En este bellísimo pueblo de la provincia de Neuquén, situado a orillas del profundo lago Lacar, encontramos un merecido descanso tras el larguísimo viaje transoceánico desde España (12 horas) y el «enlace» desde Buenos Aires (18 horas en total).
A 1.575 kilómetros de la capital, San Martín de los Andes ofrece al visitante toda la vida «activa» que puedas imaginar. Rodeado de altas y escarpadas montañas, tiene a 20 minutos una preciosa estación de esquí -Cerro Chapelco- y todo el ambiente montañero que puedas imaginar en el cercano Parque Nacional Lanín, con cumbres que se acercan a los 3.800 metros. Si te gusta la pesca o la navegación el lago Lacar, con una longitud de 25 km y hasta 277 m de profundidad, dispone de agrestes parajes solitarios y algunas islas donde puedes aislarte por completo de la civilización. Y en su coqueto núcleo urbano, puedes descubrir rincones acogedores, verdes parques y un amplio surtido de magníficos restaurantes, donde degustar cocina local y europea y pastelería de calidad. A bordo de nuestro VW Amarok abandonamos la civilización hacia el sur por la carretera 234, que en menos de 40 km, a la altura del lago Hermoso, da paso a una pista de ripio en buen estado. Ya estamos en medio de una naturaleza salvaje, sin cobertura de móvil y rodeados de una abrupta serranía que se refleja sobre grandes lagos de cristalinas aguas. Lejos de cualquier núcleo habitado, multitud de pistas y caminos invitan a explorar el inhóspito entorno. Finalmente descansamos en los márgenes del lago Falkner, que al amanecer nos obsequia con una postal inolvidable. Estamos al final del verano austral y las cercanas cumbres lucen desprovistas de nieve, pero aquí el invierno es largo y duro, con cambios bruscos y repentinos de temperatura. Los lugareños dicen que en Patagonia se pueden dar las cuatro estaciones del año en el mismo día. Tras algo más de 100 km sobre el desolado ripio llegamos a Correntoso, un importante cruce de caminos, donde tenemos la posibilidad de cruzar a Chile por el Paso Internacional Cardenal Samoré, a 1.305 m de altitud. Aprovechamos para explorar a pie el río más corto del mundo, el Correntoso que con sus 250 m de longitud y embravecida corriente, trasvasa agua del pequeño lago del mismo nombre, al inmenso Nahuel Huapi. Enseguida llegamos a Villa la Angostura, que bien merece un paseo por su animado barrio comercial, antes de acercarnos al señorial centro urbano. Aquí se respira ambiente burgués, con cuidados jardines y algunas imponentes mansiones, la mayoría de ellas con embarcadero en el Nahuel Huapi. Algunos toman desde aquí un barco de línea a Bariloche, para disfrutar de una impresionante travesía por el majestuoso Nahuel Huapi, con las afiladas agujas del Parque Nacional como fondo, pero nosotros optamos por relajarnos en una caminata de tres horas -12 km- por la pequeña península de Quetrihué. Aquí se encuentra el Parque Nacional Los Arrayanes, una variada muestra de la vegetación andino-patagónica, donde destaca El Bosque, con gran concentración de arrayanes y coihues. Estos árboles de hoja perenne presentan una característica corteza de color canela, fría y suave al tacto y pueden alcanzar hasta 15 m de altura. Tras un plácido descanso nocturno en el Camping Cullumche (5E por persona y día), a orillas del Nahuel Huapi y con formidables vistas del entorno, retrocedemos 29 km para, en El Portezuelo, tomar el ramal de la pista que nos conducirá a la pequeña pero encantadora localidad de Villa Traful, situada en la orilla sur del lago del mismo nombre. Este profundo lago está rodeado de empinadas montañas tapizadas de cipreses, ideal para nuestra siguiente acampada, donde disfrutamos de una tranquila tarde de pesca (nos dijeron que había truchas arco iris y salmones…). Esto no es África y aquí se disfrutan ciertos privilegios. Así por la noche, con el limpio aire de la Sierra sobre nuestra cara y el murmullo del agua del lago como fondo, disfrutamos de una agradable cena a base de carne asada de ciervo, en la terraza del restaurante Costa Traful. Tras rellenar el depósito de gasoil en la única gasolinera de la comarca, nos acercamos al imponente Mirador, una cuidada estructura de madera erigida sobre un acantilado de 100 m de altura sobre el lago Traful, que pasa por ser uno de los mejores «avistaderos» de rapaces. De nuevo en el coche ponemos rumbo a Confluencia, donde, tras 40 km de rapidísima y divertida pista de ripio, conectaremos con la carretera nacional 237, la ruta asfaltada principal que une Neuquén, capital de la provincia, con San Carlos de Bariloche, nuestro siguiente destino y centro neurálgico del turismo patagónico. El saint-moritz de los andes Bariloche está ubicada en las estribaciones de la Cordillera de los Andes, en la margen sur del mencionado lago Nahuel Huapi. La ciudad, con arquitectura mayoritariamente alpina y casas de piedra, madera y techo de pizarra, fue fundada en 1902 y sobrevivió a duras penas los primeros años gracias al comercio con Chile. En los años posteriores a su fundación hay evidencias de que aquí, huidos de la justicia, pasaron algunos años Sundance Kit y Butch Cassidy, los famosos ladrones de trenes y bancos del lejano oeste de los EE.UU, inmortalizados en la película «Dos hombres y un destino» por Robert Redford y Paul Newman. Saliendo de Bariloche hacia el oeste comenzamos un bellísimo recorrido por las orillas del Nahuel Huapi («Circuito chico»), alternando coquetas playas con un gran número de elegantes mansiones que potentados de todo el continente han erigido en primera línea del lago. Finalizamos el día en la península de Llao- Llao, alojándonos en el fabuloso hotel del mismo nombre, una fastuosa construcción de piedra y madera obra del arquitecto Bustillo, el mismo de la catedral de Bariloche. Construido en estilo canadiense, con muros de madera y piedra y tejas normandas, fue estrenado a bombo y platillo en 1939, destruido por un incendio meses después y vuelto a reconstruir al año siguiente. El alojamiento no es nada barato (sobre 300E habitación doble, en temporada baja), pero por aquí han pasado los personajes más importantes del último siglo y muy recientemente, los presidentes de la cumbre América Latina-Caribe y la Unión Europea. En Puerto Pañuelo, justo frente al hotel, tomamos un barco para visitar la isla Victoria, la mayor del lago -3.710 Ha-, para un agradable paseo por su zona central, entre abundante vegetación, visitando pequeñas cuevas con pinturas rupestres y avistando distintas variedades de pájaros y ciervos. El aire se siente denso y en todo momento tenemos la sensación de caminar por un lugar remoto, aislado y misterioso. De regreso a Puerto Pañuelo nos despedimos del Llao- Llao y a través de una estrechísima y revirada carretera entre altas montañas y lagos, ponemos rumbo a Colonia Suiza, una pequeña aldea fundada en 1899 por colonos de este país. Se mantienen varias casas de madera y sencillas líneas construidas por aquellos pioneros, la escuela, una iglesia más moderna (1958) y un pequeño museo. El entorno es grandioso e idílico, al pie de las altísimas montañas del Cerro López (2.076 m) y Monte Tronador (3.554 m). Hoy Colonia Suiza ha devenido en un pequeño enclave turístico, con preciosas tiendas de recuerdos y cómodos restaurantes, donde además del clásico asado argentino ofrecen exquisitos postres de influencia centroeuropea como el apfelstrudel (tarta de manzana). Estamos muy a gusto y decidimos descansar en el camping Meli Hué, donde charlamos plácidamente con otros visitantes, mayoritariamente «porteños» de vacaciones y volcados en el senderismo, la escalada o la bicicleta de montaña. Nuestro siguiente destino es la cercana estación de esquí Cerro Catedral, la más importante de Suramérica. Estamos a finales de verano y las pistas están peladas de nieve, pero mediante un cómodo telesilla llegamos hasta el Cerro Bellavista, para divisar una panorámica formidable. Aquí todo es de talla XXL, rodeados por los Cerros Tronador, Bonete y López y como fondo por el otro lado, el inmenso lago Nahuel Huapi. El viento sopla con fuerza y se hace difícil imaginar lo que puede ser esquiar aquí, a más de 2.000 m en pleno invierno austral y un día de ventisca. Meta en el bolsón El viaje continúa hacia el sur por una pista de ripio que nos conduce a la carretera nacional 258 y atravesando los impresionantes cordones de montañas de Ñirihuau y Serrucho, terminamos en el pintoresco pueblo de El Bolsón, 120 km al sur y destino final de esta parte de nuestro viaje. Todavía no hemos llegado a la gran llanura patagónica austral, pero aquí ya se disfruta de un paisaje salvaje y despoblado, repleto de naturaleza exuberante. Con una población compuesta en gran medida por artesanos y amantes de la naturaleza El Bolsón está enclavado en el valle de los ríos Azul y Qemquemtreu y a los pies del Cerro Piltriquitrón, que en idioma mapuche significa «colgado de las nubes». Descubierto para el turismo hace más de treinta años, hippies y trotamundos de los cinco continentes llegaron a esta población buscando iniciar un nuevo estilo de vida. De este modo El Bolsón se autoproclamó en los años setenta municipio ecológico y antinuclear, fomentando los cultivos naturales, libres de sustancias químicas, que están muy extendidos en las plantaciones. Además del turismo «alternativo» y de aventura, los aserraderos de madera y la producción de lúpulo, plantas aromáticas y frutas ocupan gran parte de la economía local. Visitamos la importante Feria Regional que se despliega los martes, jueves y sábados en la Plaza Pagano, con un amplio abanico de oficios, artistas, músicos, pintores, escultores y vendedores de fruta que convierten la visita en una magnífica oportunidad de contacto con los vecinos. Aquí la gente no tiene prisa, la vida corre despacio y se dispone de tiempo para disfrutar con los vecinos. Cualquier lugar es bueno para charlar y ante una pregunta del ingenuo visitante, recibimos una detallada y completa respuesta, mientras nos invitan a tomar cerveza artesanal, o un mate. El mate es la bebida tradicional argentina (amarga, sin azúcar), que los gauchos adoptaron de los indígenas pobladores de la pampa. Tampoco encontramos aquí los productos «chinos» o baratijas inevitables en cualquier mercadillo, sino pura artesanía de madera, cuero o metal, con los propios artistas trabajando en improvisados talleres en el propio mercado y a la vista de todos. Otros puestos ofrecen alimentos naturales, como embutidos, queso y miel u hortalizas recién traídas de la huerta. Y a la hora de comer, o simplemente si hay apetito, numerosos puestos ofrecen rica gastronomía de la zona, preparada al instante delante de tus ojos. El cómodo hostal La Escampada resulta un tranquilo lugar de descanso, rodeado de árboles y con unas vistas panorámicas extraordinarias del Cerro Piltriquitrón. Termina aquí nuestro viaje, no sin antes rellenar el depósito de gasoil, aprovechando que El Bolsón, en el paralelo 42 que marca el límite con la provincia de Chubut, es el punto más al norte donde el combustible se expende al precio reducido de la remota Patagonia austral. |
Ruta 4×4 Buenos Aires![]() Casas típicas en el barrio de La Boca. El Obelisco de la Avenida 9 de julio, la calle más ancha del mundo. La capital de Argentina es una ciudad llena de vida, señorial y cosmopolita a la que merece dedicar unos días del viaje. Como tributo a la admiración que los porteños -oriundos de la ciudad- han sentido por Europa y gracias a su gran momento económico en la primera mitad del siglo pasado, la urbe reclamó el concurso de los mejores arquitectos, paisajistas y diseñadores de aquella época, que dejaron un importantísimo legado histórico. Los años «buenos» de la ciudad también atrajeron a millones de inmigrantes, italianos y españoles principalmente, pero también franceses, centroeuropeos y judíos de Rusia y Europa Central. Por ello los porteños hablan del «crisol de razas». Buenos Aires fue en su momento el mítico lugar soñado para empezar una nueva vida y alcanzar la prosperidad. Hay avenidas, edificios, parques y plazas en la ciudad que en nada envidian a las capitales europeas más afamadas. Por ello lo mejor es dejarse llevar por el instinto y pasear por la ciudad. Eso sí, habrá que planificar cuidadosamente los itinerarios, pues las distancias son enormes y en ocasiones será mejor utilizar un taxi, o la amplia red de autobuses -colectivos- o metro -subte-. Después de varias visitas a esta ciudad, recomendamos el recorrido por San Telmo -barrio de pequeñas casas coloniales y gran sabor tradicional, con centro y mercadillo en Plaza Dorrego-, Retiro y Recoleta -barrios elegantes y residenciales, el segundo célebre también por su cementerio-, la calle Florida, Corrientes y Avenida 9 de julio, Plaza de Mayo -lugar emblemático de manifestaciones y de la independencia, con la Casa Rosada, sede del presidente, el Cabildo y la Catedral- y Puerto Madero -una nueva zona de ocio y residencial en el recuperado puerto de la ciudad, con un esbelto puente del arquitecto Calatrava-. Para tomar un café, nada mejor que el Tortoni -Av. de Mayo, 829-, uno de los más antiguos de la ciudad y por donde ha pasado la «jet» mundial. Por último, hay que dar un paseo por el barrio de La Boca, con jubilados tocando el bandoneón -instrumento parecido al acordeón, pero más pequeño- para sacar unos pesos y «redondear» la exigua pensión, restaurantes de recargadísima decoración interior, escuelas de tango al aire libre y su célebre calle Caminito de multicolores fachadas. Ah-, los aficionados al fútbol tienen la «Bombonera» el estadio del Boca Juniors, un «infierno» los días de competencia -partido-. Los ríos son numerosos, están limpios y atraviesan frondosos bosques de cipreses patagónicos. La pesca es un deporte muy extendido, pero las autoridades exigen un cuidado especial en la desinfección de los equipos que se llevan desde Europa. La vista del lago Nahual Huapi desde la terraza del Hotel Llao Llao es fascinante. En primer plano, el campo de golf del hotel Pista en Villa Traful, junto al profundo y cristalino lago del mismo nombre. El río Limay es el desagüe natural del inmenso Lago Nahual Huapi. Su caudal es enorme y torrentoso, lo que propicia un emocionante descenso en balsa. Catedral de San Carlos de Bariloche. De estilo gótico centroeuropeo, edificada en los años 40 del s. XX bajo planos gratuitos del arquitecto Bustillo. Las vistas sobre el lago son fabulosas. Impresionantes vistas del amanecer sobre el lago Falkner. |
![]() 4×4 En Patagonia En un país tan extenso como Argentina y con escasas vías asfaltadas en muchas de sus regiones, el todoterreno es una valiosísima herramienta de trabajo y un bien muy preciado por sus propietarios. De hecho los 4×4 son muy populares, gran parte con muchísimos años a cuestas. Todo el país está lleno de pistas y caminos que permiten atravesar inhóspitas y extensas extensiones, asegurando la comunicación entre pueblos y ciudades, generalmente muy distantes unas de otras. En Patagonia sólo están asfaltadas dos carreteras principales ¡y no en todos sus tramos!.Por lo tanto las pistas de «ripio» (gravilla) y caminos de tierra son numerosos y en muchos casos la única vía de comunicación existente. Las pistas principales normalmente se encuentran en buen estado, pues tienen un adecuado mantenimiento mediante máquinas motoniveladoras y por ellas circulan todo tipo de vehículos, incluso turismos. Si conducimos a velocidades prudentes y disfrutando del paisaje, es decir, realmente despacio (tal y como circulan los conductores locales), las pistas de ripio no presentan sorpresas. Pero si aumentamos la velocidad, muchas veces en un intento de no eternizarnos en los larguísimos enlaces y entramos en el terreno de la verdadera conducción deportiva y el derrapaje controlado, estas pistas ofrecen grandes satisfacciones, pero también desagradables sorpresas, pues se pueden alcanzar velocidades realmente elevadas y estaremos rodando con facilidad por encima de los 100 km./h. La adherencia del ripio varía notablemente de unas partes a otras, aunque en general esta gravilla volcánica resulta muy deslizante y traicionera. En consecuencia debemos ser cautos y no sobrevalorar nuestra técnica de conducción, pues los riesgos de salida de pista y el consiguiente vuelco resultan realmente elevados. Si conducimos vehículos de alquiler hay que examinar cuidadosamente las condiciones del seguro, pues en la mayoría de los casos los daños por vuelco están expresamente excluidos. Cualquier todoterreno o todocamino de serie con la suspensión en buen estado y «gomas» adecuadas (al menos neumáticos del tipo AT) circulará con solvencia por estas pistas. Eso sí, para adentrarse por las áreas más remotas (y en la inmensa Patagonia Austral son realmente la mayoría), el vehículo deberá ser fiable y resulta muy recomendable portar intendencia. Como mínimo comida, agua, mantas o sacos de dormir, dos ruedas de recambio, algunos repuestos y combustible suficiente, pues los puntos de repostaje y la circulación de vehículos y posibilidades de ayuda externa son escasos. A continuación reproducimos el aviso para conductores en la Patagonia que figura en la web del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación de España: «En la zona turística de las provincias de Neuquén, Chubut, Río Negro, Santa Cruz, Tierra del Fuego y sur de la provincia de Buenos Aires, existen muchos caminos de «ripio» (de tierra con pequeños cantos rodados en su superficie) en los que es necesario conducir con precaución, debido a que pueden parecer seguras, pero en maniobras un tanto forzadas (frenados, curvas, etc.) provocan deslizamientos del automóvil no dominables, con serios riesgos de accidentes». La excelente carne argentina se ofrece con cortes desconocidos en España como el vacío, la entraña, el matambre, chorizo… Los lagos son inmensos, profundos y con aguas transparentes. En la foto, embarcadero en el lago Traful. El mítico Hotel Llao- Llao está enclavado en un paraje de excepcional belleza. Al fondo las abruptas montañas de Cerro López y Cerro Tronador. San Martín de los Andes, origen de nuestra ruta, se levanta a orillas del lago Lacar. La imagen del solitario gaucho a caballo es una estampa típica de Argentina. Las pistas de ripio (gravilla) son una constante en Patagonia. Las distancias son enormes y suelen estar en muy buen estado. Permiten elevadas velocidades, pero son muy deslizantes y traicioneras. |
![]() El lunfardo Aunque en Argentina se habla un castellano impecable de suave acento y muy rico en variedad de vocablos( algunos ya perdidos en la península), podemos encontrar en ciertos lugares de la región del Río de la Plata (Buenos Aires y Uruguay) una jerga («lunfardo» o «lunfa») de difícil comprensión para un «gallego» (como cariñosamente se llama por esas tierras a los españoles o descendientes de españoles). La letra de los tangos ha inmortalizado el lunfardo, que tiene su inspiración en palabras del gallego, italiano, francés, inglés y hasta idiomas africanos (bantú, mandinga-). He aquí algunas palabras de lunfardo, muy empleadas en el lenguaje coloquial: Guita = dinero. Morfar = comer. Escrachar = romper. Quilombo = follón, lío gordo. Mina = mujer atractiva. «Tía buena». Minón = mujer extremadamente atractiva. Boludo = Gilipollas Atorrante = golfo. Bancar = aguantar. Soportar (a una persona, o a uno mismo). Chamuyar = hablar. Chorro = ladrón. Laburar = trabajar. Pibe = chico, muchacho. Chanta = sinvergüenza. A los argentinos también les gusta mucho cambiar el orden de las sílabas en una palabra: por ejemplo «trocen», en lugar de «centro» (de la ciudad), «rioba» por «barrio» ó «lleca», en lugar de «calle». Importante: No utilizar jamás la palabra «coger» (En Argentina significa practicar sexo). Para dar el sentido castellano a este verbo hay que emplear otros sinónimos: por ejemplo «agarrar», «tomar». Un argentino «agarra un taxi» o «toma el auto». Nunca «coge» un taxi. San Martín de los Andes descansa a orillas del lago Lacar, un paraíso para los aficionados a los deportes acuáticos y de aventura. En el agradable mercadillo que se celebra en la localidad El Bolsón (izquierda), también podemos encontrar numerosos puestos ambulantes de comida que ofrecen auténticas delicias a precios más que populares. En cualquier rincón se puede encontrar un coqueto restaurante para degustar una grastronomia exquisita. En la imagen, Villa Traful. Los casi 400 kilómetros de nuestra ruta discurren por pistas en buen estado. |
|
Por fuera
![]() |