Esto es un artículo de opinión, ya lo aviso. Vamos al lío. Que el ecologismo, como tantas otras cosas, suele ser utilizado como una herramienta electoral por los partidos políticos es algo que se sabe desde hace mucho tiempo. Pero en ocasiones, cuando estas corrientes empiezan a hacer aguas por todas partes y, además, pueden suponer un problema económico de dimensiones estratosféricas, el chiringuito puede venirse abajo.
Eso es lo que podría pasar con la prohibición de los coches diésel y gasolina para el año 2035, como se había propuesto desde la Unión Europea. Y es que el Partido Popular Europeo (EPP) podría llevar un cambio en esta norma que llevaría a anularla. Todo dependerá de lo que ocurra en las próximas elecciones, que serán en junio de este mismo año. Así lo publicó Euractiv, como puedes encontrar aquí.

Pero, ¿por qué este cambio de estrategia ahora? ¿Tiene sentido? No vamos a entrar en las eternas y absurdas discusiones ecologistas, que en función del cristal con las que se miren, pueden ser tan reales como que el sol sale cada mañana… o más falsas que el mismísimo Judas Iscariote.
Ahora bien, lo que es mucho más discutible es el daño económico que va a provocar en Europa la desaparición de los motores de combustión en favor de los eléctricos, un tipo de tecnología que actualmente depende, principalmente, de China. Dicho de forma muy resumida, en Europa dejaremos de hacer lo que siempre hemos hecho y lo que supone una de las principales fuerzas económicas del continente para apostar por una tecnología y, sobre todo, por una estrategia que va a favorecer clarísimamente a otras potencias mundiales, principalmente China.
Obviamente, en Alemania, en Francia o en España, tres de los países europeos más fuertes en la producción de automóviles (España es el segundo fabricante europeo de coches), ya se ha puesto el grito en el cielo, y las presiones sobre el gobierno europeo para que haya un cambio de rumbo son cada vez mayores.
Europa baja, China sube
El problema no es que la industria del motor se vaya al garate; el verdadero problema es que se trata de una de nuestras principales industrias, de manera que, si la industria del motor en Europa se va al garete, Europa tiene muchas papeletas para irse detrás. Irremediablemente. Y no sólo eso: al tiempo que Europa se debilita, otros como China se fortalecen.
Habrá quien me pregunte sobre la llegada de fábricas de baterías a Europa en 2026 y no sé cuántas de esas noticias fabulosas que parecen ser la panacea y el fin de nuestros problemas. Es como la vacuna contra el cáncer, esa que siempre parece que va a llegar…
Fábricas de baterías. En Europa. Bien. Vale. Pero, sólo por curiosidad, pregunto: ¿de quién dependen las materias primas para fabricar esas baterías? ¿Hemos descubierto un yacimiento en Vicálvaro? ¿En alguna aldea francesa? ¿En mitad de un campo alemán? Pues no. Ni lo vamos a descubrir.

Pero, vale, supongamos que aparece ese yacimiento, o que tenemos suficientes acuerdos con los países que los tienen para que nuestras plantas de baterías sean suficientemente productivas. ¿De verdad nos creemos que con esas fábricas vamos a ser capaces de plantar cara a China, que nos saca ya un mundo de ventaja en la fabricación de baterías y coches eléctricos?
Podemos ser todo lo ilusos que queramos, pero la puñetera realidad es que sólo hay una respuesta: China nos ha adelantado por la derecha hace ya mucho tiempo, y si no hay un cambio en nuestra estrategia, estamos muertos económicamente hablando.
Mientras que aquí no hacemos más que mirarnos el ombliguito y pensar que somos los reyes del mambo, en China se está partiendo de risa viendo que vamos por el carril derecho a 60 km/h en un botijo, pensando que tenemos un Fórmula 1, mientras que ellos hace ya un buen rato que nos han adelantado a 350 km/h. Y ha sido tan rápido, y estamos tan absortos en nuestro mundo de piruleta, que ni nos hemos enterado.
¿Habrá otras soluciones?
De producirse, ese cambio de rumbo plantearía nuevos debates sobre la ecología, sobre las tecnologías a emplear, sobre los tiempos e, incluso, con cosas tan absurdas como el racismo y todo este tipo de conceptos que se sacan a pasear cuando interesa para manipular la opinión de los ciudadanos. Racismo. Tiene narices. Tenemos medio mundo en guerra matando a inocentes y ahora vamos a ser racistas por defender nuestra industria…
Todo vale a cambio de unos votos. Incluso, por momentos me da por pensar que también podría ser a cambio de que las cuentas le cuadren a algún que otro CEO que ahora se frota las manos y al que, dentro de diez años, cuando esté llenándose los bolsillos de nuevo en un sector que no tenga nada que ver con éste, le importará un comino lo que haya pasado con su sucesor o incluso con esa marca. Pero no, hombre, la gente así no existe y nunca llega a altos cargos. ¿O sí?
Hay cosas que no se pueden mover así como así. El eléctrico, por mucho que hablemos de las ventas de Tesla o de Noruega, está muy lejos de triunfar. Y eso se debe a varios factores: la gente no puede pagarlos, los países no pueden (ni deben) subvencionarlos y los problemas de recarga no son menores, entre otros.

Descarbonizar el continente al ritmo de ventas de eléctricos que hay en la actualidad es imposible. Sería mucho más efectivo hacer una política que permitiese que gran parte de esos coches con 14 años de media que tenemos por ejemplo en el parque automovilístico español pudiesen dejar su sitio a otros mucho más modernos y eficientes, ya sea con la tecnología que sea, pero sea con una tecnología que se pueda pagar y que permita a nuestra industria del motor seguir con su actividad y con un nivel de competitividad razonable.
Habrá quien me diga ahora: “¡pero si los coches de combustión ya están carísimos!” Cierto también. Pero, piensa un poco. ¿Por qué han subido los térmicos entre un 25 y un 40% de precio mientras que los eléctricos, incluso, han bajado? ¿Los microchips? ¿El transporte? No sé, Rick, parece falso… ¿Y por qué hay fabricantes europeos que, vendiendo menos coches que nunca, han facturado más que nunca?
Bueno, esto dará para otro artículo. De momento, veremos que sucede este verano. Sólo espero que, por el bien de Europa, gane quien gane siga esa propuesta de detener la prohibición de los motores diésel y gasolina, la tenga ya o no en su programa electoral.
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