Nosotros: Colby Otero, USA, conductor, fotógrafo, pies descalzos, viajero de mochila, motocicleta y casa rodante, mecánico aficionado, amante de la naturaleza. Y Alejandra Torre, «Alita», México, copiloto –mapa y GPS en mano–, antropología cultural, fotógrafa, devota exploradora, amante de lo natural, la diversidad humana y sus expresiones artísticas.
Nuestra expedición comenzó muchos años antes de conocernos, cuando ambos viajábamos por distintos rumbos siguiendo nuestra curiosidad y ganas de averiguar aquello que existe más allá del entorno en que vivimos. Además de viajar, nuestra pasión más grande es la fotografía, y ese fue el hilo en común que nos acercó y motivó a explorar juntos.
Habiendo viajado de mochileros, sujetos a la misericordia de los medios de transporte locales –autobuses, motocicletas, caballos y tuk-tuks–, nos dimos cuenta de que para vivir de manera errante íbamos a necesitar un vehículo adecuado. Así surgió la idea de mudarnos a una casa sobre ruedas donde pudiésemos llevar la comodidad de un hogar con nosotros a dondequiera que fuéramos. Un factor muy importante era poder llegar a lugares remotos, poco transitados, y tener la capacidad de permanecer ahí durante una o dos semanas seguidas, tener un automóvil capaz de manejarse en terrenos de nieve, arena y lodo y soportar distintas condiciones climáticas. La cuestión era encontrar la combinación perfecta entre confiabilidad y confort, nuestra propia versión de un vehículo de aventura.
Encontramos a Sheila, ´La Bestia Verde´, en un anuncio de internet. Su antigua dueña la había importado a Vermont después de 100.000 millas recorridas por las regiones mineras de Australia y llevaba tiempo buscando comprador. ¡BINGO! Sin pensarlo dos veces Colby tomó un vuelo con destino a Stowe y empezó la aventura cruzando el norte de Estados Unidos de este a oeste para llegar a Oregón y empezar la increíble conversión de camioneta minera a casa ambulante. La transformación incluyó:
– Elevación del vehículo y montaje de ruedas Toyo MT y kit de rescate.
– Carpintería interior.
– Tienda de techo y anclajes soldados para asegurar cajas y bidones.
– Sistema de energía solar y refrigerador con ahorro de energía.
– Tanque para 15 galones de agua.
– Regadera solar.
– Rack para tablas de surf.
Y así fue como nuestra Toyota de 33 años se volvió nuestra casa y los caminos se convirtieron en nuestro nuevo estilo de vida. Hasta ahora hemos cruzado 6 fronteras para llegar desde Estados Unidos hasta Costa Rica. Nuestra dirección se mantiene constante hacia el sur, rumbo a lo más profundo de Latinoamérica, hasta tocar la punta del continente: Tierra del Fuego, en Argentina. No seguimos una ruta fija ni tenemos fecha de llegada, por lo que vamos andando de manera pausada, viendo a través de la ventana cómo un país se diluye en otro y las culturas se fusionan, junto con las costumbres y los colores de piel. En lo que va del trayecto hemos recorrido bosques que se transforman en desiertos y de pronto la arena se mezcla con el mar Caribe.
Toyota Land Cruiser HJ47 Troop Carrier: La bestia verde Fue un caso de amor a primera vista. Sheila, nuestra casa rodante ya empezó por su cuenta la vuelta al mundo: Japón, Australia, donde trabajó arduamente en minas, y después a Vermont, donde Colby la encontró. En Oregón recibió una cuidadosa puesta a punto y poco después reemprendía su viaje, convenientemente equipada para la nueva aventura. A sus 33 años esta «Troopy» sigue abriendo caminos a través de las fronteras y sobre todo tipo de terreno.
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Poco a poco la expedición se ha vuelto nuestro principal proyecto. Hemos ido reduciendo nuestras pertenencias a lo más básico, aprendiendo a vivir en un espacio limitado donde es preciso tener únicamente lo necesario. Las comodidades de la vida que habíamos llevado hasta ahora son casi un recuerdo lejano. Dormimos cuando se mete el sol y despertamos cuando regresa el día. Cada mañana abrimos los ojos a un escenario distinto. Hemos acampado en todo tipo de contextos, desde playas paradisiacas del Caribe mexicano, hasta talleres mecánicos; desde campos dorados de atardeceres vibrantes, hasta fincas de café en las montañas de Honduras.
Intentamos instalarnos cerca de ríos y lagos, donde hay acceso a agua limpia para lavar la ropa y usar la regadera solar, una bolsa de plástico que, después de haberla dejado al sol, se cuelga de la rama de algún árbol y se convierte en el lujo más fantástico: ¡Una ducha caliente! Tenemos una hornilla de dos quemadores y un pequeño tanque de gas. Vamos cocinando con productos locales y utilizamos ingredientes de acuerdo a las estaciones. Recolectamos cocos, mangos y plátanos. No hay placer más auténtico que sacar un pez fresco del mar y cocinarlo en la playa, con las estrellas como techo y el fuego calentándonos los huesos. También aprovechamos la oportunidad de probar las delicias culinarias que cada país tiene que ofrecer. Si algo tiene el poder de explicar una cultura es su gastronomía, el sabor que cada familia le da a ciertos platillos y los ingredientes secretos que se transmiten de generación en generación, dando a lo típico un toque único y especial.
Cada lugar tiene una forma singular de invitarnos a explorarlo de manera activa: escalando sus montes, remando por sus aguas o descubriendo el laberinto de sus calles. La naturaleza se ha vuelto un refugio, un lugar para explorar bosques y lagos, fotografiando paisajes, animales y personas maravillosas. Los habitantes locales nos visitan constantemente, como aquella tarántula que se refugió de la lluvia en nuestra llanta, la tortuga que puso sus huevos mientras dormíamos, los delfines que vinieron a saludarnos mientras surfeábamos y los distintos perros que se han convertido en guardianes durante la noche a cambio de un poco de comida.
El factor humano-cultural es básico. Por lo general las personas se fascinan con la camioneta y el hecho de que venimos de lejos arrastrando historias; nos invitan muy seguido a compartir su comida y casi por inercia nos vemos envueltos de una manera más íntima con los lugares que recorremos, con aquello más auténtico. Hemos sido recibidos con mucha generosidad y compartido café, música, cuentos y discusiones a la luz de las velas.
También nos toca ser anfitriones y llevar pasajeros a bordo: individuos, familias, viajeros y hasta granjeros menonitas con su cargamento de sandías para vender en el mercado. Además de ser un modo de transporte, la camioneta nos ha llevado a situaciones que de otra forma hubiese sido difícil experimentar, como una familia en Belice que nos invitó a estacionarnos en su patio y los niños subieron a la casa de campaña con pan de dulce queriendo escuchar nuestras historias.
Vivir errante es una enseñanza constante, hay que practicar mecánica básica cuando algo se descompone bajo la lluvia, aprender expresiones de distintos lugares, atreverse a explorar caminos inhóspitos y adaptarse a contextos muy cambiantes. Vamos siempre aprendiendo de la naturaleza y del desfile hermoso de humanidad, de la sabiduría de aquellos que trabajan con sus manos la tierra. Una vez que arrancamos a lo desconocido, encontramos este estilo de vida fascinante y queremos invitarte a que seas nuestro copiloto, recorriendo el camino que se abre ante nosotros a través de estas fotos, que son testimonio de lo que nuestros ojos ven mientras recorren el mundo.
MÁS QUE PALABRAS
– 21 mm F 1.8. Este gran angular, con mucha profundidad de campo, permite capturar grandes espacios y realizar composiciones sorprendentes.
– 35 mm F 1.2. Definitivamente nuestro favorito para retratos.
– 58 mm F 1.4. Su función Macro permite acercarnos a texturas y detalles casi invisibles.
– 75mm F 2.5. Este telefoto es perfecto para aves o animales difíciles de abordar, además nos permite acercarnos a paisajes o personas a distancia, es el mejor para fotos de surf.
Print Shop
En la tienda online de Wander With Me podrás encontrar una selección de imágenes de la travesía, (creciente, conforme avanza el viaje), con opción de imprimirlas sobre papel lustre o metal. La calidad de impresión es asombrosa y se realizan envíos a cualquier parte del mundo desde nuestro laboratorio profesional en Santa Cruz, California. Os invitamos a recorrer esta galería y a contactarnos con cualquier pregunta o comentario en: http://prints.wanderwith.me