Volver a casa es siempre algo especial, y más en esta ocasión que llevaba casi un año sin venir a mi querida España. Lo primero que hice nada más salir del aeropuerto de Madrid fue ir directo a la redacción a ver a mis amigos y compañeros de la revista. Me dio pena no ver a mi querido Antonio Hernández, con lo que me gusta meterme con él, no estaba. Jajajajaja, Cuando terminé de saludar a todos me fui a comer con mi amiga Liz por el campus de la Universidad Complutense. Buscando un sitio, vi un bar que no tenía mala pinta, así que decidimos comer allí. ¡En buena hora se me ocurrió!
Busqué un aparcamiento que fuera cómodo para bajar mi silla de ruedas. La verdad, había muchos huecos en batería pero yo prefiero uno que sea en línea, pues en batería si se va el vehículo que tengo al lado y viene otro y lo pega mucho a mi coche, ya no puedo abrir la puerta ni subirme a él. Descubrí un sitio de minusválidos y pensé: ¡qué suerte tengo! Aparqué mi coche, coloqué mi tarjeta de minusválido americana y nos fuimos a comer.
Tras saborear un completo menú de bar que, por cierto, en cualquiera de nuestros bares es excelente comparado con USA, me dispuse a entrar en el coche y vi un papel en el parabrisas. Lo cogí y, ante mi sorpresa, vi que era una multa de 200 € por aparcar en ese lugar. Perplejo y atónito le dije a Liz que fuéramos a buscar al agente de movilidad que había puesto la multa y, después de unos minutos, lo encontramos. Al comentarle el caso me dijo que, al ver el distintivo de minusválido americano, había llamado al inspector y que este le había dicho que esa tarjeta no valía. ¿Cómo que no vale? No salía de mi asombro.
Con un cabreo de órdago me subí en el coche y al salir me encontré una unidad de movilidad y le pregunté el por qué de esta situación. Me invitó a enseñarle la tarjeta y al verla le expliqué que mi tarjeta americana de minusválido lleva un código que coincide con mi número de carnet de conducir americano y bla, bla€ Tras escucharme un rato y con bastante buena voluntad llamó a la central, y escuché que al otro lado de la línea alguien decía «que se j€ que de ninguna manera me quitaban la multa y que no se me ocurriera aparcar nunca más en una plaza de necesidades especiales€».Aún no me puedo creer cómo es posible que mi tarjeta de minusválido no funcione en España.
Con el papel de la multa en mi poder, me puse a investigar los pormenores de esta ley tan injusta para las personas con movilidad reducida, ley que no me permite que aparque mi coche adaptado en las plazas reservadas para tal fin. Pues resulta que las únicas tarjetas extranjeras que valen en España son la de la Comunidad Económica Europea. ¿Estamos locos? Con la cantidad de turistas que vienen a España no tienen en cuenta que un japonés, un americano, un australiano o cualquier otra persona que no sea europeo no pueden aparcar en estas plazas aún teniendo necesidad.
Pero lo más sangrante es que soy español y me siento discriminado. Vale que trabaje fuera de España, pero no es normal ni justo que no pueda solicitar una tarjeta, aunque sea temporal. Esa es una gran diferencia entre nuestro país y uno como USA que sí mira por todas las personas con movilidad reducida. Allí dispensan distintivos temporales por si alguien tiene un accidente y está limitado de movimiento, pero aquí eso a las personas responsables de movilidad les suena a ciencia ficción.
No os podéis imaginar la impotencia que siento al moverme por Madrid, dado que me cuesta mucho aparcar. El otro día, y tras la sanción que me impusieron, antes de aparcar en un sitio le pedí permiso al de movilidad para dejar el coche un momento y me dijo que de ninguna manera€
Deciros que hace años, cuando tenía mi tarjeta española, aparqué un día en Miami en una plaza normal y al verme un policía bajar del coche con la silla, se me acercó y me preguntó por qué no aparcaba en una plaza de hándicap, le dije que mi tarjeta era española y respondió que allí valían todas las tarjetas mientras fuera verdad. Por este motivo, tenía la idea de que en mi país era igual, pero he podido comprobar que aquí el sentido común no existe. No me pienso quedar tranquilo ante tal atropello, ya que me parece una tremenda injusticia. Así que os tendré informados.
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