Desde el Puerto de los Leones, el paisaje nos marca otro territorio. A un lado Madrid y al otro los pinares de San Rafael. La carretera marca un auténtico paso de montaña a más de 1.500 metros, que es uno de los más importantes de los que superan las alturas de la sierra.
Parece ser que debe su sobrenombre de Alto de León a una estatua zoomorfa que se encuentra justo en el collado y fue levantada por orden de Fernando VI para conmemorar la apertura de un paso tan conveniente para comunicar la meseta norte con la sur. Hasta entonces el tránsito era muy dificultoso.

Realmente, sorprende como la naturaleza marca sus fronteras y conducir por estas carreteras un Mazda MX-5 siempre es divertido a pesar de los controles de velocidad. Tanto los alrededores del Alto como del propio San Rafael es un bosque espléndido, un pinar majestuoso por el que apetece caminar sin prisa y que también es un santuario para los aficionados a la bicicleta de montaña o aficionados a los restos históricos de la Guerra Civil, que cada vez son más visitados.
La carretera que une San Rafael y el Espinar por montaña, todos la conocen como la forestal. Realmente, un lugar de cine. Desde el Rodaje de Marcelino Pan y Vino hasta el Laberinto del Fauno, han sido muchas las películas y series rodadas en la zona.

Los alrededores son terreno propicio para caminatas. La Garganta del Río Moros, que suele estar cerrada a los visitantes durante el verano, ofrece la posibilidad de disfrutar de la naturaleza e incluso emprender importantes ascensiones en la zona de Montón de Trigo, Cerro Minguete o La Peñota, montañas que casi todas sobrepasan los 2.000 metros. La ermita del Cristo del Caloco es el centro devocional de la comarca.

Las pequeñas carreteras que salen del valle, camino de Segovia son un referente para la conducción tranquila. Otero de Herreros nos recuerda con su nombre los trabajos de extracción y fundición de metales que se han llevado a cabo históricamente en la zona, tal vez desde la época romana. En el yacimiento cercano al cerro del Almadén hay restos de pozos, fundiciones y escoriales que lo demuestran. No hay duda de que es el Ferreros del Libro de Buen Amor. El edificio de la estación de tren, en un enclave pintoresco, ha sido utilizado en numerosas películas por su imagen tradicional, donde la realidad es el escenario.

Las pequeñas carreteras locales son perfectas para este tipo de conducción. Es el momento de iniciar una pequeña ruta circular para conocer Valdeprados y Vegas de Matute. Son dos pueblos con buenos ejemplos de arquitectura tradicional en piedra. En el primero destaca la casa fuerte de los Condes de Puñoenrostro con su imponente torreón orlado de matacanes.
En el segundo, varias casonas como la de los Marqueses de Santa Coloma y, sobre todo, la iglesia de Santo Tomás de Canterbury, con un retablo mayor barroco que ha sido atribuido a Berruguete. Rocas es lo que no falta en la zona y por eso es recomendable un paseo por el paraje conocido como La Risca, un desfiladero no muy largo pero muy atractivo para los senderistas y los escaladores.

Aunque los caminos conducen claramente a Segovia, hay que desviarse hacia Madrona para disfrutar de la iglesia de la Virgen de la Cerca, con su elegante galería con columnas dobles y su encantadora cornisa. Y, también, explorar el yacimiento arqueológico de la Cuesta de la Alamedilla, una de las necrópolis visigodas más importantes de la Península.

La opción de ir hacia Villacastín tampoco hay que desecharla. Parar en la Plaza, casi obliga a entrar en el Bar de Jose y probar los guisos de su mujer. Entre sus calles, aparecen palacios de esquileo y las casonas solariegas, pero sobre todo destaca la imponente iglesia de San Sebastián, tan grande que era llamada la catedral de la sierra. Pueblos como Labajos o Muñopedro son un aliciente para nuestra conducción.
En un momento, en mitad de la nada surge la abadía de Párraces, que parece una nave surcando el mar de cereal de la ancha Castilla. El lugar no está abierto a visitas turísticas pero la visión desde la carretera nos lleva a tiempos remotos. Era tal el poder de la abadía que los pueblos que estaban bajo su jurisdicción no podían disponer de iglesia y sus habitantes debían venir hasta aquí para celebrar los oficios religiosos. Llegar hasta poblaciones pequeñas como Santovenia, Jemenuño, Etreros, Cobos de Segovia o Bercial, donde se encuentran iglesias de interés y un urbanismo castellano apenas alterado en los últimos siglos cierran una ruta perfecta.

[sf_btn type=»newsletter» txt=»¿Quieres recibir nuestra newsletter? Haz clic aquí» url=»https://www3.actito.com/wf/200262/52/es/Start.act»]