Ruta por la Isla de Pascua (II)

Por su aislamiento y la enigmática atracción de sus caracterísiticos moai –las esculturas antropomorfas que inundan la isla– la Isla de Pascua es un destino de los más interesante que además es posible recorrer en coche "a tu aire".


Gigantes del cielo y la Tierra

Son muchas las teorías que tratan de explicar de dónde procede la población de la isla y cómo consiguieron transportar sus insólitas estatuas desde las canteras donde eran esculpidas hasta las plataformas ceremoniales (ahus) donde eran ubicadas. Incluso cuando muchas de ellas sobrepasaban las 40 toneladas de peso. Algunas teorías miran hacia el cielo y apuntan a una procedencia extraterrestre. Cierto o no, los «moais» siempre han levantado una seductora atracción desde que fueron descubiertas el día de Pascua de Resurrección del año 1722 por el almirante holandés Jacob Roggewen. Décadas después, los españoles la rebautizaron como Isla de San Carlos, pero la presencia española apenas se hizo notar y el interés español por la isla pronto se desvaneció. Fueron los peruanos, ávidos de expansión tras decenios de independencia, los que le infligieron el golpe más cruel. Durante el siglo XIX casi completaron un genocidio total, tan sólo una pequeña parte de la población logró escapar del secuestro masivo de sus pobladores para llevarlos como esclavos a Perú, donde les obligaron a trabajar en las minas y fábricas de güano hasta la muerte. Finalmente sería Chile, en 1888, la que declaró la isla territorio chileno sin que se opusiese ninguna otra potencia, puesto que se trataba de una remota isla sin vegetación, sin riqueza y sin apenas población.

La hierática fisonomía de sus insólitas estatuas representaban a los antepasados o dioses a los que veneraban y fueron esculpidos de una sola pieza y con los rasgos de la cara exageradamente desarrollados, largas orejas, narices prominentes y labios carnosos. Su altura, entre cuatro y 20 metros, y su peso, con una media de 10 toneladas, les otorgaba un aspecto estremecedor. Su proliferación comenzó hacia el siglo XVI, pero la sobrepoblación, escasez de alimentos y las sangrientas guerras que se desencadenaban constantemente, se cebaron en la destrucción de las estatuas que erigieron los caudillos. Todo ello conllevó su cultura al colapso. De las casi 900 estatuas que hoy se pueden contabilizar diseminadas por la enigmática isla, sólo unas pocas han sido erigidas de nuevo. Pero el halo de misterio que las rodea se hace inquietantemente palpable cada vez que nos acercamos a una de ellas.

El desafío del huevo

Tras la destrucción de los moais, las gigantescas estatuas, comenzó una nueva etapa en la historia de los rapa-nui, volviendo a sus orígenes polinesios con el culto a las aves. A partir del siglo XVIII, y durante más de 100 años, la intrépida ceremonia del hombre-pájaro o Tangata Manu, en honor al dios creador Make-Make, nació como respuesta a los conflictos sociales que enfrentaban a los habitantes de la isla. El pájaro fragata «manutara», un ave migratoria, depositaba sus huevos en los nidos que construía en los tres islotes ubicados frente al cráter del Rano Kau. Y este ansiado primer huevo sería el protagonista indiscutible que marcaría el destino de la isla durante un año. Los guerreros que representaban a cada clan (12 en total), los hopo manu, se concentraban en la aldea ceremonial de Orongo, en la cúspide del volcán Rano Kau, para llevar a cabo la ceremonia ritual que le convertiría en el nuevo jefe político y militar de la isla. Entrenados a conciencia, para la dura prueba a la cual debían someterse y les otorgaría el poder que tanto ansiaban, se enfrentaban completamente entregados al inquietante desafío. Tras bajar el accidentado acantilado que les separaba del mar, con unos 300 metros de altura sobre las embravecidas aguas, nadaban hasta el islote Motu Uni, a unos dos kilómetros. Esperaban en cavernas a que los pájaros anidaran y entonces robaban los huevos del manutara. Con el huevo amarrado en la frente, cruzaban de nuevo a nado hacia la aldea ceremonial y el primero que lo entregase a los sacerdotes, tras verificarse que era auténtico, era proclamado con todos los honores como nuevo Tanganata Manu. Su clan asumiría el poder sobre el resto de la población (incluía sacrificios humanos a los dioses para asegurar el bienestar de la isla) mientras el nuevo jefe debía vivir solo y aislado durante el año que duraba su cargo. Durante un tiempo, este ritual evitó las sangrientas y crueles guerras tribales que les habían enfrentado en siglos pasados y que casi les lleva al borde de la desaparición.

Otros «Fines del Mundo»

Quien se siente fascinado por un enclave como la Isla de Pascua, es evidente que disfruta de lugares lejanos e insólitos. ¿Y qué mejor oportunidad de aprovechar este viaje a Chile que adentrarnos en otros “fines del mundo”? Desde Santiago, otro largo vuelo, esta vez hacia el sur, nos situará a las puertas de dos lugares tan fascinantes como imborrables de la memoria de cualquier viajero.

El mar es protagonista del origen de la civilización en esta remota isla del Pacífico y será también el mar el protagonista de otro confín de la geografía chilena: el Campo de Hielo Sur, en la Patagonia. A bordo del espléndido navío Skorpios III , partiendo de Puerto Natales, nos podemos adentrar por profundos y escondidos fiordos que alojan milenarios glaciares que han desafiado la convulsiva evolución del planeta. Con comodidades extremas dentro del barco y con la naturaleza salvaje a través de los ventanales y al alcance de la mano gracias a los desembarcos, se realiza una navegación que, bautizada como ruta Kaweskar, ha sido inaugurada recientemente para alcanzar recónditos parajes y situarnos, entre otros enclaves, junto a los icebergs del mayor glaciar del hemisferio Sur: el de Pío XI. El desembarco en el ignoto Puerto Edén nos hará testigos de la existencia de la última de las descendientes de la tribu de los kaweskar, las ancestrales etnias que habitaron hace cientos de años esta inexorable zona del mundo.

Y poniendo rumbo sur, si aún se quiere aventurar realmente al confín del mundo, la Antártida ofrecerá esta extraordinaria oportunidad. Nos hemos embarcado a bordo del “Antarctic Dream”, una acertada remodelación de una nave militar antártica preparada para avanzar entre el hielo reconvertida en barco de lujo, logrando compaginar la aventura-expedición y las comodidades para alcanzar destinos que muy pocos han podido disfrutar. A bordo podremos alcanzar el sexto continente, el que tantas épicas hazañas ha visto desarrollar sobre su inquietante territorio con audaces personajes como Scott, Amudsen o Shackleton. La aventura comienza desafiando al estómago con el turbulento Paso de Drake, donde confluyen tres grandes titanes del hemisferio sur: los océanos Pacífico, Atlántico y Antártico. Después de la emocionante navegación, el encuentro con el continente blanco nos proporcionará aguas tranquilas y la posibilidad de navegar junto a desmedidos icebergs que, al pasar junto a nuestra sólida embarcación, nos harán cambiar el sentido de la escala humana. Ya sea desde nuestra nave o gracias a los constantes desembarcos sobre el hielo y en tierra firme, podremos comprobar cómo la vida se asienta en los lugares más inverosímiles. Las ballenas, pingüinos, aves, elefantes marinos, leones marinos y un largo etcétera de especies, se encaran con el austero entorno donde se han empeñado habitar. Paisajes volcánicos con aguas termales asediadas por el hielo y el frío pondrán aprueba a aquellos que se atrevan a sumergirse en ellas. En ambas aventuras el equipo humano que nos acompaña, representado por la tripulación y expertos en geología, biología e historia, nos ayudarán a comprender aún mejor todo el increíble universo que nos rodea. Toda una aventura que nunca podrá olvidarse.

Con el 4×4 aparcado

Esta remota isla del Pacífico posee poco más de 160 km2, pero da mucho de sí para poder practicar actividades que permitirán disfrutar por tierra y mar de las características de su atormentado y remoto territorio volcánico en medio del océano. Una vez explorada la isla en 4×4, podemos conocer sus secretos más ocultos con toda una serie de actividades que ofrece la isla. Son buenas opciones el trekking, la bicicleta o el caballo, sin olvidar la navegación (barcas, lanchas o kayaks), el surf y las inmersiones en el mar; esta pequeña isla permite fundirse con ella de múltiples maneras.

El mar, sin duda alguna, es su principal protagonista y ya desde la antigüedad los rapa-nui practicaban el haka nini (surf) deslizándose sobre las olas con tablas confeccionadas con totoras amarradas o bien el haka honu, deslizándose sin tablas, sólo con el cuerpo sobre las olas, actividades que se rememoran durante el mes de febrero cuando celebran su fiesta más tradicional, el Tapati Rapa Nui. Pero, para aquellos que prefieren adentrarse en las profundidades del mar, existen centros especializados, que además de rentar modernas tablas de surf, alquilan el equipo necesario para bucear o hacer snorkelling entre corales y peces tan sorprendentes como el maito (pez cirujano), tipi-tipi (pez mariposa), pez loro, pez trompeta, pulpos, erizo y un sinfín de peces de todos los colores y tamaños. Los lugares más renombrados, entre otros, son el Acantilado, las playas de Anakena, Ovahe, el Jardín, Omohi, Motu Iti, Moto Kao Kao, Motu Nui, Omohi, la Catedral, Hanga Roa y Tahai (cerca del pueblo), Mataveri o “aeropuerto” y Vinapu (olas enormes y de las más famosas). Sus aguas son muy claras, hasta los 50 metros y con 22º C, pero ocasionalmente pueden aparecer tiburones, por ello es aconsejable realizar las inmersiones con guías especializados, además de contar con la certificación PADI. En las orillas o mar adentro también la pesca es un deporte muy popular, con más de 120 especies que pueblan sus aguas. Se practica la modalidad de devolución, aquello que se pesca es devuelto de nuevo al mar.

En tierra firme, las cabalgatas (hasta de cuatro días) y el senderismo (recorridos cortos y sin dificultad) son otra forma atractiva de conocer las formas y vericuetos de una isla donde las playas, cuevas y volcanes son sus señas de identidad, al tiempo que se irán localizando los inquietantes moais (estatuas gigantes) que salpican toda su geografía.

Scroll al inicio