Rebuznos en el mar
Cuando se piensa en la fauna sudafricana, todo el mundo visualiza los famosos «Big Five» («Cinco Grandes»): el león, el guepardo, el elefante, el rinoceronte y el búfalo, pero nadie se imagina nadando entre pingüinos. Pues sí, el sur de África es el único lugar del continente negro donde es posible disfrutar de la tierna imagen de estos simpáticos animales, una colonia con más de 2.500 ejemplares. Cerca de la localidad de Simon´s Town, en la playa de Boulders, anida la colonia más importante de pingüinos asnos (jackass penguin), llamados así porque el sonido que emiten es idéntico al de un burro rebuznando.
Chapoteando en la orilla del mar o escalando las rocas de granito de la playa donde tienen sus numerosos nidos es posible estar junto a ellos sin que se perturben por la presencia del hombre. Pero está terminantemente prohibido tocarlos. Uno de sus principales enemigos, que lo incluye en su dieta alimentaria, es el impresionante tiburón blanco. Puede alcanzar hasta siete metros de longitud y pesar más de 3.000 kilos. De una dentellada puede tragarse a una pieza de la mitad de su tamaño. Para poder verlos y volver a tierra para contarlo, existen varias posibilidades. Una de ellas es bajar dentro de una jaula con botella hasta cinco metros o bien permanecer en una jaula a nivel de superficie si no se es un experto submarinista. Para los que prefieren mantener las distancias, desde un barco arrojando trozos de peces también se consigue que los tiburones nos muestren sus impresionantes fauces (a lo largo de su vida llegan a tener 3.000 colmillos).
Y sin jugarnos la vida, en Hermanus hallaremos el lugar perfecto para la observación de ballenas. Varias especies se pasean por estos mares entre abril y octubre a tan sólo 10 metros de la costa. Y en Hout Bay un crucero ofrece salidas para avistar las focas de una enorme población de cientos de ejemplares que viven todo el año en unas rocas a los pies de un enorme acantilado. Las visitas de las orcas y tiburones blancos son los únicos elementos que perturban su vida.
Y ya en tierra firme, los alrededores de Cape Point nos muestran antílopes, avestruces, linces, cebras y babuinos, convirtiéndose en los protagonistas de la fauna salvaje del lugar.
Vida sana y naturaleza sana
No es difícil encontrarse en las cercanías de Ciudad del Cabo con alguien practicando algún deporte, remando sobre un kayak o pedaleando sobre una bicicleta. Y es que el entorno donde se aloja esta ciudad le proporciona una serie de ventajas insuperables para la práctica de deportes de todo tipo que ha convertido a su población en una sociedad deportista. Y es que no se deja pasar la oportunidad de aprovechar las atractivas ventajas de su entorno para llevar una vida sana.
El mar, sin duda alguna, es el protagonista indiscutible de las prácticas deportivas más ejercitadas. Y el surf (o su variante el kite-surf, que es como volar sobre las olas con una cometa de tracción o especie de parapente) es el deporte acuático por excelencia que cuenta con más adeptos dentro y fuera del país. Existen zonas donde las olas más extremas colman las expectativas de sus incondicionales. Ni la temperatura de sus aguas, que son bastantes frías, ni la presencia de los grandes tiburones blancos por estos lares les intimida a la hora de buscar aquellos puntos donde las olas les ofrecen los desafíos más atrevidos. Pero quienes no quieren evitar al tiburón blanco, sino todo lo contrario, quieren tener un careo con el rey del océano, el buceo en jaulas les permite inyectarse esa dosis de adrenalina que sin duda alguna se produce en este encuentro tan singular. El buceo entre arrecifes y, por supuesto, entre los restos de naufragios nos dará una lección de historia submarina inolvidable, pues son muchos los barcos que han acabado en las profundidades de este punto geográfico tan emblemático en la historia de la navegación.
Ya con los pies sobre la tierra, la figura inconfundible de la Table Mountain, el centinela de la ciudad, atrae a los amantes del rapel que gustan deslizarse por sus empinadas paredes, o a los escaladores que prefieren conquistar su cima empezando desde abajo. El senderismo, el descenso de cañones, el paracaidismo para disfrutar a vista de pájaro de las espectaculares vistas de este privilegiado enclave y el puenting son otras de las prácticas que permiten enfrentarse a los desafíos que la naturaleza lanza y a la cual el hombre no se puede resistir ante la posibilidad de una buena dosis de adrenalina en un ambiente natural.
La isla del purgatorio… a los pies del paraíso
Con esta inquietante frase designan los sudafricanos a la Isla de Robben, una protuberancia de tierra que se encuentra a unos 12 kilómetros de Ciudad del Cabo y que en poco más de una hora de navegación se alcanza. Es el equivalente sudafricano de la famosa isla-cárcel de Alcatraz.
El presidio, donde en 1963 el legendario Nelson Mandela y otros activistas políticos fueron condenados a cadena perpetua, se convirtió en el símbolo carcelario más ignominioso de la época del apartheid en Sudáfrica. El propio Mandela llevó su propia defensa y la de sus compañeros. Mandela estuvo un total de 27 años encarcelado y 18 de ellos los pasó entre los muros de esta penitenciaría, donde fue sometido a trabajos forzados. Entre ellos, extraer de una cantera cal; debido a ello, muchos convictos sufrieron serios daños en sus ojos como consecuencia del polvo y el reflejo de sol en las paredes calizas. Aunque se hizo tristemente famosa cuando Mandela fue encarcelado, era un presidio que comenzó a funcionar en 1898 para presos políticos. El admirado Ghandi, que estuvo luchando por los derechos civiles de los indios en Sudáfrica hasta 1914, también tuvo el amargo «honor» de estar encarcelado en ella. Casi un siglo después, en el año 1994, fue definitivamente clausurada.
Hoy día, son sus propios ex convictos quienes relatan algunas de las jornadas cotidianas en la penitenciaria a todos aquellos que se acercan a recorrer el triste emplazamiento. Un doloroso episodio aún demasiado cercano a nuestra memoria. Las primeras palabras que pronunció Mandela tras salir de la cárcel fueron: «el poder para el pueblo».
¡Brindemos con buen vino!
Un país como España, donde en el arte de elaborar vino encuentra una de sus cualidades destacadas, no puede pasar por alto que Sudáfrica tiene una producción que bien merece tener en cuenta. Los primeros viñedos que se plantaron en este suelo africano se remontan al siglo XVII, cuando Simon van der Stel llegó en 1679 al país. Los principales consumidores de esas cosechas eran los marineros que atracaban en el puerto de la ciudad. Así nació el viñedo más conocido de Ciudad del Cabo: Groot Constantia. Después de muchas penalidades, hoy en día han alcanzado fama internacional, sobre todo desde que se levantaron las sanciones económicas con el fin del apartheid.
Cabernet Sauvignon, Pinotage, Riesling, Pinot Noir, Weisser Riesling o Palomino son algunas de las muchas variedades que se cultivan en viñedos históricos como Meerlust y Klein Constantia. Gracias a su clima parecido al Mediterráneo, la brisa del Atlántico y la composición de la tierra se fusionan adecuadamente para conseguir caldos que, según los expertos, les han llevado a los primeros puestos. Si se tiene la oportunidad, conviene probar algún vino africano mientas se toma un pincho de paté de cocodrilo. ¡Salud!
El Cabo de las tormentas
A llá donde se comienzan a aproximar el océano Atlántico y el Índico se escribieron las más emblemáticas páginas de la historia de la navegación mundial. Corría el año 1487 y el protagonista fue unos de los pueblos que por entonces estaba a la cabeza de los periplos marinos: el portugués. Bartolomeu Días de Novaes consiguió circunvalar el peligroso cabo tras superar varios días de tormentas y adversas corrientes. No en vano, fue bautizado originariamente como el «Cabo de las Tormentas». Pero no sería hasta diez años después, en 1497, cuando Vasco de Gama abría la ruta de las Especias por dicho cabo.
Por una escalinata, por donde suelen aparecer inesperadamente algunos babuinos ansiosos por arrebatarte cualquier cosa que se asemeje a comida, ascendemos hasta los 260 metros del promontorio rocoso que marca el hito geográfico. Y contemplamos la vista panorámica rememorando la gesta del marino portugués. El Cabo de Buena Esperanza se halla dentro de una reserva natural que animales como los mencionados impertinentes babuinos, antílopes, gacelas, avestruces y múltiples aves han elegido como su hogar. El viento sopla de lo lindo y nos imaginamos que mar adentro los marinos saben, mejor que nadie, las penalidades que su furia puede hacerles padecer como antaño hicieron sufrir a los pioneros que se atrevieron a desafiarle. La catastrófica leyenda de naufragios que arrastra a sus espaldas es debida a las corrientes que se unen en este enclave y que a punto estuvieron de hacer fracasar la empresa del valiente marino portugués.