Ambos modelos son buenas compras. Los dos tienen tracción 4×4; en el CR-V es de serie, el Tiguan DSG sólo se vendía con este sistema de tracción.
El Honda tiene una vocación más familiar, con un maletero mucho más espacioso -524 litros frente a 395 l del Volkswagen– y un interior de mayor amplitud: sus plazas traseras destacan por altura y por espacio disponible para las piernas -son regulables longitudinalmente, al igual que las del Tiguan-, pero no por anchura. Por su parte, el VW ofrece un interior con muy buenos plásticos y ajustes -ojo, los del Honda no son malos-, aunque no resulta tan amplio.
En marcha, ambos son ágiles, con motores que ofrecen muy buena respuesta, y que permiten practicar una conducción similar a la de un turismo, aunque el Tiguan muestra mayor aplomo y estabilidad.
En cuanto al cambio automático, el del Honda es una caja de convertidor de par de cinco velocidades, frente al cambio de doble embrague y de seis marchas del VW. Este último es más rápido, aunque los dos presentan un funcionamiento suave.
Por último, la fiabilidad en ambos modelos es elevada: cierto es que se han registrado problemas en las cajas DSG, pero en la versión de siete velocidades.