELECTRICIDAD
220 V 50Hz (como en España). Se necesita adaptador de clavija, ya que hay enchufes de tipo europeo y de tipo IRAM 2073.
ALOJAMIENTO
La acampada libre es habitual en estas rutas. En los pueblos es fácil encontrar alojamiento.
GASTRONOMÍA
Junto al maíz y la carne de llama (asada o guisada), la papa andina es la base de muchos platos, como el sabroso locro, las empanadas, los tamales, las humitas… Además son típicos los asados a la leña como la carne al disco de arado. También se cocina la trucha. De postre, mazamorra o dulce de cayote con quesillo, fruta de diferentes árboles y uvas. Y, para beber, chicha (bebida alcohólica de maíz) o los locales vinos de altura, sin olvidar el mate. Durante la Feria de la Puna, en Antofagasta de la Sierra, se montan puestos de comida callejeros.
COMPRAS
Nos encontramos en una zona remota. Lo que no lleves contigo en el momento de partir, no podrás adquirirlo por el camino.
CARTOGRAFÍA
Vía GPS, puedes descargártela de www.proyectomapear.com.ar (para navegadores Garmin bajo Oziexplorer o Mapsource). Prueba también en la web: http://viajerosmapas.com
BIBLIOGRAFÍA
Beorchia Nigris, Antonio: El enigma de los santuarios indígenas de alta montaña.
Por fuera
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