Sentir que se vuela sin despegar los neumáticos del asfalto es posible. Siempre lo decía Albert Ball, aviador británico de la Primera Guerra Mundial condecorado con la Cruz Victoria a título póstumo. Su secreto y pasión: rodar con el exclusivo Morgan Wheeler de tres ruedas que tenía.
Así pues, ¿por qué no hacer una «carrera» entre un aeroplano y un modelo actual de la marca? ¿Por qué no crear adrenalina y filmarlo basándose en aquellas sensaciones del aviador? Para contestar a estos desafíos tenemos a: Jon Wells, Jefe de Diseño de Morgan; y a Richard Goodwin, expiloto militar y comercial.
Ya tenemos los protagonistas de carne y hueso. Ahora veamos el escenario: el aeródromo privado de Bruntingthorpe en Leicestershire. Fue propiedad de Chrysler Motor Corporation, Peugeot-Talbot, y en la actualidad, bajo la tutela de la familia Walton, que lo ceden con frecuencia para que las marcas prueben sus futuros coches deportivos, además de contar con un espacio para la realización de reparaciones mecánicas de Ferrari y Maserati.
Y en cuanto a los protagonistas «de chapa», tenemos el Morgan más rápido del momento, el Aero 8, con motor BMW V8 de 4.8 litros y 367 CV. El avión es un Pitts S2S modificado para acrobacias, conocido como «G-EWIZ» y propulsado por un motor de 6 cilindros, 8.5 litros y 300 CV.
Comienza la carrera. Tomada, más bien, como espectáculo antes que una competición. El piloto del biplano tira de fuerzas de más 6g y de menos 5g cuando llega a velocidades de más de 322 km/h. Coche y avión proporcionaron a sus pilotos unas sensaciones muy parecidas por la relación peso-potencia, bastante igualada. Tras pocas vueltas al trazado, más que nada para tomar velocidad, el avión y el coche rodaron «en formación» uno pegado al otro. En ese momento, Richard activó los cañones de humo y se puso en posición ladeada de 45º junto al Aero 8 a más de 161 km/h.
En primera persona
El Jefe de Diseño describió sus sensaciones: «El ruido, el viento y las vibraciones ¡eran inmensos! Pero me sentía bastante tranquilo: era surrealista. Como íbamos a la misma velocidad, la posición relativa entre ambos era como si fuese estática. El avión flotaba a sólo unos metros por encima de mí. Incluso fui capaz de hacer contacto visual con Rich en la cabina. Pero rápidamente tuve que centrarme completamente en la pista. Creo que Rich pensó que estaba loco». Para la historia quedan las imágenes y la increíble filmación realizada de esta actividad: «¡tengo que decir que esta fue sin duda una experiencia que nunca olvidaré!», afirma Wells sin reponerse de la adrenalina descargada…