Desde la noche de los tiempos, el Tajo ha sido un río fuerte, grande, generoso y al tiempo también señor del paisaje que gobierna. Y desde que el tiempo es historia, este río ha escrito en sus riberas, como protagonista indiscutible, muchos pasajes de nuestra memoria más remota y no menos de la presente.
Así, la propuesta de recorrerlo y conocer sus campos y pueblos nace ya con el interés propio de su evocación. Para el desarrollo de esta ruta, hemos tomado las tierras de su margen derecho como punto de arranque para ir aproximándonos legua a legua a un entorno cargado de matices y veleidades históricas. Al final del recorrido, lo cruzaremos para después abrazarlo con la vista puesta en las retenidas llanuras de sus aguas en Valdecañas.
Para evitar la saturación propia de una gran ciudad como es hoy Talavera de la Reina y poder partir en busca del horizonte más escurridizo… y, por qué no, también más secreto, tomamos como punto de arranque la próxima y pequeña población de Talavera la Nueva. Ésta, que fuera caserío de nuevo cuño a la sombra de los planes agrarios y a la umbría de los canales de regadío del Tajo de la vieja España tardo franquista, nos da el punto ideal de partida para descubrir unos pueblos y unas tierras poco transitadas por viajeros.
Los primeros caminos que se nos abren dibujan rectilíneos peinados entre maizales y girasoles, en lo que fueran tierras de viejos cultivos de tabaco. De aquellas autóctonas plantaciones, hoy sólo quedan derruidos secaderos de la hoja de fumar.
Pero pronto las tierras de regadío del Tajo dejan paso a las de secano de horizonte extenso, que nos llevarán con fluidez hasta las mismas murallas defensivas de la histórica Oropesa. El montículo, conocido como Campo de Arañuelo, sobre el que está enclavado el castillo y su Parador de Turismo, será la cota a conquistar con nuestro Hyundai Santa Fe.
En el tránsito por las empedradas calles, la historia nos asaltará a cada metro con viejos edificios, en mejor o peor estado, pero que no pueden esconder su relevancia en la memoria de esta villa. Aparcada nuestra montura en el patio de armas de la que fuera la vieja casa solariega de los Álvarez de Toledo y hoy también Parador, lo mejor será asomarse al torreón del castillo para disfrutar de la magnificencia de la próxima, y al tiempo lejana, Sierra de Gredos. Descansada la vista en el panorámico llano, abandonamos la seguridad de los muros defensivos de Oropesa y buscamos el camino echándonos al monte.
Por dehesas llenas de pastos
Las próximas poblaciones de Lagartera, Herreruela de Oropesa y Torrico serán nuestras guías por los caminos que se dibujan por las dehesas de pastos que se abren a nuestro paso. El verano ha dejado completamente agotado el pasto y será poco el ganado que nos encontremos. Este será el tramo en el que más disfrutaremos de la práctica del 4×4. El monte bajo en el que se inscriben estas dehesas dibuja un recorrido divertido y algo más roto del que traíamos antes de llegar a Oropesa. La arena de cuarzo será el material más abundante que veamos por aquí y esto hace el camino deslizante. Pero, eso sí, en época de lluvias evitará que el barro sea el protagonista de nuestras desdichas. También es verdad que, debido a esto, algunas zonas son fácilmente anegables gracias a la no permeabilidad, por lo que podemos encontrar profundas lagunas que obligarán a volver sobre nuestros pasos.
Después de echarnos al monte, bajaremos de nuevo hacia las riberas del Tajo en busca de civilización. Además, es el único paso posible de este cauce antes de que se ensanche definitivamente en el embalse de Valdecañas. Aquí las pistas de concentración parcelaria serán las que nos lleven con velocidad hacia Puente del Arzobispo. Pero la constante presencia de practicantes del BTT hará que el ritmo sea lo más prudente posible para respetar y poder compartir la vía con el también constante tránsito de maquinaria agrícola.
Entre tesoros arquitectónicos
El Puente del Arzobispo nos recibe tranquila y sosegada, pues no es punto habitual de tránsito turístico de viajeros y, aunque la villa acumula importantes tesoros arquitectónicos, sólo su puente gótico (mandado construir por Don Pedro Tenorio Arzobispo de Toledo y Duque de Estrada en el año 1380) es el que normalmente atrae al viajero hasta aquí. Pero igualmente interesante encontraremos, aguas abajo, los restos de los Molinos de Santa Catalina. Su datación recorre los siglos XII a XV. Y en tiempos pasados, este batán se utilizaba para moler la harina gracias a la fuerza del agua, que después constituiría el pan.
Hasta aquí, el tramo off road nos ha permitido disfrutar de un recorrido rico en paisajes y cargado de trayectos donde el 4×4 ha sido el protagonista. La agilidad del Santa Fe y su cambio automático ha sido un buen partícipe del disfrute obtenido. Pero ahora también podemos aprovechar estas excelentes cualidades dinámicas para acercarnos por asfalto a la población de Bohonal de Ibor. Allí vamos a descubrir pie en tierra uno de los mejores ejemplos de arquitectura monumental romana. Para llegar hasta el monumento, debemos tomar la EX 118, que lleva hasta Navalmoral de la Mata; a pocos kilómetros, justo antes de cruzar un viaducto sobre el embalse de Valdecañas, encontramos las columnas del antiguo atrio que aún queda en pie. Este templo, recuperado de las aguas del embalse, es el punto final de un recorrido de más de 100 kilómetros en el que el Tajo y las fronteras de Toledo y Cáceres se muestran en una tierra rica en diversidad.
Datos útiles
|