Este año además cumple su veinte aniversario. Formalmente, se trata de casi 200 kilómetros aptos para recorrer a pie, en bicicleta o bien por carretera en, naturalmente, muchos menos días, y que os permiten descubrir esta cultura surgida en plenas Cruzadas y que hizo bueno aquello de que llevar la contraria es sano… al menos para la conciencia.
Para muchos lo divertido es salirse de la ruta y descubrir toda clase de emplazamientos. La de los cátaros es una ruta que todo turista «camper» debe conocer. Surgida en pleno dominio de la Iglesia Católica, la cultura cátara no consideraba a Dios el autor material de las cosas. Estos «hombres buenos» – así se los llamaba – separaban lo espiritual de lo corporal, siendo la primera la única vía para llegar a Dios.
Tanta bondad aparentemente desinteresada no podía salir gratis, y a mediados del XIV nos encontramos con el último cátaro, Guillem Belibasta, que en su huida de la Inquisición dejó una ruta turística de lo más interesante. Un legado que refleja la búsqueda de lo trascendental y el Bien de esta cultura desaparecida.
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Pueblos muy bonitos de Cataluña, como Berga, Solsona, Gosol, o Bagá son un referente de historia y arquitectura encajadas en la naturaleza.Lo mismo sucede en territorio francés, en tierras de Languedoc, cuya ciudad fortificada de Carcassonne es una de las citas obligadas de la ruta. El camino está muy bien señalizado, tanto para autocaravanistas como para ciclistas o caminantes, y tiene muchos servicios para turistas interesados.
Ambos lados de la frontera están bien equipados para pernoctar con nuestro vehículo. Técnicamente, se puede hacer en un fin de semana de ciudades de ambiente medieval, si sabemos adaptarnos y planear qué ver, aunque también puede hacerse hasta en 9 o 10 días. El camino puede comenzar en Berga o en Bagà y desarrollarse hasta Tarascon (Ariège-Francia), pasando por distintas comarcas como el Alt Urgell. Además, conecta los tres parques Naturales (Cadí y Moixeró, Alt Pirinueu, PN Regional del Pirineo del Ariège), para todos aquellos que valoran la naturaleza por encima de lo demás. En conjunto, hay más de 200 emplazamientos de patrimonio natural y dos reservas naturales, solo en territorio cátaro.
Cuando hablamos de la ruta de los cátaros hablamos muy a menudo de castillos. La citada, Carcassonne es un complejo medieval amurallado, una fenomenal ciudadela medieval perfectamente restaurada y considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y es sin duda el número uno de la ruta. Esta completa fortificación observa orgullosa la ciudad moderna y el cauce del río Aude. Su muralla de tres kilómetros y sus calles retorcidas e imprevisibles, lo suficientemente extensas para dar lugar a barrios diferenciados, son todo un pozo de sensaciones.
En dos o tres días tenemos que encontrar tiempo para llegar hasta al menos uno o dos más de la extensa lista de castillos cátaros. Ahí tenemos el de Termes, el de Arqués, que mantiene su torreón intacto, o el de Saissac, ubicado en la Montaña Negra, y que alberga un museo sobre un tesoro numismático consistente en unas 2.000 monedas del siglo XIII, son también joyas de la corona cátara.
Espectacular también es el castillo de Quéribus en Cucugnan. En la distancia, lo que vemos es una enorme torre erigida a más de 700 metros sobre un peñasco, que naturalmente ofrece unas vistas fenomenales de toda la región. En la actualidad, en la fortificación tienen lugar espectáculos teatrales, dado el privilegiado entorno de esta línea de defensa con Aragón.
Mirepoix no es solo uno de los pueblos más bonitos del sur de Francia, sino también una importante ciudadela que acoge una catedral románica y gótica realmente destacable, así como múltiples rincones de interés para el turista relajado. La plaza de los porches, la casa de los cónsules… Igualmente tenemos Minerve, una ciudad medieval considerada uno de los pueblos más bonitos de Francia, erigido sobre una enorme roca desde la cual podemos admirar las afiladas gargantas de Brian y Cesse.
Lagrasse, es otra de esas ciudades medievales a los pies de un río, en este caso el Orbieu, preñadas de pequeñas y retorcidas calles. Tras cada esquina podemos encontrarnos joyas de esa época y siglos posteriores, así como respirar el ambiente, la atmósfera, de un bonito poblado medieval.
Igual de importante es su gastronomía. En la ruta cátara también podremos disfrutar de la gastronomía autóctona, basada sobre todo en carnes como aves de corral, capones del país, patos grasos, pero también alubias de Castelnaudary, y buenos embutidos catalanes.
La comida, en efecto, no es un todo monolítico en la región. Sin olvidar las numerosas huertas de la Cerdanya.
Según avanzamos hacia Carcasonne abundan más las cerezas y el cordero, entre otras carnes, además de las trufas y los más variados quesos. En Narbonaisse, sin embargo, se oye y huele el Mediterráneo, y en consecuencia predominan los productos del mar como las ostras, los mejillones y el pescado. En las partes de montaña como el Alto Valle de Aude, carne bovina de los perineos, además de miel y queso y, atención, los turrones y Pébradous de Limoux.
Y si proyectamos esta ruta para el invierno, también podemos llevar nuestras tablas. La estación de esquí de Camurac es la única estación del Aude, y es un lugar obligado para los fans de los deportes de invierno gracias a sus 11 pistas y un gran número de cañones, además de senderos para raquetas.
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